viernes, 1 de agosto de 2025

 

TRES HISTORIAS DEBARRAS

DURANTE LA INVASIÓN

ALEMANA DE FRANCIA


En mayo de 1940 las tropas de Adolf Hitler invaden Francia y en pocos días (27 de junio de ese año) llegan a la frontera de Hendaya (País Vasco bajo jurisdicción francesa) donde permanecerán hasta agosto de 1944. Durante esos cuatro años, las tropas nazis cruzarán a menudo la frontera de Irún para, entre otras cosas, hacer turismo en la neutral España de Franco y relajarse después de haber luchado en otros frentes europeos.

Deba fue uno de esos destinos turísticos nazis y precisamente a ello me voy a referir en los siguientes tres breves relatos históricos, todos tan reales como la vida misma y todos ellos acaecidos entre 1940 y 1944.


         Fiestas de San Roke. Deba, 1940. Un grupo de soldados alemanes durante una corrida de toros. 


Julian Urain y la pistola Luger.


                                        

Julián Urain, a la derecha, junto a su hermano gemelo Cruz el día de la primera comunión. Nadie diría que con esa cara de angelito, Julián como si de un miembro de la resistencia se tratara, sería capaz de arrebatar el arma reglamentaria a un oficial alemán.
                       

La primera de las historias tiene como protagonista a un muchacho de unos trece años cuya osadía pudo costarle cara a él y a otras personas. Debió suceder en agosto, probablemente durante las fiestas de San Roke. Tuvo lugar en el restaurante Iriondo (Patxi), que como era habitual en aquellas fechas estaba abarrotado de clientes, algunos de ellos militares alemanes. Y como también era habitual, muchos niños; todos ellos esperando que los guerreros de don Adolfo les obsequiasen con unas chocolatinas o alguna chuchería.

                                           

                                      Pistola Luger del ejército alemán.

La escena: unas mesas grandes y en una de ellas sentados los oficiales, comiendo y bebiendo con alegría; en las otras, suboficiales y soldados. En la puerta, una legión de chiquillos, entre ellos el jovencito Julián Urain que separándose del grupo de niños, todos ellos más jóvenes que él, se acerca a un alemán y le pide que le enseñe su pistola. El teutón, quizás animado por los efectos espirituosos del Soberano o el Veterano de Osborne y deseoso de agradar al muchacho, se levanta de la mesa y se la entrega para que este pueda saborear el tener en sus manos el mortífero juguete: una auténtica Luger.

Queriendo presumir de ser tenedor de aquella maravilla, el muchacho se gira mostrando con orgullo el arma al resto de niños.

Todos quedan maravillados, boquiabiertos; tan maravillados que ni siquiera se atreven a tocar aquel tesoro.

El caso es que visto y no visto. En un despiste del oficial alemán , Julián echa a correr con el arma y aunque los teutones salen corriendo tras él, ninguno consigue atraparlo. Julián y el resto de niños se escabullen entre calles y desaparecen como almas que llevan el diablo.

Pregunta: ¿Y a donde fue a parar el arma?

Respuesta: al fondo de la ría.


                       Soldados alemanes durante una corrida de toros en Deba.

"la Belga" 

Narraba mi informante, Antón Mari Azpeitia, cómo siendo un niño, sus padres solían alquilar en verano el piso de la calle Lersundi donde residían para, como muchos debarras, sacar un dinero que ayudase a sustentar la economía familiar en tiempos tan difíciles como aquellos de posguerra.

 

La desaparecida casa de Lojendio donde se sitúan los hechos narrados. El escudo que se ve en su fachada es el que hoy podemos ver bajo los arkupes del ayuntamiento. (Foto: Roque Aldabaldetrecu. Revista DEBA. Nº87).

Residían en verano en casa de unas tías, en la calle de la Cruz, junto a Akerzulo y la casa de Lojendio. Recordaba cómo por las noches llegaba un coche alemán y tras aparcar junto a la puerta de la casa de Lojendio, descendía primero el chofer y después un oficial alemán de alta graduación. Era de noche y por ello no se han borrado de su mente los focos de aquel coche que iluminaban el lugar, ni la bandera que portaba el vehículo del alto mando quien por cierto a veces venía de paisano y otras uniformado.

Él, un niño de seis o siete años, escondido tras los visillos y con la luz apagada observaba siempre la escena. La puerta de la casa de Lojendio abierta y una señora esperando al visitante.

                                            


En la casa residía una dama que hablaba un idioma extraño y a la que llamaban "la Belga". Era bajita y rechoncha pero muy moderna; era además la primera mujer a la que se había visto en el pueblo vestida con pantalones y fumando. A veces venía el coche a buscarle a ella; nadie sabía a dónde iba.

Quizás aquel misterio hizo que ¡cosas de los pueblos! algunos asegurasen que la dama era una espía alemana; nadie sabía quién era la Mata Hari de Akerzulo. Eran tiempos en los que a los hoteles y pensiones de Deba llegaban numerosos refugiados; gentes de todo tipo y estatus que huían de la contienda europea; aviadores aliados derribados en Francia, millonarios alemanes, judíos... todos ellos de paso; y cómo no, una legión de espías.

Terminada la Guerra Mundial, tras la derrota alemana, "la Belga" pasó a residir en uno de los chalés de la playa. Pocas cosas se recuerdan de ella; alguna como que Félix Iciar, el hijo de Gregori y hermano de Javi "Pinpot" le hacía los encargos. Hasta bien entrados los años 50, "la Belga" siguió pasando los veranos en Deba. Al parecer, por entonces residía en Madrid y según cuentan, se había casado con un chico vasco.

Poco más se sabe de ella, de aquella supuesta enigmática Mata Hari de Akerzulo.

Bueno; que se llamaba Evelyn. 


Manuel Calderón. El marino debarra que comandó la costa francesa.


                

                                    El Capitán de Navío Manuel Calderón López-Bago en su casa de Hondarribia. 


La siguiente historia tiene como protagonista a uno de los debarras menos conocido pero que tuvo una gran relevancia durante la última Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Se llamaba Manuel Calderón López-Bago (1899-1979). Marino de guerra, hijo de una familia de militares, durante la Guerra Civil fue comandante del destructor Velasco y más tarde comandante de tiro del crucero Canarias, participando como tal en la batalla de Matxitxako contra los bous de la Armada de Guerra Auxiliar de Euzkadi. Fue precisamente allí donde dos debarras se irían al fondo del mar con el bou "Nabarra", víctimas  del fuego artillero del Canarias.

Gracias a Calderón, siendo Ayudante Personal de Franco, los supervivientes del Nabarra, todos ellos condenados a muerte, fueron indultados, yendo él personalmente a buscarlos a la cárcel de Ondarreta e invitándoles a comer en Hondarribia.

Cuando tiene lugar la invasión alemana de Francia, Calderón es Comandante Naval del Bidasoa y cuando llegan los alemanes a Hendaya se encontraba con sus marineros de la Comandancia de Hondarribia en la Estación Naval de Hendaya. Los militares franceses habían huido y a requerimiento de los arrantzales  de los puertos vascos de Iparralde, había acudido allí para salvar la valiosísima documentación que en ella se guardaba. Una verdadera locura que casi le acarrea un serio disgusto cuando se presentaron allí los invasores alemanes, quienes no entendían nada.

Aclaradas las cosas, el general alemán Schneider, máxima autoridad en la comandancia de Bayona en ese momento, le ruega que al no tener el ejercito alemán un comandante de marina en la zona, se haga cargo de la Comandancia de Inscripción Marítima Francesa del Departamento de Bayona.

Dura labor la suya, pues durante ese tiempo paradójicamente le tocó protegerse de las dos cosas que más odiaba, pues ambas le tenían en su punto de mira: la Gestapo y la Falange Española.

                        

    

Puente de Santiago, Irún-Endaya,1940, tras la invasión alemana de Francia. A mano izquierda militares españoles de alta graduación. A mano derecha un oficial alemán y junto a él el marino debarra Manuel Calderón López-Bago. Un debarra comandando la costa francesa de Iparralde durante la invasión alemana. El documento fotográfico, de  sumo interés, es cortesía de Olav Mazarrasa Mowinckel.           

Muchas son las cosas que se podrían hablar sobre este singular debarra-hondarribitarra que en 1947 fue nombrado Comandante Militar de Marina de Guipuzcoa para regocijo del consistorio de Deba, como puede verse en las actas municipales.

Solamente resaltar que con toda seguridad fue el militar más querido por los arrantzales y marineros vascos de Hegoalde y de Iparralde; tan querido que muchos de sus hijos (32) fueron apadrinados por don Manuel Calderón, entre ellos José Manuel Ibar "Urtain" o el dirigente de ETA Miguel Ángel Apalategui "Apala". 








 


No hay comentarios:

Publicar un comentario