lunes, 5 de septiembre de 2016

DEBA Y LA BALLENA


Escudo de Deba en la iglesia de Santa María.
Es el más antiguo de los escudos de la villa.
© Kaioa. (prohibida la reproducción)
El escudo de Deba, al contrario de lo que sucede en otras poblaciones costeras vascas, no muestra referencia alguna a la actividad ballenera desarrollada en el pasado en esta villa. No quiere ello decir que dicha actividad careciese de importancia en la economía de su puerto; antes bien, está documentalmente demostrada la entonces trascendental labor de los balleneros debarras no sólo en  aguas vascas sino, posteriormente,  también en aguas americanas.
La ilustración de José Ignacio Treku, muestra el despiece de una ballena en Deba.
Junto a una de las puertas de entrada a la villa, pueden apreciarse los hornos
donde se elaboraba el saín. En un plano medio, la partida de una lancha ballenera,
 y al fondo, la señal de humo en una de las atalayas.
© kaioa. (prohibida la reproducción)

   
Desde tiempos inmemoriales, el 23 de octubre, día de Santa Engracia, los marinos de de Itziar y posteriormente también los de Deba, celebraban una gran fiesta en Itziar coincidiendo con el inicio de la campaña de la ballena. Esa fiesta, en la que no faltaban las corridas de toros, se celebró hasta 1743, año en el que las Juntas Generales de Guipúzcoa, reunidas en Azpeitia, las prohibieron a petición del ayuntamiento de Deba alegando que ese día ocurrían demasiados escándalos.
Todavía hoy,  existe un lugar en Deba conocido como “Labatai”, nombre que proviene de la unión de las palabras “Labea” (horno) y “Atari” (portal). El origen del topónimo se debe a que en ese espacio, situado en el pasado fuera de las murallas de la villa pero junto a una de los portales de entrada a ésta, se encontraban los hornos donde era fundida la grasa de las ballenas cazadas por los marinos de Itziar y Deba desde los primeros siglos de la Baja Edad Media.
Era precisamente allí, un lugar entonces bañado por las aguas durante la pleamar, donde al bajar la marea se realizaba el despiece de las ballenas que llegaban a pesar hasta setenta toneladas. Tras el despiece, las tiras de grasa arrancadas a los cetáceos, se cocían en enormes calderas de cobre para ser  transformadas en saín (aceite).
El saín de las ballenas cazadas en nuestras costas y en aguas americanas,
era el combustible utilizado en aquella época y su valor era similar o incluso
superior al del petróleo en nuestros días.
© Kaioa. (prohibida la reproducción)
 


En un principio, la caza se realizaba en las cercanas aguas locales situadas frente al pueblo. Tras el aviso, mediante hogueras, de los vigías de las atalayas situadas en la falda de Santa Catalina, en Itsaspe y en Mendata, todas ellas interconectadas visualmente, las chalupas partían en persecución de la ballena franca glacial (Euskal balea), especie que llegaba a las aguas vascas hacia el mes de octubre para pasar el invierno y parte de la primavera en el Cantábrico. Generalmente la gente acudía a las rocas y zonas elevadas de la costa para observar y animar con sus gritos a los miembros de las diferentes tripulaciones que perseguían y arponeaban a las ballenas.
El hecho de haber sido el primer “heridor”  reportaba ciertos beneficios económicos para quien tenia ese honor. Tras la muerte del cetáceo, este era remolcado a puerto para ser descuartizado.


Restos de una de las atalayas balleneras debarras, la situada en Mendata (Deba).
Desde atalayas como ésta se daba hace siglos el aviso de la llegada
de los cetáceos a las aguas locales. Solían estar intercomunicadas entre ellas
a modo de telégrafo visual.  

El aceite (saín) de ballena era un combustible muy cotizado pues ardía muy bien, dando buena luz y prácticamente no producía humo ni olores.
Pero no sólo se aprovechaba la grasa. Aunque la carne de ballena, salvo la de las crías, no era del gusto de los vascos, tras ser puesta en salazón, esta era generalmente exportada a Francia. No sucedía lo mismo con la lengua, pieza muy codiciada por su exquisitez que a menudo iba destinada a gente muy pudiente o a sufragar los gastos de mantenimiento y obras de la iglesia.
También se aprovechaban las barbas y los huesos, utilizados para elaborar elementos de corsetería, objetos decorativos, muebles e incluso en la construcción.
Balleneros en tierras americanas,
indígenas americanos en Deba. 
A partir del siglo XV, comenzó la extinción de la ballena en nuestras aguas y los marinos debarras se vieron obligados a faenar, primero en aguas de Asturias o Galicia, y posteriormente en Islandia, Terranova, la península del Labrador y el Golfo de de San Lorenzo (Canadá). Deba se convirtió en un importante puerto ballenero, receptor del saín traído de tierras americanas, no solo por los barcos de la villa sino también por naves de otras poblaciones guipuzcoanas. En su puerto y en el cercano puerto fluvial de Altzola comenzaba la vía más corta hacia la Llanada Alavesa y la Meseta Castellana, importantes destinos de los productos de los balleneros vascos.

En azul, la ruta marítima y fluvial desde
Terranova y puertos guipuzcoanos al puerto
de Deba y al de Altzola. En rojo, la ruta terrestre
hacia la Llanada Alavesa y tierras de Castilla.
© Kaioa. (prohibida la reproducción)

Es numerosa la documentación existente sobre balleneros debarras en tierras americanas. Apellidos como los Arriola de Urasandi, Irarrazabal, Sorasu, Sorarte, Zubelzu … llenan muchas páginas de la documentación de la época.  
Hasta hace unas décadas, entre los exvotos conservados en la sacristía de la iglesia de Itziar, se conservaba un testimonio de las andanzas de nuestros balleneros en Terranova. Se trataba de una canoa india o esquimal que por desgracia desapareció durantes las reformas realizadas en la sacristía de dicho templo hacia los años sesenta o setenta del pasado siglo XX. La explicación a este hecho puede encontrarse en el relato que en 1769 realizaba el vicario de Deba Pedro Joseph Aldazabal Murguia. Según él, en 1620 mientras el capitán Francisco de Sorarte, natural de Itziar, navegaba por las costas de Terranova, se encontró con unos nativos que viajaban en una canoa. Se trataba de un matrimonio y su hija quienes tras ser apresados y embarcados en el ballenero vasco fueron traídos a Deba. El hecho quedaba avalado por el libro de partidas de bautismo de la iglesia de Itziar donde un tiempo después de la llegada de los nativos se hacía constar el bautizo de una mujer “ que traxo  de tierra nueva, el capitán Francisco de Sorarte”.
 
La histórica fotografía, perteneciente al archivo de la familia Aguinagalde,
muestra entre otros exvotos de la sacristía de Itziar, la canoa traída por
 el capitán ballenero Francisco de Sorarte en 1620. Dicha canoa, probablemente
un kayak, estaba forrada con pieles, seguramente de foca.
Foto: cortesía de Daniela Angeli.


2 comentarios:

  1. cierto, leí que los pescadores vascos eran temidos en islandia. Incluso creo que los encarcelaban y debia de haber una ley contra ellos que si bien creo ha sido derogada hace bien poco.

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  2. cierto, leí que los pescadores vascos eran temidos en islandia. Incluso creo que los encarcelaban y debia de haber una ley contra ellos que si bien creo ha sido derogada hace bien poco.

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