viernes, 3 de agosto de 2018


JAVIER BERASALUCE 

MEMORIAS DE LA MODESTIA Y DE LA AMISTAD

¡Ay Señor! ¡Cómo han cambiado los tiempos!


Javier Berasaluce en su época de portero del Real Madrid.


Hace unos días leía el titular de la noticia de un diario deportivo:
Así es la millonaria colección de coches de Cristiano Ronaldo”. El subtítulo aclaraba que el futbolista portugués, "ex" del Real Madrid, tiene un garaje de lujo: Rolls-Royce, Maserati, Porsche, Ferrari, Lamborghini, Bugatti y más, mucho más.
Inmediatamente recordé las memorias, creo yo que aún inéditas, de Javier Berasaluce que hace ya unos meses tuve el privilegio de leer. Entre otras aventuras y desventuras, el debarra recordaba la época de cuando, como portero, formaba parte de la plantilla del Real Madrid.

Por si alguien lo desconoce, creo necesario comentar que con aquel equipo en el que Javier tenía como compañeros a Juanito Alonso, Alfredo Di Stéfano, Paco Gento, Luis Molowny, Rial, Pérez-Payá, Zárraga, Muñoz, Marquitos, Kopa o Puskas, el Real Madrid ganó cinco veces consecutivas la Copa de Europa. Todo un equipazo que batió un récord aún no superado.

Copa de Europa, año 1956. Partido contra el Rapid de Viena.





















Tras leer las interesantes memorias, le comenté a su hijo Willy que me habían encantado; más que nada porque eran un reflejo de la sencillez de tiempos pasados, de una época en la que las personas, aunque fuesen figuras del futbol, eran ante todo personas y no, como a menudo hoy día sucede, ídolos con pies de barro, con mucho maquillaje por fuera y poca sesera por dentro.
Me encantaron porque representaban todo un canto a la sencillez, a la modestia y a la amistad. Toda una lección para muchos de los actuales futbolistas. De ellas entresaco algunos párrafos:

“Coincidió que cerca de nuestra casa, vivía Molowny, jugador canario que hacía años que pertenecía al Real Madrid. Jugador que se hacía querer por todos los compañeros por su carácter y al que la afición le llamaba “el mangas” porque cuando jugaba, nunca se remangaba y tenía siempre las mangas de su camiseta al aire. Entre nosotros era más bien conocido como el “Marqués de Chamartín” porque considerábamos que vivía muy bien.

Como digo, vivía muy cerca de (la calle) Ibiza y encerraba su coche en un garaje contiguo a nuestra vivienda. Hice mucha amistad con él y terminó siendo un buen amigo. Con ese hablar característico de los canarios era de lo más agradable escucharle. Tenía un coche Renault 4/4 y siempre me daba buenos consejos que aún los recuerdo, me decía:

-En esta vida hay que ser muy modesto, no presumir de nada y sobre todo ser buena persona.

Él desde luego lo era. Así íbamos todos los días a entrenar. Como digo, tenía un coche modesto pudiendo tener uno de más cilindrada como tenían otros jugadores. (Aunque en aquella época tener un Renault 4/4 se consideraba todo un lujo)”.

Conviene aclarar que al mencionar al Renault “4/4” no se refiere a un 4 x 4 sino a un pequeño coche de bajo precio así popularmente conocido por tener cuatro plazas, cuatro puertas y cuatro caballos fiscales.
Leyendo las memorias se ve que el gran portero debarra fue un buen compañero. Se ve cuando se refiere a su gran amigo y rival deportivo, el también portero Juanito Alonso con el que tenía que luchar a diario para disputar el primer puesto en la portería.

“ Era una situación diríamos, que muy bonita, pues si bien luchábamos por el puesto de portero, teníamos una amistad noble y sincera”. “Casi siempre, una vez terminado el entrenamiento oficial y cuando todos los demás jugadores se marchaban a la caseta, quedábamos los dos en el campo jugándonos los “blancos” del aperitivo en las distintas pruebas que nos inventábamos”.

Recuerdo que hace unos años hablando por teléfono con Javier, él mencionaba a Juanito Alonso durante nuestra conversación; y recuerdo también que al mencionarle le nombraba como “el pobre Juanito”, pues éste ya había muerto. Sus palabras denotaban la pena por la ausencia definitiva de su gran amigo.

Javier en uno de sus entrenamientos con el Real Madrid.

Llegados a este punto no quisiera pasar por alto la graciosa historia que nos narra Javier de cuando acompañado por su inseparable amigo, el hondarribitarra Juanito Alonso, se hizo con su primer automóvil; naturalmente un cuatro-cuatro:

 Un día y cuando, por fin, marchábamos a la caseta a ducharnos, me dice:

-Javier, ¿quieres un coche?

Sin pensarlo dos veces le contesté afirmativamente. (En aquella época tener un coche era dificilísimo, pues a pesar de que se fabricaban los Renault 4/4 en Valladolid, no había manera de hacerse con uno si no era con una fuerte recomendación). Mañana vamos a ir donde el director de Moneda extranjera del Banco de España en la calle Alcalá y te lo proporciona.

Fuimos al día siguiente al despacho de este señor y al vernos entrar nos pregunta:

-Vamos a ver, ¿qué es lo que quieren los dos porteritos del Real Madrid?

Va Juanito y dice:

- Aquí mi amigo Javier que quiere un coche-  y nos contesta:

- El domingo jugáis en Bilbao, ¿verdad?, pues a ver si ganáis, y tú Javier, haz un ingreso de 74.100 Ptas en el Banco de Santander y la semana que viene tendrás el coche.

El primer coche de Javier, el famoso cuatro-cuatro.


UN MODESTO REGALO

Al referirse a sus viajes por Europa cuando acudían a jugar algún partido con un equipo extranjero, Javier refiere que los clubes solían hacerles una recepción en la que se hacían un intercambio de regalos y los presidentes de ambos clubes daban un discurso.

Los regalos de entonces eran muy modestos y consistían en cosas tan sencillas como una manta, un cenicero, un juego de vasos o un despertador. Precisamente fue un despertador lo que recibió cada uno de los jugadores merengues en su visita a la ciudad inglesa de Manchester. Refiriéndose a  aquel despertador nos dice:

Resulta que nos entregaron al final de la cena homenaje y un momento antes de que empezaran los consabidos discursos habituales. El que más y el que menos ya empezamos a enredar con el reloj que habíamos recibido como obsequio, en el preciso momento que tomó la palabra nuestro presidente D. Santiago Bernabéu.

Pérez Paya, que mientras disertaba el presidente seguía enredando con él, se llevó la gran sorpresa cuando le empezó a sonar el timbre de la alarma y debido al estado de nervios que le entró, no acertaba a pararlo hasta que el reloj desarrolló todo el muelle de la sonería. El “cachondeo” fue general de todos los demás compañeros de equipo y la mirada que le dirigió D. Santiago fue todo un “poema”, pero por fin éste pudo terminar su discurso y el asunto no pasó a mayores.


UN ORIGINAL GRITO DE GUERRA

"El museo de bebidas de Perico Chicote era cita obligada
cada vez que obteníamos un nuevo trofeo europeo".
En la imagen Javier Berasaluce, Alfredo Di Stéfano
 y José Santamaría en el conocido establecimiento madrileño. 


Una de las anécdotas más divertidas recogidas en las memorias de Javier es la sucedida al final de un partido jugado y ganado en Alemania contra el potente Hamburgo. Había finalizado el primer tiempo y el Real Madrid perdía 1-0. Pero durante la segunda parte el equipo madrileño dio la vuelta al partido, que terminó con el resultado de 1-5.
Así nos refiere el ex-portero del Real Madrid lo sucedido tras la victoria en el campo alemán:

“En el Real Madrid de mi época nunca dispusimos de uniforme ni tan siquiera de un grito de “guerra” de los que tanto prodigaban los equipos a los que nos enfrentábamos, por eso nos extrañó sobremanera, cuando al terminar el partido, Di Stéfano nos llamó para que acudiéramos al círculo central del campo. Una vez allí nos pidió que nos pusiéramos abrazados en círculo y con las cabezas bajas, porque íbamos a dedicarles a la afición (se entiende que a la alemana) nuestro grito de “guerra”. Ya he dicho que nunca habíamos tenido una cosa semejante y no entendíamos muy bien qué es lo que quería hacer, hasta que de pronto soltó:
¡ Por todos los h… de  p… que han colaborado para que hoy cobremos la prima… Ra- Ra- Ra !
¡ Y encima el público nos aplaudió..! 


Javier en su domicilio de Vitoria-Gasteiz.
   
Estas son tan solo algunas anécdotas de la vida deportiva de nuestro amigo Javier, hechos sencillos y humanos; memorias escritas que traen a nuestra mente la letra de aquella canción de Joan Manuel Serrat:

                                 Son aquellas pequeñas cosas,
                               que nos dejó un tiempo de rosas
                                             en un rincón,
                                              en un papel
                                            o en un cajón.

Desde estas páginas, nuestro recuerdo y  más cálido homenaje a este debarra singular.
Un fuerte abrazo, Javier.



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