miércoles, 27 de septiembre de 2023

 

                           EL TRIGO, EL PAN , LA GUERRA

                             y el gran Fermín Calbetón



El  “Ravenna” uno de los buques a bordo del cual visité numerosas veces los puertos del Mar Negro.

Hace unos meses, las noticias sobre Ucrania hacían referencia al bloqueo de los puertos ucranianos por parte de las fuerzas rusas, lo que creó de inmediato un grave problema de orden mundial. El bloqueo del cereal ucraniano, suponía el alza desorbitada de los precios de todos los alimentos, eso en el mejor de los casos; o peor aún: la muerte por hambre de miles, quizás millones de personas; como siempre, en los países más pobres.

Aún recuerdo cuando de niño el tratamiento que se daba al pan era casi sagrado; si accidentalmente caía al suelo al levantarlo se besaba. Aquel  gesto era muy simbólico y al besarlo lo hacíamos con tanta religiosidad como quien besa un objeto sagrado. Y si en alguna ocasión no finiquitábamos todo el bocadillo la amenaza de nuestros padres era siempre la misma: “Ya veréis como vuelva la guerra y tengáis que comer el pan hecho con harina mezclada con cuerdas de saco y colas de rata”. Para nosotros que éramos hijos de la posguerra aquello no era ninguna broma.

Yo que fui marino durante muchos años, tuve la suerte de conocer muy bien un gran número de puertos de la entonces Unión Soviética, tanto los del Mar Báltico como sobre todo los del Mar Negro a donde a menudo acudíamos, bien a cargar cereal, o llevándolo desde Argentina o Brasil si las cosechas soviéticas habían sido escasas o malas.

Recuerdo los puertos georgianos de Batumi y Poti; el puerto ruso de Novorossiysk, pero sobre todo el puerto ucraniano de Odesa, puerto cerealero por excelencia en el Mar Negro  a donde a menudo acudíamos a cargar grano. Era mi puerto preferido de la extinta URSS, el mejor con mucha diferencia. Espero volver allí algún día de nuevo si los hados me son propicios.

Los muelles estaban en la misma ciudad y para ir al centro tan solo teníamos que subir la gran escalinata inmortalizada en la “escena del cochecito” en la película “El acorazado Potemkin”.

La escalera nos dejaba prácticamente en el maravilloso “Teatro de Ópera y Ballet de Odesa”, donde por tan solo un dólar al cambio en el mercado negro, pude asistir a funciones de ópera como Turandot, Madame Butterfly, o Carmen, así como a la obra Don Quijote, con el ballet Boltsoi de Moscú.

Recuerdo también las veladas en los bares de Odesa y los cocteles de “champanski” (champán) con zumo de manzana siempre ornamentado con una guinda. ¡Qué tiempos aquellos!

Pero dejando de lado mis recuerdos y centrándome en el tema del pan y la guerra diré que uno de mis pasatiempos es leer las actas municipales de Deba donde siempre aparece algún dato sumamente curioso.

Uno de estos datos lo encontré en el libro de actas correspondiente al año 1915, en plena 1ª Guerra Mundial y con los campos europeos arrasados a cuenta de la guerra.

En el acta del 21 de mayo de 1915 el alcalde Guillermo Marquiegui daba cuenta de una instancia firmada por Juan Trecu en nombre de la Razón Social J.J. Trecu en  la que informaba que debido al elevado coste del trigo, motivado por la guerra, se veía obligado a subir el precio del pan, y la única forma de evitarlo era que el Ayuntamiento gestionase cerca del Gobierno “para que les sean vendidos a los suscribientes directamente 400 o 500 toneladas de trigo, de las que han de desembarcar el próximo junio en Bilbao o en Pasajes traídas por el Gobierno…” .

Tras la lectura de la instancia, el pleno acuerda hacer gestiones “para que les sean vendidos directamente a los Hijos de J.J. Trecu, fabricantes de harinas y pan de esta villa, en las mismas condiciones que el Gobierno cede al Sindicato de Harineros del Norte, 400 o 500 toneladas de trigo, cantidad necesaria para proveer de pan a Deva y pueblos colindantes, hasta la próxima cosecha”.

Marcada con una flecha, puede verse la chimenea de la fábrica de Harinas de Trecu. De esta fábrica de harinas dependían las panaderías no solo de Deba, sino también de las poblaciones colindantes.

La máquina municipal comenzó a moverse rápidamente y se nombró al secretario Luis Lasquibar comisionado para resolver el grave problema. Pero se necesitaba la influencia de alguien con prestigio y fuerza como para interceder positivamente en Madrid ante las altas instancias de Aduanas, y además con suma urgencia.

Y ese alguien no podía ser otro que Fermín Calbetón, el hombre que más favores ha hecho a todos los Ayuntamientos gipuzkoanos a lo largo de la historia; y no digamos al de Deba. Don Fermín, amén de Ministro, siempre fue un “resolutor de embajadas” es decir el que se comía todas las “embajadas” y “marrones” de los ayuntamientos gipuzkoanos.

Todo debió suceder muy rápido pues  en el siguiente pleno, celebrado el 30 de mayo de ese año, nueve días después, el alcalde (Guillermo Marquiegui) daba cuenta de que el secretario, Sr. Luis Lasquibar, comisionado por el Ayuntamiento, había ido a Madrid para gestionar el asunto junto a Juan Trecu. A su llegada a la capital les estaba esperando el Director del Ministerio de Fomento, Sr. Freijero, entrevistándose con el ministro Fermín Calbetón quien se puso a disposición de los debarras y les prometió pedir audiencia para ser recibidos al día siguiente por el  Sr. Director General de Aduanas.

 Y efectivamente, la audiencia tuvo lugar al día siguiente y a ella acudieron el secretario Lasquibar, el empresario harinero Trecu y el ministro Fermín Calbetón, siendo recibidos amablemente por el Sr. Valdés, Director General de Aduanas .  No hay nada mejor que tener un buen padrino.

Como era de esperar, el resultado de la entrevista fue el deseado, y el señor Trecu firmó allí mismo un contrato en condiciones más que ventajosas para la compra de 500 toneladas de trigo que el vapor Arratia descargaría en breve en el puerto de Pasajes.

Y la cosa no quedó ahí. Por si fuera poco, el gran ministro donostiarra desde la Dirección de Aduanas les llevó al Ministerio de Fomento donde “ recomendó con gran interés se remitiera cuanto antes al Consejo de Estado, los detalles que faltan en el expediente del Puerto (de Deba), para que pueda ser despachado y anunciarse en la Gaceta la subasta, antes del 19 de julio, fecha de vacaciones del Consejo”. Al mismo tiempo Calbetón, siempre velando por los intereses del pueblo debarra, pidió al Sr. Lasquibar transmitiese al Ayuntamiento no dejara de la mano asunto tan vital como el aumento de abastecimiento de aguas, ofreciéndose incondicionalmente a prestar su ayuda para resolver tan magna mejora.

Total, que Calbetón no solo se preocupó por el pan de los debarras sino también por las obras de su puerto, por el agua que bebían y por mil cosas más. No en vano ¡faltaba más! desde el 13 de julio de 1913 era “Hijo adoptivo y predilecto” de la villa de Deba.  ¡Santo varón!

En la imagen, marcados con flechas podemos ver a los protagonistas de esta historia. De izquierda a derecha, el secretario Luis Lasquibar, el alcalde Guillermo Marquiegui, el empresario harinero Juan Trecu, y por último el ministro de fomento Fermín Calbetón.


Nota: este artículo fue publicado en la revista DEBA, verano/uda 2023.

 

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