viernes, 29 de diciembre de 2023

 

                            LA TRAGEDIA DEL "JOSE RAMÓN"

Ría de Deba, agosto de 1899. La fotografía de Policarpo Elosegui Ansola refleja una de las actividades preferidas por los veraneantes de entonces: los paseos por la ría a bordo de embarcaciones como esta trainera de pesca, y las meriendas en el desaparecido merendero de Iruroin. Hacía seis años que una trainera como ésta, la “José Ramón”, fue alcanzada por un rayo matando a cuatro de sus tripulantes. Consta que cuando acaeció la tragedia, aquella era la única trainera que quedaba en el puerto de Deba. Viendo esta fotografía de 1899, podría pensarse que la trainera que muestra la imagen pudiera ser la misma en la que hacía seis años murieron cuatro de sus tripulantes y que una vez reparada se dedicó a labores turísticas. Incluso podría pensarse que el patrón que gobierna el timón a popa pudiera ser el propio José Ramón Beitia.

 

En 1883 el Ayuntamiento de Deba respondía a un escrito del ingeniero-jefe del Crédito General de Ferrocarriles sobre unas informaciones solicitadas por éste. Gracias a la información remitida por el ayuntamiento  sabemos que ese año había tres embarcaciones dedicadas a la pesca en Deba y entre todas daban trabajo directo a 46 hombres.

Aun no había llegado a Deba el ferrocarril; lo haría diez años después, en 1893, un año precisamente marcado por la tragedia en el puerto de Deba.

Al parecer las tres embarcaciones mencionadas debían ser traineras y probablemente una de ellas era el “Jose Ramón”, cuyo armador y patrón era Jose Ramón Beitia. Probablemente se tratase de José Ramón Beitia Olave, casado con Catalina Josefa Ulacia Alcibar.

La madrugada del 14 de Junio de 1893 la trainera debarra, la única que ese año quedaba en Deba, salía de puerto a faenar como de costumbre. Era temporada de la anchoa y las trainas (redes de arrastre que dan nombre a ese tipo de embarcaciones) seguramente habrían sido revisadas y reparadas el día anterior por las mujeres de los arrantzales.

Debían llevar ya horas trabajando cuando hacia la una de la tarde se levantó una gran tormenta que causó el trágico acontecimiento.


Pero nada mejor que la noticia publicada en portada el 15 de junio por el periódico bilbaíno “El Nervión, Periódico de la Tarde” remitida por su corresponsal en Deba bajo el titular “La catástrofe de Deva”.

“… es un suceso bien doloroso, que ha causado honda sensación en este vecindario que llora la muerte de cuatro valientes y honrados pescadores , que han perecido hace pocas horas , víctimas de un rayo.

La única lancha trainera que existía en este puerto salió esta madrugada como es costumbre para la pesca de anchoa. La trainera tiene el nombre de su patrón José Ramón e iba tripulada por doce hombres.

Durante la mañana nada particular, pero a eso de la una de la tarde hallándose la trainera a media hora del puerto, se formó una nube tremenda y a poco comenzaron los truenos, por cuyo motivo los que la tripulaban se dispusieron a regresar al puerto.

Estando haciendo los preparativos cayó un rayo en la lancha y todos los que la tripulaban quedaron sin sentido y medio asfixiados. Pocos momentos después, recobraron el conocimiento unos cuantos y notaron con espanto que la trainera había sido agujereada en varios sitios, por donde penetraba el agua.

Como algunos de los tripulantes permanecían sin moverse en el fondo de la lancha trataron de despertarlos, notando entonces que cuatro de sus compañeros eran cadáveres que habían perecido a consecuencia del rayo…”

Frente a esta costa de Zakoneta-Mendata-Aitzuri en Deba, es donde tuvo lugar la tragedia del “José Ramón”.


El 18 de junio, cuatro días después de la tragedia, siendo alcalde Juan José Trecu, se reunía el pleno del Ayuntamiento debarra haciendo constar en acta el siguiente escrito:

“Seguidamente se dio cuenta de que el Sr Alcalde y Párroco habían dispuesto celebrar el día de mañana honras fúnebres en sufragio del alma de Juan Bautista Echeverria, Ignacio Echeverria, D.Jose Maria Eizaguirre y Agustín Echeverria, pescadores que a la una de la tarde del día 14 del actual perdieron su vida en la trainera llamada Jose Ramón de esta matrícula a consecuencia de una terrible tormenta que les sorprendió en el ejercicio de su penosa y arriesgada profesión y que seguidamente tratan de postular ambos a favor de las familias de las víctimas. Enterado el Ayuntamiento acordó concurrir á las honras y abrir una suscricion al objeto indicado encabezándola con ciento veinte y cinco pesetas y se invite á los Ayuntamientos cercanos y particularmente á los de la costa, asi como a la Comisión provincial por si pudiera conceder algún donativo para enjuagar las lagrimas de las tristes familias, rogando de la 1ª si vieren conveniente inicien una suscricion particular en el vecindario”.

Un dato a resaltar es el hecho de que el Ayuntamiento se dirija a los “Ayuntamientos cercanos y particularmente á los de la costa” con el objeto de recaudar fondos para ayudar a las familias de las víctimas.

Hay que tener en cuenta que por entonces aún no existían los seguros laborales y el desamparo de las familias era total en caso de accidente con  pérdida de vidas humanas, por lo que había que recurrir a la solidaridad de los pueblos cercanos. El archivo debarra guarda en sus actas varios testimonios de esa solidaridad:

El 3 de enero de 1909, el consistorio debarra atendía la petición del alcalde de Lekeitio solicitando ayuda para las familias de los ahogados en el hundimiento del vapor “San Antolín”. Se concedieron 50 pesetas.

El 24 de agosto de 1912, el ayuntamiento abría una cuenta con 100 pesetas para recaudar fondos para socorrer a las familias de las víctimas de la catástrofe marítima del Cantábrico. Los alcaldes de Bermeo y Lekeitio agradecían la ayuda.

El 12 de enero de 1913, el ayuntamiento de Hondarribia solicitaba una suscripción abierta para ayudas a las familias de los 12 hombres  víctimas del naufragio del vapor de pesca “Constantino Chiquia” acaecido el día 4 de ese mes. El ayuntamiento de Deba acordaba conceder 100 pesetas.

El 14 de febrero de 1915 el pleno debarra acordó contribuir con cincuenta pesetas a la suscripción abierta para socorrer a las familias de los cuatro náufragos del vapor “Virgen del Mar” matriculado en San Sebastián.

Son solo cuatro ejemplos de lo que por entonces era algo habitual, tanto los naufragios como las ayudas solidarias con destino a las desgraciadas familias.

 

El trágico acontecimiento del “Jose Ramón” tuvo lugar entre Deba y Zumaia y los fallecidos fueron Bautista Echeverria de 60 años, que dejaba viuda y dos hijos casados. Jose María Izaguirre de 60 años, que dejaba una hija y un nieto. Ignacio Echeverria, de 68 años, con varios hijos, todos casados, y Agustín Echeverria, un joven de 15 años hijo del bañero Casto Echeverria, muy conocido según la crónica del periódico bilbaíno “por todos los que frecuentan esta playa de baños”.

Cuenta la crónica que a duras penas el patrón consiguió doblar la peña de Zakoneta (seguramente se refiere a la peña de Aitzuri) pues la embarcación hacía agua debido a varios boquetes producidos por el rayo. Cuenta también que tras saltar el patrón al agua fueron auxiliados por los trabajadores de una cantera. Es de suponer que se refiere a la cantera de Arronamendi.

Tras darse aviso del accidente, rápidamente se organizó una expedición de auxilio que llegó al lugar a bordo de la trainera mutrikuarra “Golondrina”. A bordo de ella iban el juez municipal de Deba Jose Manuel Esnaola, el secretario Saturnino Rementeria, el médico Sr. Ostolaza y el practicante Sr. Guimón.

Además de los cuatro fallecidos resultaron heridos  Ramón Deva, con quemaduras en el muslo derecho; Castor Zulaica, que sufrió quemaduras en el brazo izquierdo y en el ojo, y Genaro Olave, herido en la mano izquierda.

Los ocho supervivientes: el patrón José Ramón Beitia, Ramón Deva, Castor Zulaica, Genaro Olave, José Galdos, Francisco Gorostola, Joaquín Urresti y Fernando Mancisidor embarcaron en Arronamendi a bordo de la trainera mutrikuarra “Golondrina” y  regresaron al puerto de Deba donde les esperaba numerosa gente. Los cuatro cadáveres fueron embarcados en otra trainera y desembarcados en la playa de Deba para posteriormente ser llevados al depósito del cementerio.

Traineras, tripulantes y ubicaciones similares a la de la tragedia del “Jose Ramón” eran frecuentes y fueron motivo de inspiración a Don Pío Baroja quien solía pasar temporadas en Deba en casa de su gran amigo Fernando del Valle Lersundi y donde precisamente se dice que comenzó a escribir su novela “Las Inquietudes de Shanti Andía”. Y no sería nada extraño pues los paisajes costeros de  Luzaro y Elguea descritos por don Pío, parecen estar sacados de Deba e Itziar.

También el breve y maravilloso relato “Ángelus” incluido por el escritor donostiarra en su obra “Vidas Sombrías” publicada en 1900, hacen pensar que Baroja se basó en hechos y escenarios como el descrito en “Ángelus”, relato que curiosamente se desarrolla en el mismo lugar donde tuvo lugar la tragedia de la trainera debarra “José Ramón”. El propio título hace referencia al Ángelus que los tripulantes de una trainera mutrikuarra rezan al escuchar en la lejanía las campanadas de la iglesia de Itziar; son las campanadas que anuncian e invitan al rezo del Ángelus. Esta breve pero magistral y maravillosa obra debería ser de obligada lectura en todos nuestros centros escolares.


Puerto de Mutriku. Tripulantes y trainera mutrikuarra de finales del siglo XIX o principios del siglo XX. Bien podría ser la “Golondrina”, embarcación que trajo a los supervivientes al puerto de Deba. El escritor Pío Baroja debió inspirarse en escenas como ésta para escribir “Ángelus”, un breve relato que debería ser de obligada lectura en nuestros centros escolares y que se desarrolla justamente donde tuvo lugar la tragedia del “José Ramón”. Detalles de esta fotografía como los hombres, las características de la embarcación, el mástil de proa, las traínas (redes), incluso el detalle del perro que les acompaña quedaron magistralmente reflejados en la obra del escritor donostiarra.

Otra imagen de la trainera mutrikuarra anterior. En ella podemos ver a los tripulantes de la trainera limpiando  la” traina” o red y sacando las últimas anchoas que han quedado enredadas en ella.

 

Bibliografía:

A.H.M.D. (Archivo Histórico Municipal de Deba) Libros de Actas de los años 1893, 1909, 1912, 1913, 1915.

“El Nervión-Periódico de la Tarde” Bilbao,15 junio 1893, 2ª edición,  (Hemeroteca).

Turrillas Aranzeta, Alex: “Deba, un Paseo por Nuestra Historia”.

Turrillas Aranzeta, Alex; “Conservas Yurrita, 150 Años de Historia y algo más”

lunes, 11 de diciembre de 2023


                        UNA HISTORIA CON DOS CARAS



El 16 de noviembre de 1930 el pueblo de Deba homenajeaba al gran filántropo republicano José Manuel Ostolaza Zabala colocando una placa de mármol en la fachada del edificio de la EBEFO (Escuela Biblioteca del Emigrante Fundación Ostolaza). Hasta entonces, la calle que transcurre ante esa fachada se había denominado calle Carnicería, pero en honor al hombre que tanto había hecho por su pueblo pasó a denominarse calle de D. José Manuel Ostolaza Zabala. Era una forma de agradecer su labor.



Deba, 1932. Visita a la EBEFO (Fundación Ostolaza) del presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. Tras él, Manuel Azaña y delante el general Queipo de Llano. Flanqueando al presidente puede apreciarse a dos jóvenes que portan banderas republicanas y lucen gorros frigios.


El 23 de septiembre de 1936 Deba es tomada por las tropas que apoyaron al entonces denominado Alzamiento Nacional,  encabezado por Francisco Franco, y el 15 de julio de 1937 el Ayuntamiento acuerda que la calle de José Manuel Ostolaza pase a denominarse “calle 23 de septiembre” para conmemorar la efeméride debarra de las tropas que apoyaron al general Franco.  Poco después el consistorio municipal quitaba la placa de la fachada de la escuela creada por don José Manuel Ostolaza y en vez de echarla a la basura tuvo una “genial idea”: darle la vuelta y grabar en el reverso  la siguiente patriótica leyenda:

España Vencedora del Comunismo en la Cruzada que Levantó este Día, Busca la Paz del Imperio por la Unidad por la Grandeza por la Libertad en el Signo de Franco el Caudillo. Arriba España. XVII XVIII XIX Julio MCMXXXVI.


La nueva placa, o mejor dicho la vieja placa reutilizada, fue colocada, primero sobre el gran balcón en la fachada noble del ayuntamiento y años después sobre el dintel de la puerta principal, en los “arkupes”, y allí estuvo hasta que llegó la democracia.

Década de 1940. Balcón del Ayuntamiento durante la fiesta del "Día del marinero". Entre el balcón y los escudos se puede apreciar la placa con la leyenda franquista; por cierto, iluminada con luces.


Puerta del Ayuntamiento situada en los "arkupes". Sobre su dintel, ahora en blanco, también estuvo colocada la placa de mármol que conmemoraba la "efeméride" franquista.

El 17 de septiembre de 1978, el nuevo Ayuntamiento democrático volvió a colocar la antigua placa en su lugar original, en el edificio de Ostolaza, por supuesto dándole de nuevo la vuelta y mostrando el texto original dedicado en 1930 a D. José Manuel Ostolaza Zabala. La calle volvió a denominarse con ese nombre.

La Ley de la Memoria Histórica, aprobada el 26 de diciembre de 2007, ordena en su Artículo 15 “la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación personal o colectiva, de la sublevación militar de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.

La placa de nuestro amigo José Manuel Ostolaza guarda en su reverso uno de esos mensajes de la “Cruzada franquista” y según la ley tendría que ir a parar al vertedero. Pero la vida al igual que nuestra placa tiene dos caras; la franquista es la cara oculta y como no se ve no nos molesta; es más, tiene su historia. Y seguro que tampoco molestaría al Sr. Ostolaza a quien con toda seguridad le haría mucha gracia esta anécdota. 


miércoles, 27 de septiembre de 2023

 

LERSUNDI, LA ESTATUA, EL CUADRO,

Y LA SRA. CONDESA


El general Francisco Lersundi Ormaechea.

No hay debarra que no se sienta orgulloso de “la alameda”, de nuestra alameda. Pero uno no puede imaginarse qué o cómo hubiese sido esta si llega a hacerse realidad la proyectada estatua en homenaje al debarra más ilustre del siglo XIX: el general Lersundi.

Tan orgulloso se sentía el ayuntamiento de la Noble y Leal en 1915 del gran benefactor de la villa, defensor de los fueros vascos, Jefe de Gobierno con Isabel II y Capitán General o lo que es lo mismo, Gobernador de Cuba, que el 31 de enero de ese año, a propuesta del Sr alcalde Guillermo Marquiegui, el consistorio aprobó por unanimidad la erección de un grandioso monumento para celebrar el centenario de su nacimiento.

La monumental estatua estaría situada frente al palacete (ya desaparecido) levantado por Lersundi entre las calles Arenal e Ifarkale, por entonces propiedad de su hija; justo frente al estanque de la alameda. Así al asomarse a la ventana, la señora condesa María Isabel, hija del ilustre militar, podría ver a su padre elevado por encima de los árboles. ¡Gloria in excelsis!

Fachada principal del palacete construido por el general Lersundi entre las calles  Ifarkale y Hondartza, frente a la alameda de Deba.


Francisco Lersundi había fallecido en Baiona en 1874, pero en 1915 el fervor de los debarras por él era aún tan intenso que el ayuntamiento estaba dispuesto a gastarse el dinero que no tenía. Y como las aspiraciones eran muchas y el dinero escaso, en el mismo acta del 31 de enero se reflejaba la formación de una “Comisión del Monumento”, entre otras cosas encargada de la puesta en marcha de un “crowdfunding” para recaudar fondos.

Para ello, el primer paso era dirigirse a la Diputación Foral de Gipuzkoa para que esta fuese soltando lo necesario para levantar tamaño monumento. Después habría que dirigirse al resto de diputaciones y ayuntamientos del país. El acta incluía también la notificación a la condesa de Lersundi, hija del prócer, del acuerdo tomado en honor y gloria de su progenitor, “Gloria del Solar Vasco”.

    

El montaje fotográfico de la estatua de Oquendo en Donostia, pero en este caso situada en la alameda de Deba, nos da una idea de las proporciones del monumento proyectado y no realizado.

Pronto llegaron las respuestas: la primera de la Diputación gipuzkoana, que tras alabar y exaltar la figura del ilustre gipuzkoano, finalizaba diciendo que cuando el ayuntamiento presentase un presupuesto y características del monumento, entonces comenzarían a hablar del tema de la subvención.

La segunda respuesta llegaba en junio de la señora hija del general Lersundi que emocionada por el detallazo del pueblo de Deba para con su padre, se lanzaba en plancha y en agradecimiento regalaba al Ayuntamiento un retrato de su padre pintado al oleo por el gran artista eibarrés Jacinto Olave. Ese mismo retrato es el que hoy podemos admirar sobre la escalinata de piedra que asciende al salón de plenos del Ayuntamiento.

Artística escalinata del ayuntamiento debarra. Sobre ella, el retrato del general Francisco Lersundi donado por su hija en agradecimiento por la iniciativa de levantar una estatua en honor a su padre.

Enseguida se puso a trabajar el consistorio, pues el 16 de mayo de ese año de 1915 ya tenía siete presupuestos; seis de ellos por un valor de veinticinco mil pesetas, y uno de veintiuna mil pesetas. 

 El 4 de julio llegaba el segundo comunicado de la Diputación; la cosa iba tomando cuerpo pues esta informaba de haber tomado un acuerdo por el que se proponía una subvención de 5000 pesetas, la misma cantidad que había concedido para la erección de la estatua de Oquendo en Donostia y de Legazpi en Zumarraga.

Y vaya, en diciembre de 1916 parece que comienza a entrar dinero en la nueva cartilla abierta para tal fin en la Caja de Ahorros Provincial:

“Rentería cincuenta pesetas, Oyarzun veinte y cinco, Ormaiztegui diez, Pasages diez, Plencia veinte y cinco, Escoriaza cincuenta, Azpeitia cien, Villafranca cien y Mondragón cincuenta”. El último día del mes Villarreal (Urretxu) se estiraba con otras veinte pesetas y el Ayuntamiento de Bilbao informaba al debarra “no poder destinar dinero alguno por su situación económica”. ¡Qué raro! Debían estar ahorrando para llevar a cabo la construcción de San Mamés y el Gugenheim.

El  25 de febrero de 1917, el ayuntamiento donostiarra enviaba 250 pesetas y poco después el de Vitoria algo más. Pero ahí se paró la burra. Lo recaudado no llegaba a 6000 pesetas y el presupuesto ascendía a 25000. ¡mal negocio!

 En 1918 habían pasado tres años desde que se iniciara el asunto de la estatua y también hacía tiempo que no había aportaciones que engrosasen la cuenta abierta para tal fin. El personal comenzaba a ponerse nervioso; algunos más que otros. Y así llegamos al pleno celebrado el 30 de junio de 1918 en el que  el superdinámico concejal Urbano Vitoria ”propuso se desistiera de su ejecución, toda vez que no se han podido recaudar fondos para ello”. La respuesta del alcalde Juan Trecu fue que “había que esperar pues estos asuntos solían ser largos y nadie se perjudica” o lo que es lo mismo: que las cosas de palacio van despacio.


Un busto en vez de una estatua.

Y así llegamos al 26 de octubre de 1919, fecha en la que se daba lectura a una moción de Urbano Vitoria: “Recordando que hace cinco años la Corporación acordó erigir una estatua al celoso defensor de los Fueros, Excmo. General Francisco Lersundi, que la suscripción pública fuera integrada de elementos del País Vasco. Considerando que es un deber de la Villa de Deva perpetuar la memoria del insigne Patricio, hijo predilecto de la Villa…” Todo eso para acabar diciendo que ya que las cantidades recaudadas no cubrían los gastos que se precisaban para la erección de la estatua, proponía hacer una modificación del proyecto: que en vez de una estatua fuese un busto, como el de Calbetón. Para ello  proponía el nombramiento de una nueva comisión para retomar el proyecto. Esta comisión debía ponerse en contacto con la Diputación, con la señora condesa de Lersundi y con los que habían participado económicamente en el crowdfunding. ¡Vaya marrón!

Asimismo el Sr concejal Urbano Vitoria proponía que el busto debía ser colocado “en el lugar que actualmente está instalada la cascada” (el estanque) y que además se suspendiese la inauguración del busto del Sr. Calbetón (ya realizado pero sin colocar) a fin de inaugurar solemnemente ambos bustos el mismo día.

¿Respuesta del Sr. Alcalde? Pues que el asunto era muy delicado y antes de proceder a tomar los acuerdos propuestos en la moción habría que visitar a la Sra. Condesa (la que había regalado el cuadro) para exponerle “las dificultades con que tropieza para llevar a cabo la erección del monumento, y ello es debido por la frialdad con que se acogió en el País Vasco el acuerdo de perpetuar la memoria del benemérito defensor de los Fueros”. ¡Menuda embajada! A ver quién era el valiente que se lo contaba a la hija del benemérito benefactor.

Se hicieron gestiones en Madrid con el conde de Romanones para sacar unas perras para los bustos de Calbetón y Lersundi, pero nada; todo fue inútil.

Pasaron los días y el concejal Sr. Ulacia volvía a la carga afirmando que ya que se había solicitado auxilio en Madrid para elevar la estatua de Lersundi, se inaugurase cuanto antes la de Calbetón.

                         

El busto de Fermín Calbetón en la alameda de Deba. Al no recaudarse fondos suficientes para la estatua de Lersundi, se proyectó realizar un busto como el de Calbetón; incluso se planificó inaugurar ambos bustos el mismo día, cosa que nunca ocurrió.


El busto de Calbetón, realizado por el gran escultor Isidoro Uribesalgo, fue solemnemente inaugurado el 21 de diciembre de 1919 a los sones del Gernikako Arbola. La estatua, o mejor el busto, del general Lersundi nunca llegó a realizarse.

Y así acabó la historia:

La condesa María Isabel Lersundi se quedó sin el cuadro de papá y sin la estatua; los generosos o temerarios participantes en el crowdfunding se quedaron sin el dinero y sin la estatua, y los debarras de ayer y de hoy nos quedamos sin poder disfrutar de la visión de un bello monumento que hubiese enriquecido la estética de nuestra querida alameda. 


Nota: Artículo publicado en el programa de fiestas de Deba. Agosto de 2023.   

 



 

                           EL TRIGO, EL PAN , LA GUERRA

                             y el gran Fermín Calbetón



El  “Ravenna” uno de los buques a bordo del cual visité numerosas veces los puertos del Mar Negro.

Hace unos meses, las noticias sobre Ucrania hacían referencia al bloqueo de los puertos ucranianos por parte de las fuerzas rusas, lo que creó de inmediato un grave problema de orden mundial. El bloqueo del cereal ucraniano, suponía el alza desorbitada de los precios de todos los alimentos, eso en el mejor de los casos; o peor aún: la muerte por hambre de miles, quizás millones de personas; como siempre, en los países más pobres.

Aún recuerdo cuando de niño el tratamiento que se daba al pan era casi sagrado; si accidentalmente caía al suelo al levantarlo se besaba. Aquel  gesto era muy simbólico y al besarlo lo hacíamos con tanta religiosidad como quien besa un objeto sagrado. Y si en alguna ocasión no finiquitábamos todo el bocadillo la amenaza de nuestros padres era siempre la misma: “Ya veréis como vuelva la guerra y tengáis que comer el pan hecho con harina mezclada con cuerdas de saco y colas de rata”. Para nosotros que éramos hijos de la posguerra aquello no era ninguna broma.

Yo que fui marino durante muchos años, tuve la suerte de conocer muy bien un gran número de puertos de la entonces Unión Soviética, tanto los del Mar Báltico como sobre todo los del Mar Negro a donde a menudo acudíamos, bien a cargar cereal, o llevándolo desde Argentina o Brasil si las cosechas soviéticas habían sido escasas o malas.

Recuerdo los puertos georgianos de Batumi y Poti; el puerto ruso de Novorossiysk, pero sobre todo el puerto ucraniano de Odesa, puerto cerealero por excelencia en el Mar Negro  a donde a menudo acudíamos a cargar grano. Era mi puerto preferido de la extinta URSS, el mejor con mucha diferencia. Espero volver allí algún día de nuevo si los hados me son propicios.

Los muelles estaban en la misma ciudad y para ir al centro tan solo teníamos que subir la gran escalinata inmortalizada en la “escena del cochecito” en la película “El acorazado Potemkin”.

La escalera nos dejaba prácticamente en el maravilloso “Teatro de Ópera y Ballet de Odesa”, donde por tan solo un dólar al cambio en el mercado negro, pude asistir a funciones de ópera como Turandot, Madame Butterfly, o Carmen, así como a la obra Don Quijote, con el ballet Boltsoi de Moscú.

Recuerdo también las veladas en los bares de Odesa y los cocteles de “champanski” (champán) con zumo de manzana siempre ornamentado con una guinda. ¡Qué tiempos aquellos!

Pero dejando de lado mis recuerdos y centrándome en el tema del pan y la guerra diré que uno de mis pasatiempos es leer las actas municipales de Deba donde siempre aparece algún dato sumamente curioso.

Uno de estos datos lo encontré en el libro de actas correspondiente al año 1915, en plena 1ª Guerra Mundial y con los campos europeos arrasados a cuenta de la guerra.

En el acta del 21 de mayo de 1915 el alcalde Guillermo Marquiegui daba cuenta de una instancia firmada por Juan Trecu en nombre de la Razón Social J.J. Trecu en  la que informaba que debido al elevado coste del trigo, motivado por la guerra, se veía obligado a subir el precio del pan, y la única forma de evitarlo era que el Ayuntamiento gestionase cerca del Gobierno “para que les sean vendidos a los suscribientes directamente 400 o 500 toneladas de trigo, de las que han de desembarcar el próximo junio en Bilbao o en Pasajes traídas por el Gobierno…” .

Tras la lectura de la instancia, el pleno acuerda hacer gestiones “para que les sean vendidos directamente a los Hijos de J.J. Trecu, fabricantes de harinas y pan de esta villa, en las mismas condiciones que el Gobierno cede al Sindicato de Harineros del Norte, 400 o 500 toneladas de trigo, cantidad necesaria para proveer de pan a Deva y pueblos colindantes, hasta la próxima cosecha”.

Marcada con una flecha, puede verse la chimenea de la fábrica de Harinas de Trecu. De esta fábrica de harinas dependían las panaderías no solo de Deba, sino también de las poblaciones colindantes.

La máquina municipal comenzó a moverse rápidamente y se nombró al secretario Luis Lasquibar comisionado para resolver el grave problema. Pero se necesitaba la influencia de alguien con prestigio y fuerza como para interceder positivamente en Madrid ante las altas instancias de Aduanas, y además con suma urgencia.

Y ese alguien no podía ser otro que Fermín Calbetón, el hombre que más favores ha hecho a todos los Ayuntamientos gipuzkoanos a lo largo de la historia; y no digamos al de Deba. Don Fermín, amén de Ministro, siempre fue un “resolutor de embajadas” es decir el que se comía todas las “embajadas” y “marrones” de los ayuntamientos gipuzkoanos.

Todo debió suceder muy rápido pues  en el siguiente pleno, celebrado el 30 de mayo de ese año, nueve días después, el alcalde (Guillermo Marquiegui) daba cuenta de que el secretario, Sr. Luis Lasquibar, comisionado por el Ayuntamiento, había ido a Madrid para gestionar el asunto junto a Juan Trecu. A su llegada a la capital les estaba esperando el Director del Ministerio de Fomento, Sr. Freijero, entrevistándose con el ministro Fermín Calbetón quien se puso a disposición de los debarras y les prometió pedir audiencia para ser recibidos al día siguiente por el  Sr. Director General de Aduanas.

 Y efectivamente, la audiencia tuvo lugar al día siguiente y a ella acudieron el secretario Lasquibar, el empresario harinero Trecu y el ministro Fermín Calbetón, siendo recibidos amablemente por el Sr. Valdés, Director General de Aduanas .  No hay nada mejor que tener un buen padrino.

Como era de esperar, el resultado de la entrevista fue el deseado, y el señor Trecu firmó allí mismo un contrato en condiciones más que ventajosas para la compra de 500 toneladas de trigo que el vapor Arratia descargaría en breve en el puerto de Pasajes.

Y la cosa no quedó ahí. Por si fuera poco, el gran ministro donostiarra desde la Dirección de Aduanas les llevó al Ministerio de Fomento donde “ recomendó con gran interés se remitiera cuanto antes al Consejo de Estado, los detalles que faltan en el expediente del Puerto (de Deba), para que pueda ser despachado y anunciarse en la Gaceta la subasta, antes del 19 de julio, fecha de vacaciones del Consejo”. Al mismo tiempo Calbetón, siempre velando por los intereses del pueblo debarra, pidió al Sr. Lasquibar transmitiese al Ayuntamiento no dejara de la mano asunto tan vital como el aumento de abastecimiento de aguas, ofreciéndose incondicionalmente a prestar su ayuda para resolver tan magna mejora.

Total, que Calbetón no solo se preocupó por el pan de los debarras sino también por las obras de su puerto, por el agua que bebían y por mil cosas más. No en vano ¡faltaba más! desde el 13 de julio de 1913 era “Hijo adoptivo y predilecto” de la villa de Deba.  ¡Santo varón!

En la imagen, marcados con flechas podemos ver a los protagonistas de esta historia. De izquierda a derecha, el secretario Luis Lasquibar, el alcalde Guillermo Marquiegui, el empresario harinero Juan Trecu, y por último el ministro de fomento Fermín Calbetón.


Nota: este artículo fue publicado en la revista DEBA, verano/uda 2023.