martes, 15 de septiembre de 2015

LA FUERZA DE LA PALABRA



    LA FUERZA DE LA PALABRA


El "manejo" de la palabra ha sido primordial en los estudios eclesiásticos.
En la imagen, refectorio (comedor) de un convento.
A la derecha puede apreciarse el púlpito.

La palabra en el púlpito

Recuerdo que estando en el seminario era habitual que durante las comidas en el refectorio, por supuesto en absoluto silencio, subiésemos al púlpito allí instalado para leer o declamar algún poema y mostrar así el valor de cada cual en cuestiones de dicción, retórica y oratoria.

A menudo los nervios del momento solían hacer que las palabras pronunciadas por quienes eramos jóvenes aspirantes a predicadores, nos jugasen malas pasadas, como cuando dos compañeros míos, serios como en un entierro repitieron insistentemente las palabras "caliandra" y "enanuco" en lugar de "calandria" y "eunuco". Si las hubiesen pronunciado bien el hecho habría sido intrascendente, pero las ganas y el empeño por impresionarnos que pusieron quienes las pronunciaron, hicieron que quedasen grabadas en mi memoria de por vida.

Algo parecido ocurrió cuando, esto ya en otro seminario, un joven leía desde el púlpito la vida de San Francisco y estando a punto de terminar una página el aspirante leyó: "era tal su espíritu de sacrificio que dormía sobre una vieja ".
El hecho quedó aclarado cuando al pasar página el joven seminarista tragó saliva y pronunció
la palabra "tabla".

La palabra en la mar

La fotografía, realizada en Bilbao, corresponde al año 1909. En ella aparece el capitán Eritza junto a varios alumnos en prácticas antes de zarpar en un buque de la naviera Sota & Aznar. 

Hasta principios del pasado siglo XX fueron numerosas las escuelas de náutica ubicadas en diferentes pueblos costeros de Bizkaia: Plentzia, Lekeitio, Ibarrangelu, Algorta, Bermeo, Santurtzi...  Eran otros tiempos y quienes ingresaban en ellas eran muchachos de apenas catorce años que a menudo provenían de caseríos o de familias de arrantzales.
Sobra decir que prácticamente el cien por cien de ellos eran euskoparlantes; aclaro: únicamente se expresaban en euskera.
Curiosamente tras finalizar sus estudios y comenzar a surcar como pilotos o capitanes los mares de todo el mundo, muchos de ellos se expresaban infinitamente mejor en inglés que en castellano. 

  Siendo joven tuve la suerte de tener en mis propias manos el telegrama enviado desde un buque por un capitán vasco salido de alguna de aquellas escuelas; dicho telegrama se guardaba como oro en paño en el archivo de la ya desaparecida naviera Aznar, empresa en la que realicé mis prácticas como alumno de radio.
El telegrama, enviado años antes de la última guerra civil  iba dirigido a la empresa bilbaína Sota y Aznar, fundada el año 1906. El texto del telegrama enviado por el  capitán de la nave, escueto hasta decir basta, informaba sobre la colisión de su buque contra otro. Según se desprendía del texto el hecho había tenido lugar en una zona de intenso tráfico marítimo, lo que motivó la al parecer inevitable colisión.

El texto transmitido en lenguaje morse por el oficial radiotelegrafista de abordo decía:

barco babor, barco estribor, plausta. 

A pesar del escueto texto el personal de la naviera se enteró perfectamente del siniestro sucedido. ¿Para qué andarse con monsergas?  había sucedido y ¡basta!. Los datos sobre dónde o quién fue el culpable de la colisión eran cuestiones secundarias, quedaban para ser explicados en otro momento.


La palabra entre presidentes


Presidencia de la corrida. De izquierda a derecha Sagrario Mina
(esposa de Karlos Garaikoetxea), Román Galarraga (alcalde) Karlos Garaikoetxea,
Iñaxio Odriozola (presidente de la corrida) y medio oculto Víctor  Ruiz de la Torre
(asesor taurino). Detrás los médicos Isidro G. Muriel y Faustino del Corte.

Otra demostración del poder de la palabra tuvo lugar en mi propio pueblo, Deba, el año 1982 durante las fiestas patronales de San Roke.
Sucedió durante la tercera corrida de toros, organizada ésta por el gremio de hostelería de la villa. Era habitual que la corrida del gremio de hosteleros fuese presidida por uno de sus miembros. Ese año le tocó el turno a Iñaxio Odriozola, del archiconocido y siempre recordado "Bodegón Iñaxio". 



Pero aquel año hubo algo especial: a la corrida había sido invitado el entonces lehendakari Karlos Garaikoetxea.
La noticia de que Garaikoetxea, el político más admirado por Iñaxio iba a venir a Deba y además copresidir el taurino festejo con él, fue el mejor regalo que el buen hombre pudo recibir.



El día señalado, el hostelero  esperaba con los nervios a flor de piel la llegada del coche oficial. La sorpresa fue de ordago a la grande cuando al abrirse la puerta del conductor y salir éste para abrir la puerta al lehendakari y su esposa, Iñaxio vio que el chófer era un primo suyo.
Si la alegría por la asistencia del premier vasco a la corrida era grande, el hecho de que el chófer de éste fuese su propio primo ya no se podía describir.



Más tarde, durante la corrida, ya más relajado y charlando con el lehendakari de presidente a presidente, como quien habla con un viejo amigo, Iñaxio se dirigió a éste y mostró una vez más la fuerza que tienen las palabras, no por lo que en sí representan o significan sino por la fuerza y el espíritu de quien las pronuncia:



-  ¡Ya es pues mundo como pañuelo!  ¡chófer tuyo primo mio !.