viernes, 3 de julio de 2020


EL INAPRECIADO VALOR DEL PATRIMONIO

                  EL DIOS EOLO Y LOS TXORITOKIS



Talla del dios Eolo tras su restauración.








Al redactar este artículo lo hago pensando en que a menudo no damos valor a cosas que la tienen y que desgraciadamente por desconocimiento o desidia van a parar a un vertedero. Nos deshacemos de ellas inconscientes de lo que hay detrás de éstas, quién fue su autor o su dueño y en qué momento se realizó. Y cuando con el tiempo lo sabemos y apreciamos, ya es tarde, ya han desaparecido para siempre.

Hace ya unos años, cuando se vació el palacio de Aguirre para su restauración exterior y su transformación interior, el Ayuntamiento de Deba guardó en una nave del polígono industrial de Itziar todos aquellos elementos que pudiesen tener un valor histórico o artístico por lo que mereciese la pena su conservación.

Llegó el día en el que había que decidir qué era lo que merecía la pena conservar y restaurar y qué no. Los responsables de decidir lo que se podía salvar fueron dos técnicos de una empresa de restauración de Zaragoza contratados por el Ayuntamiento para las obras del palacio. Tres vecinos de Deba fuimos invitados, digamos a modo de testigos; claro está con voz pero sin voto decisorio.


Muebles del palacio de Aguirre  en la nave del  polígono de Itziar.


Era mucho lo que había, aunque la mayor parte en muy mal estado. Lo que más llamó mi atención fueron unas enormes vigas de roble maravillosa y prolijamente talladas aunque churrasqueadas en alguno de los últimos incendios que sufrió el palacio.

Pregunté a los técnicos a ver si no había posibilidad de salvar aquellas joyas y su respuesta fue que debido al elevado coste de la restauración y a la falta de  presupuesto para ello, serían enviadas al vertedero de madera de Ormaiztegi. Una verdadera pena; aquellas vigas tenían siglos de historia.

Al cabo de unos meses un amigo me comentaba que había visto una curiosa noticia en ETB sobre la inauguración o ampliación de una casa de cultura, creo recordar, aunque no estoy seguro, que en Muskiz, Bizkaia. El reportero debió preguntar al responsable del centro cultural, a ver dónde habían conseguido aquellas vigas tan artísticas a lo que aquel respondió que habían sido traídas del vertedero de Ormaiztegi y que habían pertenecido al palacio de Aguirre de Deba.

También llamó poderosamente mi atención una maravillosa talla del dios Eolo que aunque en muy mal estado pensé que sería un pecado enviarla al vertedero; tenía que hacer algo por salvarla. Aquella talla, pequeño fragmento de un gran panel, era testigo de la época más interesante y gloriosa del palacio de Aguirre.

Recuerdo que por entonces, el jefe de la brigada municipal era Jon Aldalur, también allí presente. Viendo que en pocos días una gran parte de aquellas obras iba a desaparecer me dirigí a él diciéndole:
Jon: es una pena y un pecado que desaparezca esta joya. Y como no quiero que nadie diga que me he llevado nada de aquí, quiero pedirte un favor: el día que carguéis todo en el camión para llevarlo al vertedero te ruego me separes esta talla pues quisiera restaurarla y salvarla.
Y así lo hizo y así lo hice.

Talla del dios Eolo antes de su restauración.
 Poco tiempo después me propuse investigar sobra la historia de aquella obra y aquellas maravillosas vigas desechadas.
Roque Aldabaldetrecu en su libro “Agirre Jauregia-Palacio de Aguirre” nos dice que el trabajo de carpintería del palacio se realizó entre 1625 y 1627, es decir, se realizó en dos años, siendo por entonces sus dueños Francisco Ochoa de Irarrazabal y su esposa Joana de Otalora. Las obras de carpintería fueron dirigidas por el maestro Francisco de Aguirre, vecino de Elgoibar, bajo diseño firmado al parecer por el maestro carpintero azkoitiarra Santiago de Urquiola.
     
Otro dato de gran interés que da valor a la obra me llegó a través de la correspondencia de Juan Valera, en concreto de una carta escrita en Deba el diez de septiembre de 1871 por el escritor y diplomático español y dirigida a su hermana Sofía en la que se refiere precisamente a este tema.
 “…ha tenido (se refiere al marqués de Valmar, dueño entonces del palacio de Aguirre) la dicha de encontrar la casa, que es una alhaja, un verdadero primor artístico, y de comprarla por casi nada; pero en la obra ulterior y en los muebles debe haber gastado mucho. Toda la casa es de piedra; pero los artesonados y muchos postes, y la escalera y no pocas cornisas y otros adornos son de roble, admirable y prolijamente esculpidos en la mejor época del Renacimiento”.

Hoy día, la talla del dios Eolo, salvado de varios incendios y de desaparecer definitivamente en un vertedero del Goierri preside el salón de mi casa. Algunos muebles de estilo imperio fueron restaurados con ayuda de la Diputación Foral de Gipuzkoa por el Ayuntamiento de Deba. La restauradora fue la debarra Goizane Aizpurua. Hoy los muebles lucen en su lugar original, el palacio de Aguirre.

EL TXORITOKI





















 
De las dos fotografías, la superior corresponde al edificio del viejo "casino", donde se pueden apreciar los txoritokis, ocho en el centro y tres el el lateral izquierdo. Por el contrario en el nuevo edificios desaparecen éstos. 

Aunque a algunos les parezca insignificante, este es otro ejemplo de cómo a veces no damos importancia a cosas que lo tienen.
Cuando el casino de Deba fue derribado para la construcción de un nuevo edificio de viviendas fui de los primeros en criticarlo pues aquel edificio obra del ilustre Manuel de Cárdenas era de gran importancia en el campo de la arquitectura civil regionalista vasca; el Neovasco. Fue una pena.

Tengo que reconocer sin embargo que el nuevo edificio se ha levantado, salvo algunos detalles, siguiendo el estilo del anterior, cosa que es de agradecer pues desgraciadamente estamos demasiado acostumbrados a sustituir el arte por los bodrios.


Detalle de los txoritokis del viejo edificio del "casino" que no han sido
 realizados en la nueva construcción.


Uno de esos pequeños detalles a los que me refería son los “txoritokis” de la fachada norte del edificio que en la nueva obra han desaparecido. El txoritoki es uno de los elementos característicos de la arquitectura regionalista vasca de principios del siglo XX. La versión original proviene de las “ganbaras” (desvanes) de nuestros caseríos, y eran pequeños huecos o ventanas triangulares. Tenían su función y era la de poder airear y así conservar en aquella estancia los productos del campo y de la matanza que más tarde serían consumidos a lo largo del año. El nuevo estilo vasco del siglo XX los reutilizó más como elementos decorativos, rindiendo así un homenaje al viejo baserri.


Las tres fotografías de arriba nos muestran los txoritokis
de los chalés Itxasmendarte, Ave María y Ondarregi, todos
ellos construidos por D. Manuel de Cárdenas. 


En marzo de 2018  fui invitado a dar una conferencia en las XV Jornadas de Arquitectura Vernácula de La Habana, organizadas por la Cátedra Gonzalo de Cárdenas y la Oficina del Historiador de la capital cubana. El tema de mi intervención  fue “Arquitectura Vernácula Vasca. De la casa-torre medieval y el caserío a la arquitectura regionalista vasca del siglo XX en Deba y su entorno”.

Al hablar sobre algunos elementos característicos reutilizados por los arquitectos regionalistas en el País Vasco hice referencia a los “txoritokis”. Al terminar mi intervención se acercaron a mí dos arquitectos, uno cubano y el otro norteamericano. Muy interesados en el tema de la conferencia, ambos me preguntaron cuál era la palabra vasca que había utilizado para denominar a los pequeños huecos triangulares de las “ganbaras” o desvanes de los caseríos y edificios regionalistas vascos; les respondí que “txoritokis”. Tomaron nota de ello en sus agendas y tras explicarles el significado literal de la palabra (sitio de los pájaros) quedaron encantados tanto de aquel casi insignificante elemento arquitectónico como del poético significado de aquella palabra.

Resumiendo y concluyendo este artículo quisiera hacer esta reflexión. En nuestro patrimonio no hay nada insignificante por pequeño que parezca, ni siquiera un txoritoki.
Tenemos que cultivar y enseñar a cultivar la sensibilidad a nuestros niños y jóvenes para que aprendan a valorar la importancia de lo bello, de la armonía de las formas, de nuestro patrimonio y de nuestra historia.
De lo contrario corremos el riesgo de que nuestra cultura acabe en un vertedero.