lunes, 9 de diciembre de 2019


AQUELLAS JÓVENES MAESTRAS DE LASTUR



                            Vista general de Lastur. Año 1958. Fotografía de Indalecio Ojanguren.

La escena debió ser muy parecida a la que en numerosas ocasiones hemos visto en las películas del oeste americano: una joven y guapa maestra toca la campana mientras los niños y niñas corren para entrar en clase.
Algo parecido se repitió en la pequeña escuela anexa a la ermita de san Nicolás de Lastur a donde acudían los niños y niñas de los caseríos cercanos.
En este artículo me centraré en la actividad de esa “eskola txikia” durante las primeras décadas posteriores a la última Guerra Civil y en dos de las entonces jóvenes debarras que ejercieron el magisterio en ella, la primera, Irene Aranceta Lecuona como maestra habilitada, y años después Begoña Aperribay Lotina, ya titulada profesionalmente como maestra.
Cuando comencé a redactar este artículo aún vivía Begoña; estaba a punto de entrevistarle para que me contase sus vivencias como maestra rural de Lastur. Desgraciadamente falleció el 15 de octubre pasado; una caída y una posterior complicación tuvieron la culpa de que la entrevista no pudiera realizarse. Sirva este artículo, ahora más que antes, como recuerdo y homenaje a nuestra querida Begoña a quien siempre tendremos en nuestra memoria.

               

A la derecha, la iglesia y a la vez escuela de San Nicolás de Lastur donde ejercieron como maestras nuestras dos protagonistas, Irene y Begoña. A la izquierda de la fotografía “Casa Palo”, donde se hospedaban ambas.

Pero antes que nada quisiera hacer mención a cómo durante la guerra civil y en los años inmediatos a su finalización, de todo el colectivo de funcionarios, el de maestros y maestras fue el más represaliado por el franquismo.
Esa circunstancia, es decir, la falta de maestros y maestras, obligó a que en ocasiones se hiciesen cargo de la educación en las escuelas públicas los curas, o incluso los militares (2500 alféreces fueron destinados a tareas docentes).

Fue precisamente la carencia de maestros y maestras lo que también hizo que en los barrios rurales de muchas poblaciones como Deba se habilitase generalmente como maestras a chicas de la misma población a pesar de carecer del título de magisterio. Solían ser jóvenes que habían sobresalido por su buena y brillante trayectoria escolar, ese es el caso de Irene Aranceta y de Kontxita Azpeitia la “andereño Kontxita” .  A Irene – madre del autor de este artículo- tuve el placer de entrevistar para que nos contase su experiencia en la escuela de Lastur en aquellos ya lejanos años de la postguerra. Kontxita, que ejerció en la barriada de Arriola y también en Lastur falleció hace ya unos años privándonos así del relato de sus de  vivencias.

La información sobre Begoña tuve que recabarla de su familia, sobre todo de su hijo Ángel Mari y de su esposo, Ángel Iriondo. No quisiera pasar por alto un dato de interés respecto a las escuelas rurales, y es que en ocasiones se habilitaban como tal algunos caseríos donde una de las habitaciones hacía de aula escolar para los parvulitos del barrio. Tal es el caso del barrio de Arriola o el de Mardari donde según algunos testimonios una de las habitaciones del caserío Irure cumplió en ciertos momentos funciones de “Haur Eskola”.

Irene Aranceta Lecuona



                  Plaza de toros de Deba, década de los años cuarenta. De izquierda a derecha,
                                Pepita Beristain, Maritxu Peña e Irene Aranceta.
           
Irene nació el 26 de julio de 1928 en Oviedo. Su nacimiento en la capital asturiana fue circunstancial ya que estuvo motivado por la permanencia en aquella ciudad de sus padres por motivos laborales. Su padre, el cantero Pablo Aranceta Lasagabaster era socio por entonces de la cantera de Arronamendi, en Deba, donde se elaboraban un gran número de adoquines con destino a las calles de numerosas ciudades del estado.
Porque de Arronamendi no solo salía la piedra y se elaboraba el adoquín, sino que además se instalaba éste allí donde saliese una contrata: calles, plazas, puertos, carrejos etc.
Según Irene desde muy joven, con apenas quince años, ella acudía en los trenes de mercancías al cargadero de Arronamendi donde se encargaba de llevar el control de las cargas de adoquines embarcados a bordo de los vagones. Esa experiencia contable debió de servirle poco después para ser seleccionada como maestra de Lastur. Ella misma nos lo cuenta:

Tenía miedo de no estar a la altura, de no estar preparada para ejercer como maestra; aquello me quedaba grande.
Recuerdo que Gregorio Susaeta, maestro de Deba, me hizo un examen para comprobar mi aptitud. Me quedé más tranquila cuando al ver el resultado me dijo riendo: Irene, estas preparada de sobra; puedes ser una buena maestra.

Fue hacia 1946; tenía dieciocho años cuando se hizo cargo de la pequeña escuela de Lastur a donde acudía los domingos y donde pasaba toda la semana hospedada en “Casa Palo”, hasta el sábado siguiente que volvía a casa para pasar el fin de semana.
Preguntada por sus recuerdos de entonces, nos cuenta que fue la época de su vida que más miedo había pasado.

Cada viaje a Lastur, era un verdadero tormento. Solía ir a pie y en el camino me encontraba siempre con toros que andaban sueltos. Solían levantar la cabeza y me miraban fijamente como si fuesen a embestirme. Pasaba verdadero pánico.

Pero también había momentos alegres. Nos habla de Dolores que tuvo a su hijo Jose Mari (se refiere a Jose Mari Larrañaga “Palo”) mientras ella era maestra en Lastur.

Cuando nació Jose Mari, yo le cogí en brazos.

También nos habla de Agustina, la tía de Julián Larrañaga, el marido de Dolores.

La tía Agustina vivía con ellos en casa “Palo”. Por entonces estaba de moda una canción titulada “Veneciana”  que yo solía cantar a menudo. A Agustina le gustaba aquella canción y cómo la cantaba yo. Siempre me decía:
Irene: abestu berriz “Miliziana, miliziana”. Quería decir “veneciana, veneciana”.

                   
        
 Euskal Jaia 2019. Irene Aranceta y junto a ella Jose Mari Larrañaga “Palo”, el niño a quien Irene cogió en brazos nada más nacer.

Preguntada sobre cómo era la clase y  si recuerda a alguno de sus alumnos o alumnas le traiciona la memoria.

Bueno… sí recuerdo a la madre de Arrate Albizu (se refiere a Josefa Urteaga que en la actualidad -2019- cuenta 85 años; del caserío Zintxiki).
A la escuela asistían niños y niñas de todas las edades, hasta los catorce años. El aula era la misma para todos; en la clase estaban todos juntos.

                        

                        
Begoña Aperribay Lotina

Hija de Francisco Aperribay Zubiaurre y de la bizkaina natural de Frúniz Justa Lotina Aurtenetxe, Begoña nació en Bilbao el 28 de enero de 1937, en plena guerra civil y bajo el estruendo de los bombardeos. Allí residió durante los primeros tres años de su vida, hasta que sus padres llegaron a Deba.



                                                Tres  generaciones: Begoña, su madre Justa y su hija Miren.

Al contrario que Irene, Begoña estudió la carrera de magisterio. Para ello primero tuvo que realizar el bachillerato; lo hizo por libre y su preparador fue el recordado párroco de Deba Anes Arrinda. Los estudios primarios los había realizado en el centro que las madres Carmelitas Descalzas tenían en Deba.
Tras aprobar el bachiller inició los estudios en la Escuela Normal de Magisterio de San Sebastián, en Ategorrieta. Al poco de terminar sus estudios fue destinada a la escuela rural de Lastur donde ejerció de maestra durante el curso 1961-1962 y donde como era habitual entre las maestras, residía en la legendaria “Casa Palo”, conviviendo con la familia Larrañaga.

Como era habitual por entonces, el viaje a pié a Lastur lo realizaba por el canal de aguas, la vía más rápida, aunque en ocasiones era su novio Ángel quien le llevaba a bordo de su moto Vespa y otras el panadero en su vehículo de reparto.




En la imagen, Begoña en su época de maestra de Lastur. Con ella las mujeres de “Casa Palo”. De pie, de
izquierda a derecha, Begoña, la tía Agustina, Dolores y su hija Kontxi. Sentada, la amama, José Ignacia Azpiazu.

Interesados por saber quiénes pudieron ser sus alumnos en aquella época, a pesar de tener una fotografía suya con éstos no hemos podido averiguar quiénes son los y las jóvenes que posan en la foto. Tan solo hemos recogido el dato de que Agustín Urain, del caserío Abeletxe fue uno de ellos.



Begoña, de rodillas, rodeada de sus alumnos y alumnas. Como puede verse la diferencia de edad entre el alumnado es ostensible ya que en el mismo aula se impartían las clases a todos.



Octubre de 1962. Begoña y Ángel el día de su boda.Con ellos, los padres de Begoña, Francisco Aperribay y Justa Lotina.

Al finalizar el curso 61-62, en octubre se casa con Ángel Iriondo dedicándose de lleno a su familia y a la crianza de sus hijos Ángel Mari, Asís y Miren.
Más tarde retomaría de nuevo su profesión; lo haría en Bergara en el patronato de San Miguel, un centro pionero en Gipuzkoa en la enseñanza y educación de personas con síndrome de Down.



                                   Begoña en su época en ARANSGI en una de las clases con niños sordomudos.

Poco después, en 1977, Begoña realiza un curso de especialización en Pedagogía Terapéutica en Valladolid, recibiendo este título en noviembre de ese año y dedicándose a la educación especial para niños y niñas con deficiencias auditivas y en el lenguaje oral (niños sordomudos). Lo haría en ARANSGI de Bergara. Allí trabajaría con pasión hasta poco antes de su forzada jubilación por motivos de salud. El agradecimiento de aquellos niños de entonces quedaría reflejado el día de su funeral, al que acudieron varios de ellos.
Pero la vocación pedagógica de Begoña también abarcó otro tipo de enseñanza, la religiosa, ya que durante años colaboró activamente como catequista en la parroquia de Deba. Quienes ya peinamos canas todavía le recordamos en aquellas labores.
Como ya se ha comentado al comienzo de este artículo, es una pena no haber podido escuchar directamente de Begoña algunas anécdotas de su estancia en Lastur, pero sirvan las imágenes presentadas en él como testimonio de la ya desaparecida “eskola txikia” de Lastur y de sus jóvenes maestras, como Begoña.

                         

Una de las últimas fotografías de Begoña, quizás la última. Euskal Jaia de 2019, Deba. Mientras Ángel, su esposo, levanta una falsa piedra de 220 Kg, ella sonríe. (foto Pablo Turrillas).