LERSUNDI, LA ESTATUA, EL CUADRO,
Y LA SRA. CONDESA
Tan
orgulloso se sentía el ayuntamiento de la Noble y Leal en 1915 del gran benefactor
de la villa, defensor de los fueros vascos, Jefe de Gobierno con Isabel II y
Capitán General o lo que es lo mismo, Gobernador de Cuba, que el 31 de enero de
ese año, a propuesta del Sr alcalde Guillermo Marquiegui, el consistorio aprobó
por unanimidad la erección de un grandioso monumento para celebrar el
centenario de su nacimiento.
La
monumental estatua estaría situada frente al palacete (ya desaparecido) levantado
por Lersundi entre las calles Arenal e Ifarkale, por entonces propiedad de su
hija; justo frente al estanque de la alameda. Así al asomarse a la ventana, la
señora condesa María Isabel, hija del ilustre militar, podría ver a su padre
elevado por encima de los árboles. ¡Gloria in excelsis!
Francisco
Lersundi había fallecido en Baiona en 1874, pero en 1915 el fervor de los debarras
por él era aún tan intenso que el ayuntamiento estaba dispuesto a gastarse el
dinero que no tenía. Y como las aspiraciones eran muchas y el dinero escaso, en
el mismo acta del 31 de enero se reflejaba la formación de una “Comisión del Monumento”,
entre otras cosas encargada de la puesta en marcha de un “crowdfunding” para
recaudar fondos.
Para ello,
el primer paso era dirigirse a la Diputación Foral de Gipuzkoa para que esta
fuese soltando lo necesario para levantar tamaño monumento. Después habría que
dirigirse al resto de diputaciones y ayuntamientos del país. El acta incluía
también la notificación a la condesa de Lersundi, hija del prócer, del acuerdo
tomado en honor y gloria de su progenitor, “Gloria del Solar Vasco”.
Pronto
llegaron las respuestas: la primera de la Diputación gipuzkoana, que tras
alabar y exaltar la figura del ilustre gipuzkoano, finalizaba diciendo que
cuando el ayuntamiento presentase un presupuesto y características del
monumento, entonces comenzarían a hablar del tema de la subvención.
La segunda
respuesta llegaba en junio de la señora hija del general Lersundi que
emocionada por el detallazo del pueblo de Deba para con su padre, se lanzaba en
plancha y en agradecimiento regalaba al Ayuntamiento un retrato de su padre
pintado al oleo por el gran artista eibarrés Jacinto Olave. Ese mismo retrato
es el que hoy podemos admirar sobre la escalinata de piedra que asciende al
salón de plenos del Ayuntamiento.
Enseguida se
puso a trabajar el consistorio, pues el 16 de mayo de ese año de 1915 ya tenía
siete presupuestos; seis de ellos por un valor de veinticinco mil pesetas, y
uno de veintiuna mil pesetas.
Y vaya, en
diciembre de 1916 parece que comienza a entrar dinero en la nueva cartilla
abierta para tal fin en la Caja de Ahorros Provincial:
“Rentería
cincuenta pesetas, Oyarzun veinte y cinco, Ormaiztegui diez, Pasages diez,
Plencia veinte y cinco, Escoriaza cincuenta, Azpeitia cien, Villafranca cien y
Mondragón cincuenta”. El último día del mes Villarreal (Urretxu) se estiraba
con otras veinte pesetas y el Ayuntamiento de Bilbao informaba al debarra “no poder destinar dinero alguno por su
situación económica”. ¡Qué raro! Debían estar ahorrando para llevar a cabo
la construcción de San Mamés y el Gugenheim.
El 25 de febrero de 1917, el ayuntamiento
donostiarra enviaba 250 pesetas y poco después el de Vitoria algo más. Pero ahí
se paró la burra. Lo recaudado no llegaba a 6000 pesetas y el presupuesto
ascendía a 25000. ¡mal negocio!
En 1918 habían pasado tres años desde que se iniciara el asunto de la estatua y también hacía tiempo que no había aportaciones que engrosasen la cuenta abierta para tal fin. El personal comenzaba a ponerse nervioso; algunos más que otros. Y así llegamos al pleno celebrado el 30 de junio de 1918 en el que el superdinámico concejal Urbano Vitoria ”propuso se desistiera de su ejecución, toda vez que no se han podido recaudar fondos para ello”. La respuesta del alcalde Juan Trecu fue que “había que esperar pues estos asuntos solían ser largos y nadie se perjudica” o lo que es lo mismo: que las cosas de palacio van despacio.
Un busto en vez de una estatua.
Y así
llegamos al 26 de octubre de 1919, fecha en la que se
daba lectura a una moción de Urbano Vitoria: “Recordando que hace cinco años la Corporación acordó erigir una
estatua al celoso defensor de los Fueros, Excmo. General Francisco Lersundi,
que la suscripción pública fuera integrada de elementos del País Vasco.
Considerando que es un deber de la Villa de Deva perpetuar la memoria del
insigne Patricio, hijo predilecto de la Villa…” Todo eso para acabar
diciendo que ya que las cantidades recaudadas no cubrían los gastos que se
precisaban para la erección de la estatua, proponía hacer una modificación del
proyecto: que en vez de una estatua fuese un busto, como el de Calbetón. Para
ello proponía el nombramiento de una
nueva comisión para retomar el proyecto. Esta comisión debía ponerse en
contacto con la Diputación, con la señora condesa de Lersundi y con los que
habían participado económicamente en el crowdfunding. ¡Vaya marrón!
Asimismo el
Sr concejal Urbano Vitoria proponía que el busto debía ser colocado “en el lugar que actualmente está instalada
la cascada” (el estanque) y que además se suspendiese la inauguración del
busto del Sr. Calbetón (ya realizado pero sin colocar) a fin de inaugurar
solemnemente ambos bustos el mismo día.
¿Respuesta
del Sr. Alcalde? Pues que el asunto era muy delicado y antes de proceder a
tomar los acuerdos propuestos en la moción habría que visitar a la Sra. Condesa
(la que había regalado el cuadro) para exponerle “las dificultades con que tropieza para llevar a cabo la erección del
monumento, y ello es debido por la frialdad con que se acogió en el País Vasco
el acuerdo de perpetuar la memoria del benemérito defensor de los Fueros”.
¡Menuda embajada! A ver quién era el valiente que se lo contaba a la hija del benemérito
benefactor.
Se hicieron
gestiones en Madrid con el conde de Romanones para sacar unas perras para los
bustos de Calbetón y Lersundi, pero nada; todo fue inútil.
Pasaron los
días y el concejal Sr. Ulacia volvía a la carga afirmando que ya que se había
solicitado auxilio en Madrid para elevar la estatua de Lersundi, se inaugurase
cuanto antes la de Calbetón.
El busto de Fermín Calbetón en la alameda de Deba. Al no recaudarse fondos suficientes para la estatua de Lersundi, se proyectó realizar un busto como el de Calbetón; incluso se planificó inaugurar ambos bustos el mismo día, cosa que nunca ocurrió.
El busto de
Calbetón, realizado por el gran escultor Isidoro Uribesalgo, fue solemnemente inaugurado
el 21 de diciembre de 1919 a los sones del Gernikako Arbola. La estatua, o
mejor el busto, del general Lersundi nunca llegó a realizarse.
Y así acabó
la historia:
La condesa María Isabel Lersundi se quedó sin el cuadro de papá y sin la estatua; los generosos o temerarios participantes en el crowdfunding se quedaron sin el dinero y sin la estatua, y los debarras de ayer y de hoy nos quedamos sin poder disfrutar de la visión de un bello monumento que hubiese enriquecido la estética de nuestra querida alameda.
Nota: Artículo publicado en el programa de fiestas de Deba. Agosto de 2023.