AQUELLAS
JÓVENES MAESTRAS DE LASTUR
Vista general de Lastur. Año 1958.
Fotografía de Indalecio Ojanguren.
La
escena debió ser muy parecida a la que en numerosas ocasiones hemos visto en
las películas del oeste americano: una joven y guapa maestra toca la campana
mientras los niños y niñas corren para entrar en clase.
Algo
parecido se repitió en la pequeña escuela anexa a la ermita de san Nicolás de
Lastur a donde acudían los niños y niñas de los caseríos cercanos.
En
este artículo me centraré en la actividad de esa “eskola txikia” durante las
primeras décadas posteriores a la última Guerra Civil y en dos de las entonces
jóvenes debarras que ejercieron el magisterio en ella, la primera, Irene
Aranceta Lecuona como maestra habilitada, y años después Begoña Aperribay
Lotina, ya titulada profesionalmente como maestra.
Cuando
comencé a redactar este artículo aún vivía Begoña; estaba a punto de
entrevistarle para que me contase sus vivencias como maestra rural de Lastur. Desgraciadamente
falleció el 15 de octubre pasado; una caída y una posterior complicación
tuvieron la culpa de que la entrevista no pudiera realizarse. Sirva este artículo, ahora más que antes, como
recuerdo y homenaje a nuestra querida Begoña a quien siempre tendremos en
nuestra memoria.
A la derecha, la iglesia y a la vez escuela de San
Nicolás de Lastur donde ejercieron como maestras nuestras dos protagonistas,
Irene y Begoña. A la izquierda de la fotografía “Casa Palo”, donde se
hospedaban ambas.
Pero antes que nada quisiera hacer mención a cómo durante
la guerra civil y en los años inmediatos a su finalización, de todo el
colectivo de funcionarios, el de maestros y maestras fue el más represaliado
por el franquismo.
Esa circunstancia, es decir, la falta de maestros y
maestras, obligó a que en ocasiones se hiciesen cargo de la educación en las
escuelas públicas los curas, o incluso los militares (2500 alféreces fueron
destinados a tareas docentes).
Fue precisamente la carencia de maestros y maestras lo
que también hizo que en los barrios rurales de muchas poblaciones como Deba se
habilitase generalmente como maestras a chicas de la misma población a pesar de carecer
del título de magisterio. Solían ser jóvenes que habían sobresalido por su
buena y brillante trayectoria escolar, ese es el caso de Irene Aranceta y de
Kontxita Azpeitia la “andereño Kontxita” . A Irene – madre del autor de este artículo-
tuve el placer de entrevistar para que nos contase su experiencia en la escuela
de Lastur en aquellos ya lejanos años de la postguerra. Kontxita, que ejerció
en la barriada de Arriola y también en Lastur falleció hace ya unos años
privándonos así del relato de sus de
vivencias.
La información sobre Begoña tuve que recabarla de su
familia, sobre todo de su hijo Ángel Mari y de su esposo, Ángel Iriondo. No
quisiera pasar por alto un dato de interés respecto a las escuelas rurales, y
es que en ocasiones se habilitaban como tal algunos caseríos donde una de las
habitaciones hacía de aula escolar para los parvulitos del barrio. Tal es el
caso del barrio de Arriola o el de Mardari donde según algunos testimonios una
de las habitaciones del caserío Irure cumplió en ciertos momentos funciones de
“Haur Eskola”.
Plaza de toros de Deba, década de los años cuarenta. De izquierda a derecha,
Pepita Beristain, Maritxu Peña e Irene Aranceta.
Pepita Beristain, Maritxu Peña e Irene Aranceta.
Irene nació el 26 de julio de 1928 en Oviedo. Su
nacimiento en la capital asturiana fue circunstancial ya que estuvo motivado
por la permanencia en aquella ciudad de sus padres por motivos laborales. Su
padre, el cantero Pablo Aranceta Lasagabaster era socio por entonces de la
cantera de Arronamendi, en Deba, donde se elaboraban un gran número de
adoquines con destino a las calles de numerosas ciudades del estado.
Porque de Arronamendi no solo salía la piedra y se
elaboraba el adoquín, sino que además se instalaba éste allí donde saliese una
contrata: calles, plazas, puertos, carrejos etc.
Según Irene desde muy joven, con apenas quince años, ella
acudía en los trenes de mercancías al cargadero de Arronamendi donde se
encargaba de llevar el control de las cargas de adoquines embarcados a bordo de
los vagones. Esa experiencia contable debió de servirle poco después para ser
seleccionada como maestra de Lastur. Ella misma nos lo cuenta:
Tenía
miedo de no estar a la altura, de no estar preparada para ejercer como maestra;
aquello me quedaba grande.
Recuerdo
que Gregorio Susaeta, maestro de Deba, me hizo un examen para comprobar mi
aptitud. Me quedé más tranquila cuando al ver el resultado me dijo riendo: Irene,
estas preparada de sobra; puedes ser una buena maestra.
Fue hacia 1946; tenía dieciocho años cuando se hizo cargo
de la pequeña escuela de Lastur a donde acudía los domingos y donde pasaba toda
la semana hospedada en “Casa Palo”, hasta el sábado siguiente que volvía a casa
para pasar el fin de semana.
Preguntada por sus recuerdos de entonces, nos cuenta que
fue la época de su vida que más miedo había pasado.
Cada
viaje a Lastur, era un verdadero tormento. Solía ir a pie y en el camino me
encontraba siempre con toros que andaban sueltos. Solían levantar la cabeza y
me miraban fijamente como si fuesen a embestirme. Pasaba verdadero pánico.
Pero también había momentos alegres. Nos habla de Dolores
que tuvo a su hijo Jose Mari (se refiere a Jose Mari Larrañaga “Palo”) mientras
ella era maestra en Lastur.
Cuando
nació Jose Mari, yo le cogí en brazos.
También nos habla de Agustina, la tía de Julián
Larrañaga, el marido de Dolores.
La
tía Agustina vivía con ellos en casa “Palo”. Por entonces estaba de moda una
canción titulada “Veneciana” que yo
solía cantar a menudo. A Agustina le gustaba aquella canción y cómo la cantaba
yo. Siempre me decía:
Irene:
abestu berriz “Miliziana, miliziana”. Quería decir “veneciana, veneciana”.
Euskal Jaia 2019.
Irene Aranceta y junto a ella Jose Mari Larrañaga “Palo”, el niño a quien Irene
cogió en brazos nada más nacer.
Preguntada sobre cómo era la clase y si recuerda a alguno de sus alumnos o alumnas
le traiciona la memoria.
Bueno…
sí recuerdo a la madre de Arrate Albizu (se refiere a Josefa Urteaga
que en la actualidad -2019- cuenta 85 años; del caserío Zintxiki).
A la
escuela asistían niños y niñas de todas las edades, hasta los catorce años. El
aula era la misma para todos; en la clase estaban todos juntos.
Begoña
Aperribay Lotina
Hija de Francisco Aperribay Zubiaurre y de la bizkaina natural
de Frúniz Justa Lotina Aurtenetxe, Begoña nació en Bilbao el 28 de enero de
1937, en plena guerra civil y bajo el estruendo de los bombardeos. Allí residió
durante los primeros tres años de su vida, hasta que sus padres llegaron a
Deba.
Tres generaciones:
Begoña, su madre Justa y su hija Miren.
Al contrario que Irene, Begoña estudió la carrera de
magisterio. Para ello primero tuvo que realizar el bachillerato; lo hizo por
libre y su preparador fue el recordado párroco de Deba Anes Arrinda. Los
estudios primarios los había realizado en el centro que las madres Carmelitas
Descalzas tenían en Deba.
Tras aprobar el
bachiller inició los estudios en la Escuela Normal de Magisterio de San
Sebastián, en Ategorrieta. Al poco de terminar sus estudios fue destinada a la
escuela rural de Lastur donde ejerció de maestra durante el curso 1961-1962 y
donde como era habitual entre las maestras, residía en la legendaria “Casa
Palo”, conviviendo con la familia Larrañaga.
Como era habitual por entonces, el viaje a pié a Lastur
lo realizaba por el canal de aguas, la vía más rápida, aunque en ocasiones era
su novio Ángel quien le llevaba a bordo de su moto Vespa y otras el panadero en
su vehículo de reparto.
En la imagen, Begoña en su época de maestra de Lastur.
Con ella las mujeres de “Casa Palo”. De pie, de
izquierda a derecha, Begoña, la tía Agustina, Dolores y su hija Kontxi. Sentada, la amama, José Ignacia Azpiazu.
izquierda a derecha, Begoña, la tía Agustina, Dolores y su hija Kontxi. Sentada, la amama, José Ignacia Azpiazu.
Interesados por saber quiénes pudieron ser sus alumnos en
aquella época, a pesar de tener una fotografía suya con éstos no hemos podido
averiguar quiénes son los y las jóvenes que posan en la foto. Tan solo hemos
recogido el dato de que Agustín Urain, del caserío Abeletxe fue uno de ellos.
Begoña, de rodillas, rodeada de sus alumnos y alumnas.
Como puede verse la diferencia de edad entre el alumnado es ostensible ya que
en el mismo aula se impartían las clases a todos.
Octubre de 1962. Begoña
y Ángel el día de su boda.Con ellos, los padres de Begoña, Francisco Aperribay
y Justa Lotina.
Al finalizar el curso 61-62, en octubre se casa con Ángel
Iriondo dedicándose de lleno a su familia y a la crianza de sus hijos Ángel Mari, Asís y Miren.
Más tarde retomaría de nuevo su profesión; lo haría en
Bergara en el patronato de San Miguel, un centro pionero en Gipuzkoa en la
enseñanza y educación de personas con síndrome de Down.
Begoña en su época en ARANSGI en una de las clases con niños sordomudos.
Begoña en su época en ARANSGI en una de las clases con niños sordomudos.
Poco después, en 1977, Begoña realiza un curso de
especialización en Pedagogía Terapéutica en Valladolid, recibiendo este título
en noviembre de ese año y dedicándose a la educación especial para niños y
niñas con deficiencias auditivas y en el lenguaje oral
(niños sordomudos). Lo haría en ARANSGI de Bergara. Allí trabajaría con pasión
hasta poco antes de su forzada jubilación por motivos de salud. El
agradecimiento de aquellos niños de entonces quedaría reflejado el día de su
funeral, al que acudieron varios de ellos.
Pero la vocación pedagógica de Begoña también abarcó otro
tipo de enseñanza, la religiosa, ya que durante años colaboró activamente como
catequista en la parroquia de Deba. Quienes ya peinamos canas todavía le
recordamos en aquellas labores.
Como ya se ha comentado al comienzo de este artículo, es
una pena no haber podido escuchar directamente de Begoña algunas anécdotas de
su estancia en Lastur, pero sirvan las imágenes presentadas en él como
testimonio de la ya desaparecida “eskola txikia” de Lastur y de sus jóvenes
maestras, como Begoña.
Una de las últimas fotografías de Begoña, quizás la
última. Euskal Jaia de 2019, Deba. Mientras Ángel, su esposo, levanta una falsa
piedra de 220 Kg, ella sonríe. (foto Pablo Turrillas).
Precioso artículo... Enhorabuena
ResponderEliminarTurri:Eres un crack.
Un abrazo: santi
Me ha gustado el artículo. Seria bo ito saber quienes eran los niños de la foto de la plaza de Lastur.
ResponderEliminarMe emociona leer tus artículos.....por traer a mi vida recuerdos maravillosos
ResponderEliminarGRACIAS....