EL TRIGO, EL PAN , LA GUERRA
y
el gran Fermín Calbetón
Hace unos meses, las noticias sobre Ucrania hacían
referencia al bloqueo de los puertos ucranianos por parte de las fuerzas rusas,
lo que creó de inmediato un grave problema de orden mundial. El bloqueo del
cereal ucraniano, suponía el alza desorbitada de los precios de todos los
alimentos, eso en el mejor de los casos; o peor aún: la muerte por hambre de
miles, quizás millones de personas; como siempre, en los países más pobres.
Aún recuerdo cuando de niño el tratamiento que se daba al
pan era casi sagrado; si accidentalmente caía al suelo al levantarlo se besaba.
Aquel gesto era muy simbólico y al
besarlo lo hacíamos con tanta religiosidad como quien besa un objeto sagrado. Y
si en alguna ocasión no finiquitábamos todo el bocadillo la amenaza de nuestros
padres era siempre la misma: “Ya veréis como vuelva la guerra y tengáis que
comer el pan hecho con harina mezclada con cuerdas de saco y colas de rata”.
Para nosotros que éramos hijos de la posguerra aquello no era ninguna broma.
Yo que fui marino durante muchos años, tuve la suerte de
conocer muy bien un gran número de puertos de la entonces Unión Soviética,
tanto los del Mar Báltico como sobre todo los del Mar Negro a donde a menudo
acudíamos, bien a cargar cereal, o llevándolo desde Argentina o Brasil si las
cosechas soviéticas habían sido escasas o malas.
Recuerdo los puertos georgianos de Batumi y Poti; el
puerto ruso de Novorossiysk, pero sobre todo el puerto ucraniano de Odesa,
puerto cerealero por excelencia en el Mar Negro a donde a menudo acudíamos a cargar grano. Era
mi puerto preferido de la extinta URSS, el mejor con mucha diferencia. Espero
volver allí algún día de nuevo si los hados me son propicios.
Los muelles estaban en la misma ciudad y para ir al
centro tan solo teníamos que subir la gran escalinata inmortalizada en la
“escena del cochecito” en la película “El acorazado Potemkin”.
La escalera nos dejaba prácticamente en el maravilloso “Teatro
de Ópera y Ballet de Odesa”, donde por tan solo un dólar al cambio en el
mercado negro, pude asistir a funciones de ópera como Turandot, Madame
Butterfly, o Carmen, así como a la obra Don Quijote, con el ballet Boltsoi de
Moscú.
Recuerdo también las veladas en los bares de Odesa y los
cocteles de “champanski” (champán) con zumo de manzana siempre ornamentado con
una guinda. ¡Qué tiempos aquellos!
Pero dejando de lado mis recuerdos y centrándome en el
tema del pan y la guerra diré que uno de mis pasatiempos es leer las actas
municipales de Deba donde siempre aparece algún dato sumamente curioso.
Uno de estos datos lo encontré en el libro de actas correspondiente
al año 1915, en plena 1ª Guerra Mundial y con los campos europeos arrasados a
cuenta de la guerra.
En el acta del 21 de mayo de 1915 el alcalde Guillermo Marquiegui
daba cuenta de una instancia firmada por Juan Trecu en nombre de la Razón
Social J.J. Trecu en la que informaba
que debido al elevado coste del trigo, motivado por la guerra, se veía obligado a
subir el precio del pan, y la única forma de evitarlo era que el Ayuntamiento
gestionase cerca del Gobierno “para que
les sean vendidos a los suscribientes directamente 400 o 500 toneladas de
trigo, de las que han de desembarcar el próximo junio en Bilbao o en Pasajes
traídas por el Gobierno…” .
Tras la lectura de la instancia, el pleno acuerda hacer
gestiones “para que les sean vendidos
directamente a los Hijos de J.J. Trecu, fabricantes de harinas y pan de esta
villa, en las mismas condiciones que el Gobierno cede al Sindicato de Harineros
del Norte, 400 o 500 toneladas de trigo, cantidad necesaria para proveer de pan
a Deva y pueblos colindantes, hasta la próxima cosecha”.
Marcada con una flecha, puede verse la chimenea de la fábrica de Harinas de Trecu. De esta fábrica de harinas dependían las panaderías no solo de Deba, sino también de las poblaciones colindantes.
La máquina municipal comenzó a moverse rápidamente y se
nombró al secretario Luis Lasquibar comisionado para resolver el grave
problema. Pero se necesitaba la influencia de alguien con prestigio y fuerza
como para interceder positivamente en Madrid ante las altas instancias de
Aduanas, y además con suma urgencia.
Y ese alguien no podía ser otro que Fermín Calbetón, el
hombre que más favores ha hecho a todos los Ayuntamientos gipuzkoanos a lo
largo de la historia; y no digamos al de Deba. Don Fermín, amén de Ministro,
siempre fue un “resolutor de embajadas” es decir el que se comía todas las
“embajadas” y “marrones” de los ayuntamientos gipuzkoanos.
Todo debió suceder muy rápido pues en el siguiente pleno, celebrado el 30 de mayo
de ese año, nueve días después, el alcalde (Guillermo Marquiegui) daba cuenta
de que el secretario, Sr. Luis Lasquibar, comisionado por el Ayuntamiento,
había ido a Madrid para gestionar el asunto junto a Juan Trecu. A su llegada a
la capital les estaba esperando el Director del Ministerio de Fomento, Sr. Freijero,
entrevistándose con el ministro Fermín Calbetón quien se puso a disposición de
los debarras y les prometió pedir audiencia para ser recibidos al día siguiente
por el Sr. Director General de Aduanas.
Y efectivamente,
la audiencia tuvo lugar al día siguiente y a ella acudieron el secretario
Lasquibar, el empresario harinero Trecu y el ministro Fermín Calbetón, siendo
recibidos amablemente por el Sr. Valdés, Director General de Aduanas . No hay nada mejor que tener un buen padrino.
Como era de esperar, el resultado de la entrevista fue el
deseado, y el señor Trecu firmó allí mismo un contrato en condiciones más que
ventajosas para la compra de 500 toneladas de trigo que el vapor Arratia
descargaría en breve en el puerto de Pasajes.
Y la cosa no quedó ahí. Por si fuera poco, el gran
ministro donostiarra desde la Dirección de Aduanas les llevó al Ministerio de
Fomento donde “ recomendó con gran interés se remitiera cuanto antes al Consejo de
Estado, los detalles que faltan en el expediente del Puerto (de Deba), para que pueda ser despachado y anunciarse
en la Gaceta la subasta, antes del 19 de julio, fecha de vacaciones del
Consejo”. Al mismo tiempo Calbetón, siempre velando por los intereses
del pueblo debarra, pidió al Sr. Lasquibar transmitiese al Ayuntamiento no
dejara de la mano asunto tan vital como el aumento de abastecimiento de aguas,
ofreciéndose incondicionalmente a prestar su ayuda para resolver tan magna
mejora.
Total, que Calbetón no solo se preocupó por el pan de los
debarras sino también por las obras de su puerto, por el agua que bebían y por mil
cosas más. No en vano ¡faltaba más! desde el 13 de julio de 1913 era “Hijo
adoptivo y predilecto” de la villa de Deba. ¡Santo
varón!
En la imagen, marcados con flechas podemos ver a los protagonistas de esta historia. De izquierda a derecha, el secretario Luis Lasquibar, el alcalde Guillermo Marquiegui, el empresario harinero Juan Trecu, y por último el ministro de fomento Fermín Calbetón.
Nota: este artículo fue publicado en la revista DEBA, verano/uda 2023.
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