TXOMIN TXUEKA
LAS DOS CARAS DE UN FOTÓGRAFO
Cuando después de dar mil y una vueltas al mundo pensé que lo había
visto todo, estaba equivocado. Entre el muy amplio abanico de curiosos y
variopintos personajes partícipes en mi recorrido vital, había casi de todo. La lista era larga:
torturadores argentinos, revolucionarios jomeinistas, un par de archiduquesas
cuyo regio abuelo utilizaba txapela roja en la guerra y negra en casa, un
georgiano mas abertzale que Sabino Arana, un medio mafioso siciliano ciego, manco y con complejo de
Corleone, algún cura agnóstico, prostitutas devotas, monjas sin vocación, unos
pocos santos, y muchos demonios.
Pero jamás había conocido al fotógrafo de dos caras, ni visto las dos
caras de un fotógrafo.
El día en que conocí a Txomin Txueka, tras escuchar sus relatos y
contemplar parte de su obra, llegué a la conclusión de que tenía ante mí a todo
un personaje. Su personalidad mostraba la poco común impronta del verdadero
artista. Su carácter me recordaba a alguien, pero no sabía a quién. Llegué a la
conclusión de que en Txomin se encarnaban el ingenio del gran Daguerre, el
espíritu aventurero de su paisano Elkano, y el romanticismo del socialmente comprometido
misionero jesuita en la Amazonia.
Txueka y su fotografía son el contraste de la cara y la cruz, del alfa
y del omega, de la placidez y del riesgo, del mar y de la tierra, de la paz y
de la guerra, de la vida y de la muerte. Pero ante tanta disparidad, el
objetivo de su cámara Leica siempre apunta al alma del ser humano, a la cruda
realidad del día a día, al trabajo por la subsistencia y a la lucha por la
defensa de la libertad y de la vida.
Esa inquietud suya por ser testigo en primera línea de acontecimientos clave, es la culpable de que su seguridad más de una vez se haya situado justo en el filo de la navaja. Todavía recuerdo con gracia cuando me comentaba su viaje a Palestina. Su intención era realizar un reportaje sobre el jeque Ahmed Yassin, líder espiritual y fundador de la organización Hamas. Como siempre, iba por libre, sin nada planificado, sin contactos.
Ante mi pregunta de si llevaba acreditación de alguna agencia internacional de prensa, sacando su cartera me mostró un carné que escrito en euskera decía “Asociación de Fotógrafos de Prensa de Euskal Herria”.
Y mirándome a la cara me respondió: ¡Esta es mi acreditación!.
Admirado y movido por la curiosidad insistí: Pero Txomin..., cuando pudiste acceder en exclusiva al casi inaccesible Yassin, ¿En qué idioma le hablabas?, ¿En qué idioma te hablaba?
Y fijando sus ojos en los mios, me respondió con toda naturalidad: Yo le hablaba en euskera, y él me respondía en árabe. Nos entendíamos perfectamente.
Fue entonces cuando recordé un pasaje bíblico referente a los
Apóstoles, “Cada uno les oía hablar en su propia lengua”, y cuando comprendí que
el de Getaria tenía el mismo don que aquellos santos predicadores de hace dos
mil años: el don de lenguas.
La fe, el arrojo y la voluntad pueden con todo.
Editado en la revista Amalur, ejemplar nº 3, en octubre de 2006.
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