viernes, 11 de diciembre de 2015

CULTURA E INTERCULTURA


INSA NDONG

MANOS DE RESTAURADOR

                                        EL ARTISTA QUE LLEGÓ DE ÁFRICA





Aún recuerdo cuando siendo un mozalbete vi por primera vez una persona de raza negra. Fue algo sorprendente pues hasta entonces tan solo las había visto en las películas de Tarzán o en las huchas del Domund.
¡Cómo han cambiado los tiempos!
Ha transcurrido desde entonces algo más de medio siglo y la comunidad debarra se ha enriquecido con el aporte de gentes de muy diversas culturas.

Hoy día es normal ver en nuestro pueblo a niños de origen senegalés, marroquí, afgano, hindú, ecuatoriano o búlgaro jugando con los niños autóctonos y hablando entre ellos en euskara, un euskara tan académico que para sí lo quisiera el mismísimo Sabino Arana.    






Hace unos meses, mientras esperaba a que mi amigo Patxi Aizpitarte se despojase de los hábitos con los que hacía unos minutos había celebrado la misa, me percaté de que algo había cambiado en la parroquia de Deba.
La barroca balaustrada de hierro forjado de uno de sus púlpitos resplandecía con el mismo brillo que debió tener cuando hace cientos de años fue construida, probablemente a finales del siglo XVII o principios del XVIII, el momento más rico, artísticamente hablando, de la forja vasca.
No sería extraño que los balaustres de ambos púlpitos hubiesen salido de alguna de las forjas más afamadas de la época: la de los Elorza, Betolaza, Marigorta, Ezenarro, o Arrillaga, rejeros elgoibarreses todos ellos, contratados por numerosas iglesias, catedrales y entidades públicas y privadas de todo el reino.

El intenso destello de los dorados y el elegante tono “verde carruaje” llamaron poderosamente mi atención.
Recuerdo cuando de joven estudiaba en filosofía las diferentes definiciones de la belleza según los grandes pensadores. Hoy solo recuerdo la que a mí más me convencía, quizás por ser también la más breve y sencilla: es bello todo lo que debido a su perfecta armonía, produce un placer espiritual al ser contemplado.

Aquella balaustrada que era realmente bella había pasado casi inadvertida a mis ojos durante más de sesenta años y ahora, restaurada, me había producido aquel placer espiritual del que hablaban los libros. Aquella sensación fue mucho más fuerte, cuando Patxi me informó sobre los planes que tenía de ir restaurando poco a poco el otro púlpito, la balaustrada central del coro y diversos elementos, tanto en la iglesia de Deba como en la de Itziar.

A los pocos días tuve la oportunidad de conocer al restaurador, un simpático y siempre sonriente joven senegalés  llamado Insa Ndong. Como otros miles de inmigrantes trataba de buscarse honestamente la vida realizando cualquier trabajo que se le ofreciese aunque realmente sus gustos estaban muy relacionados con el mundo del arte o de la artesanía, concretamente con la pintura.

                            

      






Currículum y Via Crucis de un artista
Insa Ndong es un joven senegalés de algo más de treinta años nacido en la ciudad de Banjul, capital de Gambia, país al que acudía regularmente su familia, tradicionalmente dedicada a labores de la pesca.
Sus primeros estudios los realizó en una escuela coránica; más tarde lo hizo en la escuela inglesa “Glory baptist” donde comenzó estudios de economía; pero sus aspiraciones de joven inquieto pasaban por llegar a Europa.

En 2007, con veinticuatro años, Insa iniciaba su primera aventura al embarcar a bordo de una patera en Guinea Bissau, pero el viaje se frustraba al poco de salir al ser interceptada ésta por las autoridades.
Lo intentaba de nuevo, esta vez saliendo de Gambia y consiguiendo llegar a Tenerife, lugar desde donde fue repatriado a Senegal por las autoridades españolas.
Tiempo después lo intentaba por tercera vez, marchando desde Senegal a Mauritania y desde allí nuevamente a Tenerife a bordo de una patera.
Tras un largo periplo que le lleva desde Tenerife a Madrid, Barcelona, Asturias y Cantabria, en diciembre de 2014 llegaba a Deba, donde actualmente reside.

Desde su desembarco en Tenerife, Insa ha realizado todo tipo de labores, desde la venta de productos en la calle a trabajos eventuales de albañilería o la descarga de pescado en los puertos de Colindres y Ondarroa.
Ahora, en Deba, se siente a gusto haciendo lo que en estos momentos  hace.
Tiene mano para la pintura y la restauración, lo está demostrando, y sueña como otros tantos inmigrantes en conseguir un trabajo estable para poder organizar definitivamente su vida.
Mientras llega ese día, Insa hace amigos y disfruta de sus aficiones: el footing (es un buen korrikalari), y la música; y eso sí, sobre todo… sonríe.



 


martes, 15 de septiembre de 2015

LA FUERZA DE LA PALABRA



    LA FUERZA DE LA PALABRA


El "manejo" de la palabra ha sido primordial en los estudios eclesiásticos.
En la imagen, refectorio (comedor) de un convento.
A la derecha puede apreciarse el púlpito.

La palabra en el púlpito

Recuerdo que estando en el seminario era habitual que durante las comidas en el refectorio, por supuesto en absoluto silencio, subiésemos al púlpito allí instalado para leer o declamar algún poema y mostrar así el valor de cada cual en cuestiones de dicción, retórica y oratoria.

A menudo los nervios del momento solían hacer que las palabras pronunciadas por quienes eramos jóvenes aspirantes a predicadores, nos jugasen malas pasadas, como cuando dos compañeros míos, serios como en un entierro repitieron insistentemente las palabras "caliandra" y "enanuco" en lugar de "calandria" y "eunuco". Si las hubiesen pronunciado bien el hecho habría sido intrascendente, pero las ganas y el empeño por impresionarnos que pusieron quienes las pronunciaron, hicieron que quedasen grabadas en mi memoria de por vida.

Algo parecido ocurrió cuando, esto ya en otro seminario, un joven leía desde el púlpito la vida de San Francisco y estando a punto de terminar una página el aspirante leyó: "era tal su espíritu de sacrificio que dormía sobre una vieja ".
El hecho quedó aclarado cuando al pasar página el joven seminarista tragó saliva y pronunció
la palabra "tabla".

La palabra en la mar

La fotografía, realizada en Bilbao, corresponde al año 1909. En ella aparece el capitán Eritza junto a varios alumnos en prácticas antes de zarpar en un buque de la naviera Sota & Aznar. 

Hasta principios del pasado siglo XX fueron numerosas las escuelas de náutica ubicadas en diferentes pueblos costeros de Bizkaia: Plentzia, Lekeitio, Ibarrangelu, Algorta, Bermeo, Santurtzi...  Eran otros tiempos y quienes ingresaban en ellas eran muchachos de apenas catorce años que a menudo provenían de caseríos o de familias de arrantzales.
Sobra decir que prácticamente el cien por cien de ellos eran euskoparlantes; aclaro: únicamente se expresaban en euskera.
Curiosamente tras finalizar sus estudios y comenzar a surcar como pilotos o capitanes los mares de todo el mundo, muchos de ellos se expresaban infinitamente mejor en inglés que en castellano. 

  Siendo joven tuve la suerte de tener en mis propias manos el telegrama enviado desde un buque por un capitán vasco salido de alguna de aquellas escuelas; dicho telegrama se guardaba como oro en paño en el archivo de la ya desaparecida naviera Aznar, empresa en la que realicé mis prácticas como alumno de radio.
El telegrama, enviado años antes de la última guerra civil  iba dirigido a la empresa bilbaína Sota y Aznar, fundada el año 1906. El texto del telegrama enviado por el  capitán de la nave, escueto hasta decir basta, informaba sobre la colisión de su buque contra otro. Según se desprendía del texto el hecho había tenido lugar en una zona de intenso tráfico marítimo, lo que motivó la al parecer inevitable colisión.

El texto transmitido en lenguaje morse por el oficial radiotelegrafista de abordo decía:

barco babor, barco estribor, plausta. 

A pesar del escueto texto el personal de la naviera se enteró perfectamente del siniestro sucedido. ¿Para qué andarse con monsergas?  había sucedido y ¡basta!. Los datos sobre dónde o quién fue el culpable de la colisión eran cuestiones secundarias, quedaban para ser explicados en otro momento.


La palabra entre presidentes


Presidencia de la corrida. De izquierda a derecha Sagrario Mina
(esposa de Karlos Garaikoetxea), Román Galarraga (alcalde) Karlos Garaikoetxea,
Iñaxio Odriozola (presidente de la corrida) y medio oculto Víctor  Ruiz de la Torre
(asesor taurino). Detrás los médicos Isidro G. Muriel y Faustino del Corte.

Otra demostración del poder de la palabra tuvo lugar en mi propio pueblo, Deba, el año 1982 durante las fiestas patronales de San Roke.
Sucedió durante la tercera corrida de toros, organizada ésta por el gremio de hostelería de la villa. Era habitual que la corrida del gremio de hosteleros fuese presidida por uno de sus miembros. Ese año le tocó el turno a Iñaxio Odriozola, del archiconocido y siempre recordado "Bodegón Iñaxio". 



Pero aquel año hubo algo especial: a la corrida había sido invitado el entonces lehendakari Karlos Garaikoetxea.
La noticia de que Garaikoetxea, el político más admirado por Iñaxio iba a venir a Deba y además copresidir el taurino festejo con él, fue el mejor regalo que el buen hombre pudo recibir.



El día señalado, el hostelero  esperaba con los nervios a flor de piel la llegada del coche oficial. La sorpresa fue de ordago a la grande cuando al abrirse la puerta del conductor y salir éste para abrir la puerta al lehendakari y su esposa, Iñaxio vio que el chófer era un primo suyo.
Si la alegría por la asistencia del premier vasco a la corrida era grande, el hecho de que el chófer de éste fuese su propio primo ya no se podía describir.



Más tarde, durante la corrida, ya más relajado y charlando con el lehendakari de presidente a presidente, como quien habla con un viejo amigo, Iñaxio se dirigió a éste y mostró una vez más la fuerza que tienen las palabras, no por lo que en sí representan o significan sino por la fuerza y el espíritu de quien las pronuncia:



-  ¡Ya es pues mundo como pañuelo!  ¡chófer tuyo primo mio !.




    





lunes, 10 de agosto de 2015

EUSTAQUIO ARRINDA Y LOS HERMANOS TOMÁS Y ANTONIO AZNAL




 

 DE MENDAVIA A TERRANOVA


 
Frecuentemente, cuando se utiliza el término “lobo de mar”, quienes lo hacen desconocen lo que ello realmente significa. Digo esto porque yo que fui marino durante más de una década y en toda mi vida tan solo he conocido a uno, estoy rotundamente convencido de que el “lobo de mar” es una especie ya extinta. La modernidad y las comodidades que proporciona el progreso han hecho que la navegación y la pesca de gran altura  dejen de ser una interesante y arriesgada aventura para convertirse a menudo en una simple y rutinaria actividad marítima.

 

El capitán Eustaquio Arrinda Aranburu

Hace más de cincuenta años tuve la suerte de conocer personalmente a uno de los más legendarios lobos de Euskal Herria, quizás el último ejemplar de la especie. Se llamaba Eustaquio Arrinda Aranburu y había sido el primer capitán de la también legendaria compañía bacaladera “PYSBE”, fundada en 1927 y donde también navegó el capitán debarra Antonio Andonegui. 
 
En ella realizó Eustaquio 54 campañas en aguas de Terranova a bordo de los bous Alfonso XIII (posteriormente rebautizado como Hispania), Euskalerria, Galerna, Tramontana y Abrego, buque éste último donde batió el record del mundo en pesca de bacalao.

Su hijo Anes, párroco de Deba durante más de cincuenta años, me comentó que su padre, Eustaquio, se había iniciado  en barcos de vela y que una vez, navegando en un motovelero reventaron las calderas y a punto estuvo de morir tras irse el barco a pique.

 Aunque nacido en Lekeitio, Eustaquio vivía en Deba con Anes. Su otro hijo, Donato, también sacerdote, había sido condiscípulo de mi padre en el seminario de Vitoria y entre ambos existía una gran amistad. Ello, entre otras cosas, motivó el que la relación entre los Arrinda-Albisu y los Turrillas fuese, digamos algo especial, lo que me permitió conocer de cerca y de primera mano interesantes historias sobre Eustaquio Arrinda y sobre quienes con él navegaron. Por cierto, haciendo referencia a la condición sacerdotal de sus dos hijos y a la sotana que aquellos vestían, el viejo capitán solía decir: “he tenido dos hijos y los dos con faldas”.

Puerto de Pasaia. Año 1947. Ignacia Albisu, esposa de Eustaquio Arrinda,
en el puente de mando del "Abrego".

Todavía, después de tantos años, recuerdo la imagen de Eustaquio, ya mayor, grande y torpe en el andar, merendando en el antiguo bar Mazzantini de Deba junto a otros jubilados.
Solía llevar la merienda de casa y para acompañarla pedía un vaso de vino blanco. El vaso siempre era de tubo y la medida del contenido siempre lo marcaba el mismísimo borde. A veces, si la conversación se animaba, había repetición.

Vivía con su esposa, la lazkaotarra Ignacia Albisu Sarasola, en el tercer piso de la casa del Monreal. Siempre me llamó la atención la veleta que con la silueta del bacaladero “Abrego” el viejo lobo había colocado en el balcón de casa.  

 El hecho de que Ignacia fuese de Lazkao, y la residencia del matrimonio en esa localidad antes de hacerlo en Deba, debieron influir para que, curiosamente, muchos de los tripulantes contratados por la PYSBE, a menudo baserritarras, fuesen de esa población del Goierri y de otras cercanas.
 
 
El bacaladero "Abrego" en el puerto de Pasaia.
 
También influyó la posterior residencia de la familia Arrinda-Albisu en Deba para que dos jóvenes procedentes de la localidad navarra de Mendavia, los hermanos Tomás y Antonio Aznal Sainz, fuesen contratados por la potente empresa bacaladera para embarcar en buques con destino a aguas de Terranova.

Quien primero llegó a Deba fue Tomás. Su periplo desde Mendavia a Deba es digno de relato. Eran tiempos de posguerra, tiempos muy difíciles y Tomás había ido a Salvatierra donde encontró trabajo sacando patatas. Las aspiraciones del joven estaban por encima de lo que la patata podía ofrecerle, así fue que junto a otro amigo decidieron marchar a Francia con la intención de labrarse un futuro. Sus planes quedaron abortados en el momento que decidieron pasar furtivamente el Bidasoa, ya que fueron detenidos por la guardia civil y encarcelados durante un mes en Donostia.

Grupo de marineros del bacaladero "Abrego" posan en cubierta.
Arriba, en el centro, Tomás Aznal.

Quiso el destino que sus pasos se cruzasen en la capital guipuzcoana con los de otro navarro afincado en Deba: Abdón Echavarri, quien además de regentar el bar Mazzantini, tenía un negocio de venta ambulante de patatas y carbón.
Abdón ofreció al joven de Mendavia la oportunidad de trabajar para él en la venta de esos productos. La oferta fue aceptada de inmediato por el mayor de los Aznal quien directamente pasó a residir y trabajar en Deba.

No pasó mucho tiempo, cuando cierto día, seguramente mientras merendaba en el bar Mazzantini, el capitán Arrinda preguntó a Tomás a ver si quería ganar “dinero del bueno”. Tomás respondió afirmativamente, lo que hizo no sin antes avisar a su hermano Antonio para que este le reemplazase en el negocio de Abdón. Al poco tiempo ya estaba navegando rumbo a Terranova y su hermano trabajando y residiendo en Deba.



Tomás Aznal junto a otro compañero, probablemente en el puerto de Saint Pierre (Terranova).

Según palabras de Tomás, lo más difícil de soportar era el frío. Mencionar que en aquellos tiempos las condiciones de trabajo en los barcos que faenaban en Terranova eran extremamente duras, tan duras que quienes embarcaban en los bacaladeros estaban exentos de realizar el servicio militar. Las temperaturas a menudo llegaban a 40 grados bajo cero y a veces los barcos solían quedar totalmente bloqueados por el hielo. El trabajo en cubierta hacía que las manos y los pies estuviesen a menudo a punto de congelación por lo que siempre había un gran puchero con varios litros de café con coñac  bien caliente dispuesto a actuar como “anticongelante” de los ateridos cuerpos.

Tomás comenzó a navegar con Eustaquio a bordo del “Abrego”. Según nos cuenta uno de los hijos del entonces joven navarro, el viejo lobo de mar lekeitiarra solía llamar a su protegido para que subiese al puente de mando a tomar un café, charlar y calentarse durante un rato. Tomás navegó en otro buque, probablemente el “Galerna” o el “Tramontana”, y lo hizo durante los años 53,54,55,56 y 57.

Tentado Antonio por las entonces sustanciosas ganancias en  las campañas bacaladeras de su hermano, este recurrió a Eustaquio Arrinda para que le embarcase en uno de los bous de la "PYSBE". Al poco el segundo de los Aznal seguía los pasos de Tomás rumbo a Terranova.

 Aunque navegó durante menos tiempo que su hermano mayor, lo hizo también en dos buques de la compañía, uno de ellos el “Abrego”, pero nunca coincidieron en el mismo barco.
Recuerdo haber oído a Anes cómo su padre solía decir que aquellos dos jóvenes llegados de la ribera navarra producían más a bordo de sus barcos que el resto de la tripulación.

Antonio Aznal (izquierda) y Tomás Aznal (derecha) con sus respectivas esposas Isabel Eizaguirre y Loli Iruretagoyena.

El 27 de diciembre de 1954, aprovechando una estancia en tierra, Tomás se casaba con la joven debarra Lolita Iruretagoyena.
Otro tanto haría Antonio, casándose en 1958 con la joven Isabel Izaguirre, en cuya casa de la calle Astillero se encontraba hospedado como pupilo. Con sus matrimonios, los dos hermanos de Mendavia echarían definitivamente raíces en Deba, lugar donde hoy siguen viviendo sus hijos y nietos.

Pero no fueron ellos los únicos Aznal en arribar a Deba. Posteriormente lo harían dos hermanos más: Félix y Javier. Tras un tiempo en Deba, Félix regresaba  a Mendavia;  Javier se casaría con la debarra, Pili Azpeitia, echando también raíces en esta población, donde actualmente reside. 
 

LOS PROTAGONISTAS:
. Eustaquio Arrinda nació en Lekeitio el 20 de septiembre de 1883.Comenzó a navegar con quince años y dejó de navegar a los 70. Lo hizo tras coger una grave pulmonía y ser ingresado en un hospital canadiense. Tras 55 años de mar, falleció en Deba el 4 de mayo de 1967, donde fue enterrado; tenía 84 años.     

 
Retrato de Eustaquio Arrinda Aranburu.

 
. Tomás Aznal Sainz nació en Mendavia el 21 de diciembre de 1923. Durante los años que navegó en la PYSBE (53, 54, 55, 56 y 57) lo hizo en dos buques de esa compañía. Tras dejar de navegar entró a trabajar en la cantera de la familia Aperribay y más tarde en las empresas TEM y Danobat. Murió en Deba el año 1989 con 65 años.

. Antonio Aznal Sainz nació el 5 de noviembre de 1929. Tras dejar de navegar en la PYSBE, trabajó en varias empresas de la localidad. Falleció en Deba el 28 de julio de 2012 a los 83 años de edad.

viernes, 7 de agosto de 2015

FRAY LUCAS IRURETAGOYENA



            PROTOTEÓLOGO DE LA LIBERACIÓN
            Y GUERRILLERO REVOLUCIONARIO

   EN SIERRA CRISTAL


                     
-          Introibo ad altare Dei.
Y yo, arrodillado, respondí:
-          Ad Deum qui laetificat juventutem meam.

Mientras lo hacía, me fijaba en los dedos de los pies que sobresalían de las sandalias de aquel fraile franciscano.
Yo era el monaguillo y Lucas Iruretagoyena, “el padre Lucas”, era el oficiante de aquella misa veraniega.
Muchos años después, me enteré de que aquel franciscano a quien tantas veces ayudé a misa, había desempeñado un importante papel en la revolución que se inició el 26 de julio de 1953 con el fracasado asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba y que culminó en enero 1959 con el triunfo de los barbudos revolucionarios comandados por un joven abogado llamado Fidel Castro.

Lucas Iruretagoyena nació en Deba en abril de 1921. Fue el cuarto de los nueve hijos (seis chicas y tres chicos) fruto del matrimonio usurbildarra asentado en Deba, formado por el cantero Tomás Iruretagoyena Aguirre y su esposa, Jesusa Zubeldia Lerchundi.
De joven, Lucas estudió en los seminarios franciscanos de Arantzazu, Forua y Olite y, tras ser ordenado sacerdote, fue enviado a Cuba como misionero. Allí ejerció el apostolado y se convirtió en un cubano más, hasta el punto de participar como capellán guerrillero en la revolución que derrocó la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista Zaldivar.

Aunque ya antes del golpe de Batista en marzo 1952 la situación en Cuba era insostenible, el régimen del dictador superó con creces los límites de corrupción, explotación, miseria y terror, cosa que indudablemente sirvió para que la mayor parte del pueblo, incluidos los miembros de las Iglesias  católica y protestante volcasen sus simpatías hacia el movimiento revolucionario.

Tras el desembarco en la isla del yate Granma en diciembre de 1956 con 82 expedicionarios armados y el comienzo de la guerra en Sierra Maestra, hubo sacerdotes y religiosos que sin dudarlo se prestaron voluntariamente para engrosar las filas de la guerrilla; entre ellos se encontraban los sacerdotes Guillermo Sardiñas y Angel Rivas, el franciscano Lucas Iruretagoyena y los jesuitas Cipriano Cavero y Francisco Guzmán. El debarra lo hizo con el beneplácito de Monseñor Pérez Serantes, arzobispo de Santiago de Cuba.

Otros religiosos optaron por no echarse al monte pero realizaron labores muy comprometidas y de sumo riesgo, como la ejercida por el también fraile franciscano debarra Antonio Albizu, compañero de Lucas y párroco de Manzanillo quien realizó funciones de enlace entre Fidel Castro y las guerrillas.

Todos ellos, sin saberlo, se habían convertido en precursores de una corriente social-humanista que años más tarde sería conocida como Teología de la Liberación, uno de cuyos principales postulados se basa en que la salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad de la persona.


Fotografía de Lucas Iruretagoyena con el hábito
franciscano durante su estancia en Cuba.


La vida de Lucas como guerrillero en la sierra no fue nada fácil. Encuadrado en
el frente de Sierra Cristal, comandado por Raul Castro, tuvo que sortear numerosos peligros y enfrentamientos con el enemigo, siempre en continuo movimiento a través de las frondosas montañas de la sierra. Así hasta el 1 de enero de 1959, fecha en la que oficialmente terminó la guerra y Lucas pudo volver de nuevo a San Cristóbal para reunirse con quienes habían sido sus feligreses. La revista religiosa “Unión Once”  de la que el debarra fue fundador
describía así su vuelta:

“Con el alborozo y júbilos naturales que brotan de los mejores sentimientos de un pueblo: los espontáneos, así fue recibido el Padre Lucas transformado en un “barbudo”, vistiendo el uniforme de campaña, portando espejuelos negros, gorra fidelista, llevando prendidas en la guerrera una medalla de la Virgen y una insignia del Movimiento 26 de Julio”.
En el mismo artículo se elogiaba la figura del fraile debarra “justipreciando su gesto patriótico y heroico de unirse a las fuerzas rebeldes para servir a la Revolución dándole el aporte cristiano y sacerdotal de su fe, como uno de los misioneros más connotados de Cuba, por cuya libertad supo aportar todos sus esfuerzos y exponerse a todos los peligros, lo mismo en la Sierra Cristal que en la clandestinidad desde que se inició la Revolución, salvándose milagrosamente en múltiples ocasiones de las garras de la Tiranía” .


Todavía hace unos años, los ancianos del lugar
recordaban que Lucas Iruretagoyena "lucía barba
y melena de guerrillero y ostentaba grado militar".




De la victoria al desencanto
Tras la victoria de los revolucionarios el día 1 de Enero de 1959, al inicio de la nueva etapa las relaciones entre el nuevo gobierno y la Iglesia fueron todo un alarde de concordia y buenas palabras. El primer discurso de Fidel Castro tras la victoria tuvo lugar en Santiago de Cuba la noche del 1 al 2 de enero de 1959. Por expreso deseo del hasta entonces jefe guerrillero, el arzobispo Enrique Pérez Serantes estuvo situado junto a él en el balcón del ayuntamiento de Santiago; era una forma de agradecer la labor de la iglesia en pro de la revolución.

A los pocos días Castro hacía una declaraciones a la prensa afirmando: "los católicos de Cuba han prestado su más decidida colaboración a la causa de la libertad". Y refiriéndose a la jerarquía de la Iglesia cubana lo hacía en estos términos: "Yo les digo que esta es una revolución socialista sui generis y no tienen más que fijarse en el siguiente detalle: Es la primera revolución de este tipo en todo el mundo que se inicia con el apoyo total de la Iglesia". 

Pero lo que Castro definió como una “revolución socialista sui generis” y que tan ilusionados habían apoyado religiosos como Lucas Iruretagoyena fue rápidamente derivando hacia un férreo régimen comunista en el que quedaban cercenados muchos de los derechos y libertades por los que tanto se había luchado. Sin duda alguna, en opinión de Lucas, mucha responsabilidad tuvo en ello el gobierno de Estados Unidos al imponer el bloqueo a Cuba en octubre de 1960 a raíz de las expropiaciones realizadas por el gobierno revolucionario de las propiedades de  multinacionales norteamericanas establecidas en la isla y tan vinculadas al antiguo régimen de Batista. El bloqueo sirvió para radicalizar aún más a los dirigentes cubanos quienes en 1962 autorizaron la instalación de bases de misiles nucleares soviéticos en Cuba.

Aquella nueva e inesperada situación hizo que el desencanto se apoderase de todos aquellos religiosos que había arriesgado sus vidas en pro de la dignidad de las personas y de la libertad.
El 17 de septiembre de 1961, tras ser embarcados a bordo del buque Covadonga, eran expulsados de la isla 131 sacerdotes, muchos de ellos vascos, algunos de la orden franciscana; Lucas no estaba entre ellos. Así comenzó un goteo de expulsiones que deterioró las relaciones entre iglesia y estado.



El padre Lucas, ya mayor, en el convento de Arrasate.


Lucas Iruretagoyena permaneció en Cuba hasta el año 1966. Tras su regreso a Euskal Herria residió en las comunidades franciscanas de Donostia, Arrasate y Bermeo donde llevó una vida más apacible que la que había dejado atrás. A principios de los años noventa, con motivo de sus bodas de oro sacerdotales, vio cumplido uno de sus grandes sueños: retornar como visitante a su añorada y amada Cuba donde tanto había trabajado, sufrido y luchado. Lo hizo portando numerosos regalos y dinero para ayudar a sus amigos. Cuenta su familia que no tuvo ningún problema al entrar en Cuba; ¡faltaba más!, se trataba del "compañero Iruretagoyena", un héroe de la Revolución.

El padre Lucas falleció en el convento de los Franciscanos de Bermeo en agosto de 2002.

Sirva este breve artículo para que el  nombre y la obra de Lucas Iruretagoyena Zubeldia, debarra singular y hombre bueno, sean conocidos y permanezcan vivos en la memoria de las jóvenes generaciones de debarras.