miércoles, 14 de noviembre de 2018



                                 ANES ARRINDA
         LA HUELLA INDESTRUCTIBLE DE ELVILLAR
  


El pasado mes de octubre recibía una llamada de Ricardo Franco; me facilitaba el teléfono del periodista bizkaino Julio Flor quien estaba interesado en la figura de Anes Arrinda y su estancia como párroco en la localidad alavesa de Elvillar.
Tras contactar con Julio Flor, director de blogriojaalavesa.eus, un blog patrocinado por la Cuadrilla de Laguardia, vinos de Rioja Alavesa  y Gobierno Vasco, éste solicitaba mi colaboración mediante un artículo que aparecería en dicho blog alavés.
Acepté gustoso y, tras ser publicado mi artículo, el personaje de Don Anes a quien aparentemente ya nadie recordaba en Elvillar, recobró inesperadamente un gran protagonismo. Había alguien que con noventa y ocho años lo recordaba perfectamente, tan perfectamente que fueron saliendo a la luz hechos que de ser confirmados podrían ser de gran relevancia  y que engrandecerían la figura de Don Anes.



Elvillar, Rioja Alavesa. En primer plano el dolmen de la Chabola de la Hechicera; al fondo la iglesia de Ntra Sra. De la Asunción de la que Anes fue párroco.


Conocí a don Anastasio Arrinda,  Anes para los más cercanos, a los pocos días de mi nacimiento; justo el día de mi bautizo. Fue un mes de agosto de 1953 y él fue el encargado de regar mi entonces tierna cabeza .
Desde entonces, hasta el día de su muerte el 20 de mayo de 2004, nuestra relación fue absolutamente cercana. Había  motivos para ello. Su hermano Donato, también sacerdote, fue compañero de mi padre en el seminario de Vitoria; yo fui monaguillo suyo desde mi más tierna infancia, posteriormente seminarista, lo cual era un plus, y con el paso de los años simplemente muy buenos amigos.
 Cuando murió le quedó pendiente su gran ilusión: la realización de la Historia Ilustrada de Euskal Herria en la que además intervendríamos mi amigo Jose Ignacio Treku y yo mismo. Fue una pena.


Anes Arrinda y el autor del artículo durante la presentación del libro “Anes Apaiza” el 18 de marzo de 2000.

Cuando Anes llegó a Deba en 1950, ya habían pasado casi diez años desde que dejara la parroquia de Elvillar donde ejerció como párroco durante un año; desde 1939 a 1940. No obstante, recuerdo que el nombre de esa población alavesa estaba muy a menudo en su mente y en sus labios. Y gracias a él todos los chicos de Deba supimos dónde se encontraba Elvillar.
Como experto y amante de la prehistoria, historia y etnografía convertía sus catequesis en  interesantes clases donde nosotros dejábamos volar la imaginación para retroceder en el túnel del tiempo.
Nos comentaba, y además lo dejó escrito, que siendo párroco de Elvillar  se llevaba a los monaguillos a realizar sus pesquisas arqueológicas; qué curioso, también lo hacía en Deba.

“Voy alguna vez con los monaguillos a la cueva de Los Husos, sin enterarme de la importancia que tendría más tarde por contener los estratos prehistóricos que sirven de pauta para la clasificación de otras cuevas”
“Otro tanto me sucedía con aquel término de la Choza de la Hechicera que hollé con mis plantas ignorantes, desconocedor del tesoro megalítico que encerraba el lugar, aunque el nombre nos lo estaba gritando a voces”.


Año 1948: túmulo del dolmen de La Hechicera en Elvillar.


Nunca olvidaré sus entretenidas catequesis con la romanización como tema más sagrado: nos hablaba sobre la introducción en Euskal Herria de las nuevas tecnologías agrícolas por los descendientes de Rómulo y Remo; entre ellas la técnica de la elaboración del vino. Era un tema que le gustaba.
Con él nos enteramos de que las palabras vascas “kupela” , “tolare” o “Katillu” no eran tan vascas como pensábamos ya que la primera procedía de “cupa” (cuba) , la segunda del sustantivo latino “torculum” (prensa) y a su vez, del verbo “torculare” (prensar), y la última de “catilum” que era como los romanos llamaban al vaso o recipiente utilizado entre otras cosas para el “txikiteus romanorum”.  Y cada vez que había que poner un ejemplo sobre la elaboración del vino siempre se trasladaba a Elvillar, de donde nunca faltaba una anécdota o un hecho curioso.



Elvillar años 30 del siglo XX. Por ahí caminó Anes cuando contaba veintiséis años; fue su primer destino como sacerdote.

Fue breve el tiempo que allí estuvo, tan solo un año, pero la marca de la villa riojano-alavesa debió ser profunda.
Hace unos días uno de mis hermanos me comentaba un hecho que demuestra el cariño de Anes para con Elvillar. Sucedió en 1965 y habían transcurrido ya veinticinco años desde que dejara de ser párroco de aquella población.
El grupo de danzas Gure-Kai , fundado por el propio Anes, fue invitado a actuar en un programa en los estudios de Televisión Española en Prado del Rey; todo un lujo en aquellos incipientes años de la televisión en España. Fue un programa amplio donde hubo desde danzas vascas hasta deporte rural. El programa lo amenizaban dos actores muy populares en aquel tiempo: Boliche y Chapinete.
La actuación de la expedición debarra fue todo un éxito y para celebrarlo, el viaje de regreso a Deba a través de la Nacional-1 sufrió un desvío, seguramente programado, para celebrar en Elvillar el éxito de los jóvenes artistas. La recepción al expárroco de la villa y sus muchachos fue de órdago a la grande, con un recorrido por el pueblo y visitas a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción (misma advocación que en la parroquia debarra), y a las bodegas, donde no faltaron las chuletillas de cordero al sarmiento y el buen vino, pues por aquel entonces hasta los chavales bebíamos vino; según creencia popular prevenía enfermedades y  era bueno para el desarrollo, siempre que no se excediesen los limites. ¡cosas del pasado!
 Según cuenta mi querido hermano, aquellos trajes de dantzari  impolutamente blancos con los que salieron de Madrid, tras el paso por las bodegas del pueblo alavés  llegaron a Deba con el color del tempranillo de la última añada.




Año 1965; estudios de TVE en Prado del Rey.

Como dato curioso decir que uno de los txistularis del grupo que triunfó en Prado del Rey era el hoy ilustre doctor Ricardo Franco Vicario, un hombre polifacético y culto como pocos, presidente entre otros numerosos cargos de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao y miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Él también recuerda con gracia aquella visita a Elvillar .
Es curioso cómo una breve estancia en un lugar, en un entorno agradable y con una gente maravillosa puede marcar  huella tan indeleble en una persona.
Seguramente a las jóvenes generaciones de Elvillar  no les suene de nada el nombre de Anastasio Arrinda Albisu, el hijo del primer capitán de bacaladeros de la PYSBE en Terranova, Eustakio Arrinda.
Anes fue toda una eminencia; autor de numerosas obras sobre historia,  etnografía e incluso literatura infantil. También fue un gran lingüista, no en vano ostentó el cargo de presidente da la Academia Popular de la Lengua Vasca Euskerazaintza.

Marzo de 2000. Anes inauguró en deba un
paseo con su nombre... que bien pudiera
llegar hasta Elvillar. 


  




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