miércoles, 27 de septiembre de 2023

 

LERSUNDI, LA ESTATUA, EL CUADRO,

Y LA SRA. CONDESA


El general Francisco Lersundi Ormaechea.

No hay debarra que no se sienta orgulloso de “la alameda”, de nuestra alameda. Pero uno no puede imaginarse qué o cómo hubiese sido esta si llega a hacerse realidad la proyectada estatua en homenaje al debarra más ilustre del siglo XIX: el general Lersundi.

Tan orgulloso se sentía el ayuntamiento de la Noble y Leal en 1915 del gran benefactor de la villa, defensor de los fueros vascos, Jefe de Gobierno con Isabel II y Capitán General o lo que es lo mismo, Gobernador de Cuba, que el 31 de enero de ese año, a propuesta del Sr alcalde Guillermo Marquiegui, el consistorio aprobó por unanimidad la erección de un grandioso monumento para celebrar el centenario de su nacimiento.

La monumental estatua estaría situada frente al palacete (ya desaparecido) levantado por Lersundi entre las calles Arenal e Ifarkale, por entonces propiedad de su hija; justo frente al estanque de la alameda. Así al asomarse a la ventana, la señora condesa María Isabel, hija del ilustre militar, podría ver a su padre elevado por encima de los árboles. ¡Gloria in excelsis!

Fachada principal del palacete construido por el general Lersundi entre las calles  Ifarkale y Hondartza, frente a la alameda de Deba.


Francisco Lersundi había fallecido en Baiona en 1874, pero en 1915 el fervor de los debarras por él era aún tan intenso que el ayuntamiento estaba dispuesto a gastarse el dinero que no tenía. Y como las aspiraciones eran muchas y el dinero escaso, en el mismo acta del 31 de enero se reflejaba la formación de una “Comisión del Monumento”, entre otras cosas encargada de la puesta en marcha de un “crowdfunding” para recaudar fondos.

Para ello, el primer paso era dirigirse a la Diputación Foral de Gipuzkoa para que esta fuese soltando lo necesario para levantar tamaño monumento. Después habría que dirigirse al resto de diputaciones y ayuntamientos del país. El acta incluía también la notificación a la condesa de Lersundi, hija del prócer, del acuerdo tomado en honor y gloria de su progenitor, “Gloria del Solar Vasco”.

    

El montaje fotográfico de la estatua de Oquendo en Donostia, pero en este caso situada en la alameda de Deba, nos da una idea de las proporciones del monumento proyectado y no realizado.

Pronto llegaron las respuestas: la primera de la Diputación gipuzkoana, que tras alabar y exaltar la figura del ilustre gipuzkoano, finalizaba diciendo que cuando el ayuntamiento presentase un presupuesto y características del monumento, entonces comenzarían a hablar del tema de la subvención.

La segunda respuesta llegaba en junio de la señora hija del general Lersundi que emocionada por el detallazo del pueblo de Deba para con su padre, se lanzaba en plancha y en agradecimiento regalaba al Ayuntamiento un retrato de su padre pintado al oleo por el gran artista eibarrés Jacinto Olave. Ese mismo retrato es el que hoy podemos admirar sobre la escalinata de piedra que asciende al salón de plenos del Ayuntamiento.

Artística escalinata del ayuntamiento debarra. Sobre ella, el retrato del general Francisco Lersundi donado por su hija en agradecimiento por la iniciativa de levantar una estatua en honor a su padre.

Enseguida se puso a trabajar el consistorio, pues el 16 de mayo de ese año de 1915 ya tenía siete presupuestos; seis de ellos por un valor de veinticinco mil pesetas, y uno de veintiuna mil pesetas. 

 El 4 de julio llegaba el segundo comunicado de la Diputación; la cosa iba tomando cuerpo pues esta informaba de haber tomado un acuerdo por el que se proponía una subvención de 5000 pesetas, la misma cantidad que había concedido para la erección de la estatua de Oquendo en Donostia y de Legazpi en Zumarraga.

Y vaya, en diciembre de 1916 parece que comienza a entrar dinero en la nueva cartilla abierta para tal fin en la Caja de Ahorros Provincial:

“Rentería cincuenta pesetas, Oyarzun veinte y cinco, Ormaiztegui diez, Pasages diez, Plencia veinte y cinco, Escoriaza cincuenta, Azpeitia cien, Villafranca cien y Mondragón cincuenta”. El último día del mes Villarreal (Urretxu) se estiraba con otras veinte pesetas y el Ayuntamiento de Bilbao informaba al debarra “no poder destinar dinero alguno por su situación económica”. ¡Qué raro! Debían estar ahorrando para llevar a cabo la construcción de San Mamés y el Gugenheim.

El  25 de febrero de 1917, el ayuntamiento donostiarra enviaba 250 pesetas y poco después el de Vitoria algo más. Pero ahí se paró la burra. Lo recaudado no llegaba a 6000 pesetas y el presupuesto ascendía a 25000. ¡mal negocio!

 En 1918 habían pasado tres años desde que se iniciara el asunto de la estatua y también hacía tiempo que no había aportaciones que engrosasen la cuenta abierta para tal fin. El personal comenzaba a ponerse nervioso; algunos más que otros. Y así llegamos al pleno celebrado el 30 de junio de 1918 en el que  el superdinámico concejal Urbano Vitoria ”propuso se desistiera de su ejecución, toda vez que no se han podido recaudar fondos para ello”. La respuesta del alcalde Juan Trecu fue que “había que esperar pues estos asuntos solían ser largos y nadie se perjudica” o lo que es lo mismo: que las cosas de palacio van despacio.


Un busto en vez de una estatua.

Y así llegamos al 26 de octubre de 1919, fecha en la que se daba lectura a una moción de Urbano Vitoria: “Recordando que hace cinco años la Corporación acordó erigir una estatua al celoso defensor de los Fueros, Excmo. General Francisco Lersundi, que la suscripción pública fuera integrada de elementos del País Vasco. Considerando que es un deber de la Villa de Deva perpetuar la memoria del insigne Patricio, hijo predilecto de la Villa…” Todo eso para acabar diciendo que ya que las cantidades recaudadas no cubrían los gastos que se precisaban para la erección de la estatua, proponía hacer una modificación del proyecto: que en vez de una estatua fuese un busto, como el de Calbetón. Para ello  proponía el nombramiento de una nueva comisión para retomar el proyecto. Esta comisión debía ponerse en contacto con la Diputación, con la señora condesa de Lersundi y con los que habían participado económicamente en el crowdfunding. ¡Vaya marrón!

Asimismo el Sr concejal Urbano Vitoria proponía que el busto debía ser colocado “en el lugar que actualmente está instalada la cascada” (el estanque) y que además se suspendiese la inauguración del busto del Sr. Calbetón (ya realizado pero sin colocar) a fin de inaugurar solemnemente ambos bustos el mismo día.

¿Respuesta del Sr. Alcalde? Pues que el asunto era muy delicado y antes de proceder a tomar los acuerdos propuestos en la moción habría que visitar a la Sra. Condesa (la que había regalado el cuadro) para exponerle “las dificultades con que tropieza para llevar a cabo la erección del monumento, y ello es debido por la frialdad con que se acogió en el País Vasco el acuerdo de perpetuar la memoria del benemérito defensor de los Fueros”. ¡Menuda embajada! A ver quién era el valiente que se lo contaba a la hija del benemérito benefactor.

Se hicieron gestiones en Madrid con el conde de Romanones para sacar unas perras para los bustos de Calbetón y Lersundi, pero nada; todo fue inútil.

Pasaron los días y el concejal Sr. Ulacia volvía a la carga afirmando que ya que se había solicitado auxilio en Madrid para elevar la estatua de Lersundi, se inaugurase cuanto antes la de Calbetón.

                         

El busto de Fermín Calbetón en la alameda de Deba. Al no recaudarse fondos suficientes para la estatua de Lersundi, se proyectó realizar un busto como el de Calbetón; incluso se planificó inaugurar ambos bustos el mismo día, cosa que nunca ocurrió.


El busto de Calbetón, realizado por el gran escultor Isidoro Uribesalgo, fue solemnemente inaugurado el 21 de diciembre de 1919 a los sones del Gernikako Arbola. La estatua, o mejor el busto, del general Lersundi nunca llegó a realizarse.

Y así acabó la historia:

La condesa María Isabel Lersundi se quedó sin el cuadro de papá y sin la estatua; los generosos o temerarios participantes en el crowdfunding se quedaron sin el dinero y sin la estatua, y los debarras de ayer y de hoy nos quedamos sin poder disfrutar de la visión de un bello monumento que hubiese enriquecido la estética de nuestra querida alameda. 


Nota: Artículo publicado en el programa de fiestas de Deba. Agosto de 2023.   

 



 

                           EL TRIGO, EL PAN , LA GUERRA

                             y el gran Fermín Calbetón



El  “Ravenna” uno de los buques a bordo del cual visité numerosas veces los puertos del Mar Negro.

Hace unos meses, las noticias sobre Ucrania hacían referencia al bloqueo de los puertos ucranianos por parte de las fuerzas rusas, lo que creó de inmediato un grave problema de orden mundial. El bloqueo del cereal ucraniano, suponía el alza desorbitada de los precios de todos los alimentos, eso en el mejor de los casos; o peor aún: la muerte por hambre de miles, quizás millones de personas; como siempre, en los países más pobres.

Aún recuerdo cuando de niño el tratamiento que se daba al pan era casi sagrado; si accidentalmente caía al suelo al levantarlo se besaba. Aquel  gesto era muy simbólico y al besarlo lo hacíamos con tanta religiosidad como quien besa un objeto sagrado. Y si en alguna ocasión no finiquitábamos todo el bocadillo la amenaza de nuestros padres era siempre la misma: “Ya veréis como vuelva la guerra y tengáis que comer el pan hecho con harina mezclada con cuerdas de saco y colas de rata”. Para nosotros que éramos hijos de la posguerra aquello no era ninguna broma.

Yo que fui marino durante muchos años, tuve la suerte de conocer muy bien un gran número de puertos de la entonces Unión Soviética, tanto los del Mar Báltico como sobre todo los del Mar Negro a donde a menudo acudíamos, bien a cargar cereal, o llevándolo desde Argentina o Brasil si las cosechas soviéticas habían sido escasas o malas.

Recuerdo los puertos georgianos de Batumi y Poti; el puerto ruso de Novorossiysk, pero sobre todo el puerto ucraniano de Odesa, puerto cerealero por excelencia en el Mar Negro  a donde a menudo acudíamos a cargar grano. Era mi puerto preferido de la extinta URSS, el mejor con mucha diferencia. Espero volver allí algún día de nuevo si los hados me son propicios.

Los muelles estaban en la misma ciudad y para ir al centro tan solo teníamos que subir la gran escalinata inmortalizada en la “escena del cochecito” en la película “El acorazado Potemkin”.

La escalera nos dejaba prácticamente en el maravilloso “Teatro de Ópera y Ballet de Odesa”, donde por tan solo un dólar al cambio en el mercado negro, pude asistir a funciones de ópera como Turandot, Madame Butterfly, o Carmen, así como a la obra Don Quijote, con el ballet Boltsoi de Moscú.

Recuerdo también las veladas en los bares de Odesa y los cocteles de “champanski” (champán) con zumo de manzana siempre ornamentado con una guinda. ¡Qué tiempos aquellos!

Pero dejando de lado mis recuerdos y centrándome en el tema del pan y la guerra diré que uno de mis pasatiempos es leer las actas municipales de Deba donde siempre aparece algún dato sumamente curioso.

Uno de estos datos lo encontré en el libro de actas correspondiente al año 1915, en plena 1ª Guerra Mundial y con los campos europeos arrasados a cuenta de la guerra.

En el acta del 21 de mayo de 1915 el alcalde Guillermo Marquiegui daba cuenta de una instancia firmada por Juan Trecu en nombre de la Razón Social J.J. Trecu en  la que informaba que debido al elevado coste del trigo, motivado por la guerra, se veía obligado a subir el precio del pan, y la única forma de evitarlo era que el Ayuntamiento gestionase cerca del Gobierno “para que les sean vendidos a los suscribientes directamente 400 o 500 toneladas de trigo, de las que han de desembarcar el próximo junio en Bilbao o en Pasajes traídas por el Gobierno…” .

Tras la lectura de la instancia, el pleno acuerda hacer gestiones “para que les sean vendidos directamente a los Hijos de J.J. Trecu, fabricantes de harinas y pan de esta villa, en las mismas condiciones que el Gobierno cede al Sindicato de Harineros del Norte, 400 o 500 toneladas de trigo, cantidad necesaria para proveer de pan a Deva y pueblos colindantes, hasta la próxima cosecha”.

Marcada con una flecha, puede verse la chimenea de la fábrica de Harinas de Trecu. De esta fábrica de harinas dependían las panaderías no solo de Deba, sino también de las poblaciones colindantes.

La máquina municipal comenzó a moverse rápidamente y se nombró al secretario Luis Lasquibar comisionado para resolver el grave problema. Pero se necesitaba la influencia de alguien con prestigio y fuerza como para interceder positivamente en Madrid ante las altas instancias de Aduanas, y además con suma urgencia.

Y ese alguien no podía ser otro que Fermín Calbetón, el hombre que más favores ha hecho a todos los Ayuntamientos gipuzkoanos a lo largo de la historia; y no digamos al de Deba. Don Fermín, amén de Ministro, siempre fue un “resolutor de embajadas” es decir el que se comía todas las “embajadas” y “marrones” de los ayuntamientos gipuzkoanos.

Todo debió suceder muy rápido pues  en el siguiente pleno, celebrado el 30 de mayo de ese año, nueve días después, el alcalde (Guillermo Marquiegui) daba cuenta de que el secretario, Sr. Luis Lasquibar, comisionado por el Ayuntamiento, había ido a Madrid para gestionar el asunto junto a Juan Trecu. A su llegada a la capital les estaba esperando el Director del Ministerio de Fomento, Sr. Freijero, entrevistándose con el ministro Fermín Calbetón quien se puso a disposición de los debarras y les prometió pedir audiencia para ser recibidos al día siguiente por el  Sr. Director General de Aduanas.

 Y efectivamente, la audiencia tuvo lugar al día siguiente y a ella acudieron el secretario Lasquibar, el empresario harinero Trecu y el ministro Fermín Calbetón, siendo recibidos amablemente por el Sr. Valdés, Director General de Aduanas .  No hay nada mejor que tener un buen padrino.

Como era de esperar, el resultado de la entrevista fue el deseado, y el señor Trecu firmó allí mismo un contrato en condiciones más que ventajosas para la compra de 500 toneladas de trigo que el vapor Arratia descargaría en breve en el puerto de Pasajes.

Y la cosa no quedó ahí. Por si fuera poco, el gran ministro donostiarra desde la Dirección de Aduanas les llevó al Ministerio de Fomento donde “ recomendó con gran interés se remitiera cuanto antes al Consejo de Estado, los detalles que faltan en el expediente del Puerto (de Deba), para que pueda ser despachado y anunciarse en la Gaceta la subasta, antes del 19 de julio, fecha de vacaciones del Consejo”. Al mismo tiempo Calbetón, siempre velando por los intereses del pueblo debarra, pidió al Sr. Lasquibar transmitiese al Ayuntamiento no dejara de la mano asunto tan vital como el aumento de abastecimiento de aguas, ofreciéndose incondicionalmente a prestar su ayuda para resolver tan magna mejora.

Total, que Calbetón no solo se preocupó por el pan de los debarras sino también por las obras de su puerto, por el agua que bebían y por mil cosas más. No en vano ¡faltaba más! desde el 13 de julio de 1913 era “Hijo adoptivo y predilecto” de la villa de Deba.  ¡Santo varón!

En la imagen, marcados con flechas podemos ver a los protagonistas de esta historia. De izquierda a derecha, el secretario Luis Lasquibar, el alcalde Guillermo Marquiegui, el empresario harinero Juan Trecu, y por último el ministro de fomento Fermín Calbetón.


Nota: este artículo fue publicado en la revista DEBA, verano/uda 2023.