miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL SEXO, LOS ARRANTZALES VASCOS Y LOS CEFALÓPODOS

Hace unos días mientras limpiaba con santa paciencia una partida de chipirones me detuve a palpar la suave textura de los codiciados cefalópodos. De inmediato el disco duro de mi  memoria escupió un viejo recuerdo que me hizo sonreír.
Sucedió hace muchos años.
Había acudido a una imprenta de Estella-Lizarra donde iban a realizar un trabajo para nuestra empresa. Quería quedarme tranquilo y preferí esperar hasta ver salir de máquina las primeras pruebas. Mientras lo hacía, observé que de una de las máquinas salían miles de pliegos a una velocidad vertiginosa; eran para otro cliente. No me atreví a tocar ninguno de ellos pero sí a ver de qué iba el tema.

Se trataba de la recordada revista “Ardi Beltza” , una publicación desgraciadamente desaparecida (injustamente clausurada por orden judicial) que estaba dirigida por el recordado Pepe Rei, un maestro del periodismo de investigación. Por fin pude conseguir leer uno de los titulares:

                                                    JOSÉ MARÍA MERINO:

 “LOS ARRANTZALES VASCOS SIEMPRE HAN UTILIZADO EL CHIPIRÓN COMO CONDÓN”.


         
El donostiarra José María Merino



El chipirón y los arrantzales:
 protagonistas de la entrevista al
doctor  Merino.




Era una entrevista realizada por Rafael Castellano a uno de los grandes prohombres de la prehistoria y de la etnografía vasca, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y de la Société Prehistorique Française:
el médico donostiarra José María Merino.
Quedé subyugado por aquel titular y pedí permiso para hacerme con un pliego y leer con toda tranquilidad aquella entrevista que tanto prometía.
Lo hice y quedé sorprendido por lo que el erudito miembro de Aranzadi contaba sobre la utilización del cefalópodo como preservativo por los arrantzales vascos a través de la historia.
Tras la lectura, pensé, que en cuestión de textura, lubricación y forma, había muchas similitudes entre una gran parte de los cefalópodos y el condón; no digamos ya en cuanto a la gama de tamaños: desde el txokito hasta la pota de gran calibre pasando por el chipirón pequeño y el mediano, sin dejar fuera, claro está, a la sepia. Había tallas y formas para todo tipo de penes.



El periodosta Rafael Castellano, "Falete", autor de la
entrevista José María Merino


Hace unos días, mientras tomaba un café en un bar de Deba, nuestro pueblo, me junté con Rafael Castellano y tras recordarle su antigua entrevista al doctor Merino le pregunté si aquella había ido en serio o si por el contrario había sido una tomadura de pelo.
Casi ofendido, me respondíó que había sido una entrevista muy en serio y que lo narrado por el doctor Merino estaba histórica y científicamente demostrado. Efectivamente, el doctor Merino no era un hombre que perdía el tiempo diciendo tonterías.



Los chipirones: condones de primera generación.


El sexo de los hombres de mar vascos es consustancial a la historia marítima de Euskal Herria, habiendo tenido incluso influencia, primero en algunas palabras que formaron parte del “pidgin” o argot sexual de nuestros marinos en tierras anglófonas, el “euskenglish”; más tarde en la lengua vasca oficial.

Hasta hace pocos años la palabra “txorta” era muy utilizada por los marinos vascos para referirse (con perdón) a “follar” o “ echar un polvo”. Hoy día la palabra “txorta” (txorta jo) está admitida por la Real Academia de la Lengua Vasca. En realidad dicho anglicismo lo crearon nuestros arrantzales cuando tocando puertos ingleses, irlandeses o canadienses eran asaltados por las profesionales del sexo que conocedoras de la debilidad de la carne ofrecían a nuestros hombres un polvo rápido a un módico precio: es lo que en inglés se llama un “Short time” (pronunciado shortaim). Del “short time” se pasó al “txorta” algo normal en aquellos hombres que no habían pasado por ninguna academia de inglés.
Es curioso el asunto del sexo en el lenguaje de los marinos. Yo que navegué en la mercante durante muchos años siempre oí decir que “más tira un pelo de coño que una estacha”. Para quien lo desconozca la estacha es la cuerda gruesa que amarra un buque al muelle.

Y continuando con el tema de los cefalópodos no quiero pasar por alto una anécdota de la que fui testigo. Estaba embarcado a bordo de un buque con bandera liberiana pero con tripulación vasca y gallega. Nos encontrábamos amarrados en puerto y estaba a punto de llegar el relevo de algunos tripulantes. Era la hora de la comida y, mientras el camarero se afanaba en servir la mesa, el primer oficial preguntó si entre los nuevos había algún conocido.
Alguien respondió que él conocía al tercer oficial de puente, un chicarrón joven, con fama de voceras y bastante fantasma. El primer oficial tomó nota del comentario y siguió comiendo.

Se abrieron las puertas de la cámara y entraron dos personas; eran los nuevos relevos, el tercer oficial y el primer maquinista.
Tras los saludos de rigor, el primer oficial guiñó un ojo al jefe de máquinas e iniciaron una farsa haciendo que continuaban con una supuesta discusión interrumpida poco antes de la llegada de los nuevos. El supuesto tema de la acalorada disputa verbal parecía ser algo relacionado con la pesca, concretamente sobre alguna especie marina.
A los gritos del primer oficial dirigidos al maquinista, este último respondía subiendo el tono y el volumen hasta casi hacernos creer a todos que se trataba de una discusión real.
Por fin, como queriendo dar muestra de buena voluntad para llegar a un entendimiento, el primer oficial se dirigió al recién llegado tercer oficial y como queriendo convertirle en juez de la disputa le preguntó:

- ¿Tu entiendes de pescado ?

Entrando al trapo, el joven respondió que estaba seguro de entender bastante más que cualquiera de los que nos encontrábamos allí. Y para dar más crédito a lo que decía, afirmó que en su familia siempre habían tenido barco pesquero y que de niño le daban potitos de sapo y besugo.

- ¡ Vaya!  Por fin hemos encontrado a alguien que entiende del tema. Y continuó preguntándole:

- ¿ Pero de cefalópodos también entiendes?

- De todo lo que viva en el agua. Respondió el joven aspirante a convertirse en juez de la disputa.

Mirando fijamente a los ojos del joven, el primer oficial fue levantándose lentamente de la silla mientras, de forma grosera pero con mucha gracia se echaba mano al paquete de su entrepierna, y puesto ya en pie, mientras lo agarraba con fuerza preguntó al nuevo tercer oficial:

- ¿ Esto qué es: pulpo o calamar ?.






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