jueves, 18 de septiembre de 2014

JOSÉ JOAQUÍN AZTIRIA



                                  José Joaquín Aztiria                            

UN ALCALDE OLVIDADO
Desde la última guerra civil y hasta hace pocas décadas, la calle Ifarkale, en Deba, tuvo el nombre de “José Joaquín Aztiria”. Quienes hacia 1960 éramos niños o jóvenes desconocíamos los porqués de aquella denominación. Solo con el paso del tiempo comprendimos su significado. Hoy ya casi nadie recuerda aquel nombre.
José Joaquín Aztiria fue alcalde de Deba desde el 23 de marzo de 1924 hasta el 26 de febrero de 1930. Había nacido en Urrestilla, barrio de Azpeitia, el 6 de junio de 1876 y estaba casado con la debarra María Luisa Muguerza Arostegui. De profesión abogado e ideología profundamente carlista, había sido durante varios años diputado provincial, y anteriormente, alcalde de Azpeitia entre los años 1912-1914.

Fue precisamente su ideología, tan sólo eso, el motivo que le llevó a ser arrestado e internado en una de las improvisadas cárceles bilbaínas: la de los Ángeles Custodios, donde moría el cinco de noviembre de 1936. Tenía sesenta años.
Paradójicamente, a pesar de su desgraciada muerte en prisión, el ex-alcalde debarra no imaginó en vida la suerte que tuvo al morir en aquella fecha. Poco después de su muerte la improvisada cárcel bilbaína fue asaltada por los milicianos quienes, tras colocar en fila india a los presos, los fueron fusilando uno a uno, a la vista de sus compañeros que esperaban el turno. Salvajadas parecidas tendrían lugar tras la caída de Bilbao pero esta vez con cambio de papeles: los republicanos serían las víctimas.

                                       
Los Ángeles Custodios de Bilbao, edificio habilitado como prisión
durante la última guerra civil y donde murió José Joaquín Aztiria.

No había transcurrido todavía un año, cuando el 15 de octubre de 1937 era fusilado en la prisión del Dueso otro alcalde debarra, pero de diferente ideología: el político nacionalista Florencio Marquiegui.
Hace unos días, mientras paseaba, me junté con Juanito Fernández, persona que a pesar de sus ochenta y seis años tiene una memoria prodigiosa y una lucidez poco común en personas de su edad. Tras charlar durante un rato me pidió que nos acercásemos al cementerio, situado junto a la alameda de Deba.

- Te voy a enseñar algo curioso, me dijo.

Directamente me llevó hasta el panteón de Florencio Marquiegui . Señalando  la lápida del panteón con el nombre del antiguo alcalde tallado en ella me dijo:

- De este, todo el mundo se acuerda.

Y mirando a nuestra derecha señaló otro panteón situado aproximadamente a unos cuatro o cinco metros, a la vez que decía:

- De aquel nadie se acuerda; nunca tiene flores.

Se trataba del panteón donde estaba enterrado José Joaquín Aztiria. Nos acercamos y situados junto al enterramiento, señalando la lápida me dijo:

- Fíjate, parece que han borrado la inscripción a propósito.

Efectivamente, no se apreciaban casi los nombres, pues a pesar de estar grabados en el mármol, daba la sensación de haber perdido la pintura que originalmente rellenaba el huecorelieve. 
     
- Estos son los horrores de la guerra  que deben enseñarnos a valorar el don de la vida de todos los seres y a no caer en los mismos errores me dijo
 
Todavía, algunos debarras  recordarán que la casa donde residió la viuda de Aztiria hasta sus últimos días fue donada por ésta a la parroquia, y que convertida en casa cural residió en ella don Anes Arrinda, párroco de Deba durante varias décadas.
    



EL GENERAL FRANCISCO LERSUNDI Y EL BARDO JOSÉ MARÍA IPARRAGUIRRE


 HISTORIA DE UNA AMISTAD

La ilustración de José Ignacio Treku muestra a Iparraguirre en la
 calle Ifarkale, la misma donde se encontraba la residencia del que
fuera Presidente del Consejo de Ministros con Isabel II.

© Kaioa asp.
 

Creo oportuno hacer mención de la fraternal relación que sostuvieron el general Lersundi y el inmortal poeta y cantautor José María Iparraguirre, quien durante alguna época residió precisamente en Deba; según Juan San Martín, en la calle Ifarkale.
Quienes con el tiempo fueron entrañables amigos habían luchado en la primera guerra carlista, pero en bandos contrarios: el de Deba, en el ejército cristino, en el temido batallón ligero de cazadores, conocidos como “txapelgorris”, cuerpo de la Diputación de Gipuzkoa al mando del liberal Gaspar Jáuregui "Artzai". Este cuerpo era el más temido por las tropas carlistas de la zona, ya que estaba formado por guipuzcoanos, buenos conocedores del terreno que pisaban.
Por su parte, el de Urretxu lo había hecho en el ejercito carlista; al principio en el primer batallón de Gipuzkoa y posteriormente en la guardia de alabarderos de don Carlos.

Pese a ello, a ambos les unía un sentimiento común: su amor por los fueros, abolidos tras la finalización de la guerra, con el “abrazo de Bergara”. 
La amistad entre los dos guipuzcoanos se gestó en un momento de gran efervescencia cultural y política en el que la intelectualidad y el pueblo vasco en general hicieron que espontáneamente se desarrollase un gran movimiento fuerista que supuso un verdadero “renacimiento” de la cultura “bascongada”.



El debarra Francisco Lersundi Hormaechea. Fue Presidente del Consejo de Ministros con Isabel II. También fue Ministro de Marina y Capitán General de Cuba.

Al parecer, el primer contacto entre ambos personajes fue tras el exilio voluntario o periplo europeo durante doce años del poeta de Urretxu y su posterior regreso a Madrid, ciudad donde residía su madre y donde él mismo lo había hecho.
Fue allí, en la capital madrileña, concretamente en el Café de San Luis, situado en la calla de la Montera, donde en 1853 estrenó con gran éxito el Gernikako Arbola, lo que le hizo ganar mucha popularidad e incluso dinero. Tras el gran éxito en la capital del reino, Iparraguirre llegó a Bizkaia donde sus éxitos se sucedieron, enfervorizando a las masas allí donde actuase. Según el alavés Fermín Herrán, amigo suyo también, "su simpática figura, su hermosa voz, la vehemencia y el sentimiento con que se expresaba, exaltaban los ánimos, produciendo un verdadero entusiasmo en cuantos le oían"  haciendo que la gente incluso llorase de emoción.

Así recorrió todo el país hasta que el Gobierno, temiendo que la voz y la guitarra del bardo guipuzcoano pudiese hacer rebrotar la semilla de la lucha por los fueros vascos, hizo que la guardia civil lo prendiese para ser enviado a un nuevo destierro que duró dos años.
Años más tarde, en junio de 1864, Pedro Egaña, originario de Zestoa, amigo y compañero de Lersundi en el gobierno de la nación, pronunciaría en el Senado estas encendidas palabras en defensa de Iparraguirre:

" ¿ Saben los Sres. Senadores la impresión que causaron esas canciones a los dos o tres meses de haber comenzado a recorrer las provincias el autor y cantador de ellas ?
 Pues causaron tal impresión en los ánimos, que el que a la sazón era capitán general de las provincias, el que dignamente estaba al frente de ellas, que era el señor general Mazarredo, dio orden de que ese trovador saliera pronto del territorio vascongado. No había cometido ningún crimen, no había predicado el socialismo, no había dicho nada que pudiera lastimar ni poco ni mucho el principio de autoridad; pero sin embargo era tal el entusiasmo que despertaba en las masas con el canto de la vida de los fueros, que hubo de ser expulsado del país”.
A su vuelta del destierro, en 1857, Iparraguirre fue recibido con los brazos abiertos por el general Lersundi. Debió ser precisamente ese año cuando durante algunos meses residió en Deba donde, según narraba Fermín Herrán, se reunió con Lersundi  " con cuya familia y con la del vizconde de Artazcos y el señor Aróstegui, Alcalde de Deva, pasó días felices en el seno de sus amadas familias".
También por esa época debió conocer al escritor debarra Juan Venancio Araquistaín, otro de los intelectuales del movimiento fuerista y amigo de todos ellos.

Casa en Ifarkale, ya desaparecida, donde, según Juan San Martín,
vivió Iparraguirre.


En 1858 Iparraguirre partía para América; allí se casaría y residiría durante casi veinte años. A pesar del tiempo y de las distancias, el contacto entre los dos guipuzcoanos no dejó de existir.En enero de 1865, Iparraguirre escribe desde Mercedes, Uruguay, al general Lersundi, que se encuentra en Deba. La carta del bardo denota gran angustia debido a la situación de inseguridad por la que en ese momento está atravesando y la añoranza que siente por su tierra a donde no puede volver por carecer de recursos económicos.
Pese al tiempo transcurrido, al poeta aún le quedan ganas para recordar en su carta el oportuno consejo que Lersundi le dio en Aretxabaleta  para sacarse " de las astas del bicho que corrieron en la plaza ".
Con la carta, Iparraguirre le adjunta dos poesías a él dedicadas, una en euskara y otra en castellano. Tras recibir Lersundi la carta y los versos de su estimado amigo, impresionado por el infortunio de éste en tierras americanas, el mes de febrero del mismo año el general contesta al poeta:
" Si en nuestro país hubiera habido buenos hijos, no debieron consentir que usted se alejara de la tierra vascongada; debieron señalarle una pensión anual, con que viviera usted desahogadamente, en cambio de un número de composiciones que usted entregaría á la Diputación todos los años. De ese modo hubiera usted legado á las generaciones venideras un Cancionero vascongado que hubiera honrado á usted y al país ".

En 1874, cuatro años después del regreso de Iparraguirre a Euskal Herria, Lersundi moría en Baiona donde sería enterrado. Cuatro años más tarde, en 1878, su cuerpo sería exhumado para ser trasladado a Deba. Por aquellas fechas, refiriéndose a la carta que ha recibido de Iparraguirre, Ricardo Becerro de Bengoa escribía:
" Desde Lequeitio, en 9 de Octubre de 1878, me da cuenta de haber acompañado á conducir los restos de su amigo el valiente general Lersundi ... ".
Seguramente fue la última visita de Iparraguirre a Deba. Tres años después, en 1881, moría el más inmortal de los poetas vascos, el romántico que acuñó un nuevo concepto unitario del País Vasco con la introducción de un nuevo nombre: "Euskalerria".












 

 






lunes, 15 de septiembre de 2014

EL GRAN CANAL DEBA-TORTOSA


UN PROYECTO NO REALIZADO

      LA UNIÓN DEL CANTÁBRICO Y EL MEDITERRÁNEO
 
Durante el siglo XVIII, entre las aspiraciones del movimiento ilustrado vasco, encarnado en la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, se encontraban al igual que en otros lugares de la geografía ibérica, la modernización del territorio y el desarrollo industrial, agrícola, comercial y social en general. En opinión de los ilustrados, solo mediante la modernización y el desarrollo, podría alcanzarse la riqueza de las naciones y la felicidad del individuo. Un factor clave para conseguir esos objetivos era la construcción de una buena red de caminos y vías de comunicación que facilitase el transporte de mercancías.

Dentro de esas vías, a imitación de las entonces ya existentes en Francia e Inglaterra, el gobierno de Carlos  III proyectó la realización de un canal navegable que habría de unir la costa cantábrica con la mediterránea, concretamente la poblaciones de Deba y Tortosa. El proyecto contemplaba la construcción de una serie exclusas para salvar los desniveles entre las cotas costeras y las del interior.

Último tramo de la ría de Deba, cerca de la desembocadura. Estas aguas podrían haber quedado unidas a las del Mediterráneo si se hubiese concluido el gran proyecto del ilustrado aragonés Ramón Pignatelli.

El ilustrado Ramón Pignatelli. Tras ordenarse sacerdote,
su afán por el conocimiento le llevó a doctorarse en
Cánones, Derecho, Filosofía y Letras, Matemáticas, Física
y Ciencias Naturales.

Las diputaciones de Aragón, Navarra, La Rioja, Alava y Guipúzcoa, también veían necesaria la obra. Así las cosas, el sacerdote y científico aragonés Ramón Pignatelli, miembro de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País “recorrió observando todos los rios y puertos del Océano cantábrico para trazar el grandioso plan de la union de los dos mares, por medio del canal del Ebro, y no halló ni rio ni puerto tan ventajosamente situados como el de Deva y su puerto”.
La primera fase del gran proyecto tuvo su inicio en 1772  con la construcción del Canal Imperial de Aragón, finalizado en 1790.

En 1778 la Diputación de Navarra había realizado una petición formal para que se habilitara un puerto guipuzcoano desde el que poder canalizar el comercio de aquel territorio con América.  Diez años más tarde, el ilustrado y político navarro Santos A. Ochandategui presentaba un proyecto del canal en su trazado navarro desde El Bocal, en Tudela, hasta aguas cantábricas. Pero posteriores acontecimientos como la Guerra de Convención y la Guerra de Independencia hicieron que las obras quedasen paralizadas.
Pignatelli moriría en 1793 sin ver realizado su gran sueño: la unión de los dos mares.

Tortosa, cerca de la desembocadura del Ebro en el Mediterráneo.

      
Aún así, años más tarde, en 1826, el proyecto original de Pignatelli y de los ilustrados seguía aún vivo y con esperanzas de ser acabado, tal y como puede leerse en el Diccionario Geográfico-Estadístico, de Sebastián de Miñano editado ese año en Madrid:
“ Pero la gran ventaja de Deva sobre los demas de la costa de Cantabria, para dar una nueva planta al comercio de España con las naciones del Norte, tomando por base aquel puerto, es la tan ansiada construccion del canal ideado por el célebre Pignatelli, subiendo por las margenes del Deva hasta encontrarse con el Zadorra, y continuándolo por este mismo y el Ebro hasta el puerto de Tortosa. Este canal unirá el Océano cantábrico al Mediterraneo; ahorrará la pesada vuelta costeando la Península; hará que sean puertos de comunicación próxima los de Deva y Tortosa…”.
















miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL SEXO, LOS ARRANTZALES VASCOS Y LOS CEFALÓPODOS

Hace unos días mientras limpiaba con santa paciencia una partida de chipirones me detuve a palpar la suave textura de los codiciados cefalópodos. De inmediato el disco duro de mi  memoria escupió un viejo recuerdo que me hizo sonreír.
Sucedió hace muchos años.
Había acudido a una imprenta de Estella-Lizarra donde iban a realizar un trabajo para nuestra empresa. Quería quedarme tranquilo y preferí esperar hasta ver salir de máquina las primeras pruebas. Mientras lo hacía, observé que de una de las máquinas salían miles de pliegos a una velocidad vertiginosa; eran para otro cliente. No me atreví a tocar ninguno de ellos pero sí a ver de qué iba el tema.

Se trataba de la recordada revista “Ardi Beltza” , una publicación desgraciadamente desaparecida (injustamente clausurada por orden judicial) que estaba dirigida por el recordado Pepe Rei, un maestro del periodismo de investigación. Por fin pude conseguir leer uno de los titulares:

                                                    JOSÉ MARÍA MERINO:

 “LOS ARRANTZALES VASCOS SIEMPRE HAN UTILIZADO EL CHIPIRÓN COMO CONDÓN”.


         
El donostiarra José María Merino



El chipirón y los arrantzales:
 protagonistas de la entrevista al
doctor  Merino.




Era una entrevista realizada por Rafael Castellano a uno de los grandes prohombres de la prehistoria y de la etnografía vasca, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y de la Société Prehistorique Française:
el médico donostiarra José María Merino.
Quedé subyugado por aquel titular y pedí permiso para hacerme con un pliego y leer con toda tranquilidad aquella entrevista que tanto prometía.
Lo hice y quedé sorprendido por lo que el erudito miembro de Aranzadi contaba sobre la utilización del cefalópodo como preservativo por los arrantzales vascos a través de la historia.
Tras la lectura, pensé, que en cuestión de textura, lubricación y forma, había muchas similitudes entre una gran parte de los cefalópodos y el condón; no digamos ya en cuanto a la gama de tamaños: desde el txokito hasta la pota de gran calibre pasando por el chipirón pequeño y el mediano, sin dejar fuera, claro está, a la sepia. Había tallas y formas para todo tipo de penes.



El periodosta Rafael Castellano, "Falete", autor de la
entrevista José María Merino


Hace unos días, mientras tomaba un café en un bar de Deba, nuestro pueblo, me junté con Rafael Castellano y tras recordarle su antigua entrevista al doctor Merino le pregunté si aquella había ido en serio o si por el contrario había sido una tomadura de pelo.
Casi ofendido, me respondíó que había sido una entrevista muy en serio y que lo narrado por el doctor Merino estaba histórica y científicamente demostrado. Efectivamente, el doctor Merino no era un hombre que perdía el tiempo diciendo tonterías.



Los chipirones: condones de primera generación.


El sexo de los hombres de mar vascos es consustancial a la historia marítima de Euskal Herria, habiendo tenido incluso influencia, primero en algunas palabras que formaron parte del “pidgin” o argot sexual de nuestros marinos en tierras anglófonas, el “euskenglish”; más tarde en la lengua vasca oficial.

Hasta hace pocos años la palabra “txorta” era muy utilizada por los marinos vascos para referirse (con perdón) a “follar” o “ echar un polvo”. Hoy día la palabra “txorta” (txorta jo) está admitida por la Real Academia de la Lengua Vasca. En realidad dicho anglicismo lo crearon nuestros arrantzales cuando tocando puertos ingleses, irlandeses o canadienses eran asaltados por las profesionales del sexo que conocedoras de la debilidad de la carne ofrecían a nuestros hombres un polvo rápido a un módico precio: es lo que en inglés se llama un “Short time” (pronunciado shortaim). Del “short time” se pasó al “txorta” algo normal en aquellos hombres que no habían pasado por ninguna academia de inglés.
Es curioso el asunto del sexo en el lenguaje de los marinos. Yo que navegué en la mercante durante muchos años siempre oí decir que “más tira un pelo de coño que una estacha”. Para quien lo desconozca la estacha es la cuerda gruesa que amarra un buque al muelle.

Y continuando con el tema de los cefalópodos no quiero pasar por alto una anécdota de la que fui testigo. Estaba embarcado a bordo de un buque con bandera liberiana pero con tripulación vasca y gallega. Nos encontrábamos amarrados en puerto y estaba a punto de llegar el relevo de algunos tripulantes. Era la hora de la comida y, mientras el camarero se afanaba en servir la mesa, el primer oficial preguntó si entre los nuevos había algún conocido.
Alguien respondió que él conocía al tercer oficial de puente, un chicarrón joven, con fama de voceras y bastante fantasma. El primer oficial tomó nota del comentario y siguió comiendo.

Se abrieron las puertas de la cámara y entraron dos personas; eran los nuevos relevos, el tercer oficial y el primer maquinista.
Tras los saludos de rigor, el primer oficial guiñó un ojo al jefe de máquinas e iniciaron una farsa haciendo que continuaban con una supuesta discusión interrumpida poco antes de la llegada de los nuevos. El supuesto tema de la acalorada disputa verbal parecía ser algo relacionado con la pesca, concretamente sobre alguna especie marina.
A los gritos del primer oficial dirigidos al maquinista, este último respondía subiendo el tono y el volumen hasta casi hacernos creer a todos que se trataba de una discusión real.
Por fin, como queriendo dar muestra de buena voluntad para llegar a un entendimiento, el primer oficial se dirigió al recién llegado tercer oficial y como queriendo convertirle en juez de la disputa le preguntó:

- ¿Tu entiendes de pescado ?

Entrando al trapo, el joven respondió que estaba seguro de entender bastante más que cualquiera de los que nos encontrábamos allí. Y para dar más crédito a lo que decía, afirmó que en su familia siempre habían tenido barco pesquero y que de niño le daban potitos de sapo y besugo.

- ¡ Vaya!  Por fin hemos encontrado a alguien que entiende del tema. Y continuó preguntándole:

- ¿ Pero de cefalópodos también entiendes?

- De todo lo que viva en el agua. Respondió el joven aspirante a convertirse en juez de la disputa.

Mirando fijamente a los ojos del joven, el primer oficial fue levantándose lentamente de la silla mientras, de forma grosera pero con mucha gracia se echaba mano al paquete de su entrepierna, y puesto ya en pie, mientras lo agarraba con fuerza preguntó al nuevo tercer oficial:

- ¿ Esto qué es: pulpo o calamar ?.