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lunes, 6 de febrero de 2017


   Bautizados en Mutriku,

 enterrados en Deba

 El "gorputz-bide" Lasao, Bustiñaga, Urasandi.



Caseríos Lasao Haundi y Lasao Txiki en la ribera mutrikuarra de la ría del Deba.

 
Las casas de Lasao, Bustiñaga y Urasandi, aunque pertenecientes administrativamente al municipio de Mutriku (barrio de Laranga), han estado desde sus orígenes estrechamente ligadas a Deba.
Ese centenario vínculo, motivado por tan estrecha vecindad, tiene mucho que ver con que desde el punto de vista eclesiástico los moradores de las tres mencionadas casas, y más tarde los de otras posteriores situadas en la ribera mutrikuarra del Deba, hayan formado parte de la feligresía debarra, siendo generalmente bautizados en Mutriku pero enterrados en la parroquia de Santa María de Deba. Esa circunstancia, la del enterramiento, ha vinculado aún más los lazos de las gentes de esas casas con la villa debarra si tenemos en cuenta que, en el pasado, en Euskal Herria casa y sepultura han formado parte consustancial de la existencia terrenal y paraterrenal de todo individuo. Hasta tal punto fue así, que cuando se vendía la casa la venta incluía la sepultura familiar en la iglesia.
Es oportuno recordar que desde al menos el siglo XV y hasta el siglo XVIII, que lo prohíbe Carlos III, los enterramientos se realizaban dentro de los templos.

Uno de los primeros casos documentados, si no el primero, sobre la conducción de un cadáver desde una de estas casas a la iglesia de Deba está fechado en 1518 y hace referencia al traslado del cadáver de Sancha Pérez de Bustiñaga, señora de la casa del mismo nombre, a la iglesia de Deba donde tras celebrarse los funerales sería enterrada tal y como era costumbre. El traslado de una ribera a la otra a bordo de la gabarra entonces existente, no estuvo exento de problemas. El hecho de que el alcalde de Mutriku, participante en la comitiva fúnebre, embarcase hacia la orilla opuesta del río con su vara de la justicia fue tomado como una grave afrenta por las autoridades debarras quienes alegaban que la ría formaba parte del término municipal de Deba y no de ambos municipios. El caso es que apenas desembarcado el primer edil mutrikuarra en la orilla de Deba, recibió una soberana paliza siendo hecha añicos su vara.


Fachadas norte y oeste del histórico caserío Bustiñaga, dominando la entrada y salida de la ría de Deba.
Todavía hoy, las saeteras de sus muros y la gran puerta con enormes dovelas evocan el carácter
defensivo que esta antigua torre debió tener en otros tiempos.    

Desde la construcción del puente en 1866, el ritual de la conducción del cadáver, aunque prácticamente igual al de hace siglos, se realizó con una variante: el féretro, en vez de ser conducido hasta el muelle de Urasandi para atravesar la ría a bordo de la gabarra, era llevado hasta el puente para ser recibido allí por la feligresía debarra. El recorrido fúnebre se realizaba a través del gorputz-bide que desde Lasao y a través de Bustiñaga llegaba a Urasandi y desde allí al puente y a la iglesia.

Un dato interesante  sobre este recorrido, detallado además gráficamente, nos lo proporciona Anes Arrinda, párroco de Deba durante más de cincuenta años y protagonista del hecho. Don Anes nos narraba cómo habiendo muerto una señora del caserío Lasao fue en busca del cadáver por la carretera general, pasando la ría en gabarra hasta Lasao, y tras recoger allí el cuerpo, conducirlo a la parroquia de Deba a través del "gorputzbide", vía Bustiñaga-Urasandi:

" Recuerdo que allá por el año 1955, murió la Señora del caserío "Lasao" en esta mi parroquia de Deva (Guipúzcoa). La casa de LASAO dista por la carretera general un kilómetro aproximado. Pero para llegar a ella por ese camino hay que atravesar la ría en barca. Aquellos días fueron de agua y nieve.
 Fui al caserío por la carretera general, que es llana y asfaltada, a recoger el cadáver. Pero al volver con él lo hicimos por otro camino: por el "gorputz-bide", que entre barro, agua y nieve subía por una empinada loma hasta el caserío Bustiñaga. Cerca del caserío éste, se detuvo la comitiva, en un cruce de caminos vecinales, a rezar un "Pater Noster" y seguimos, desde allí para abajo, el camino más largo, que venía a salir a la casa "Urasandi".


La fotografía corresponde probablemente a la primera o segunda década del siglo XX. A la derecha la ribera debarra; a la izquierda el barrio conocido en Deba como Urasandi y en Mutriku como Urasemeti o Urazameti. Entre las casas de esta barriada podemos ver al fondo la medieval casa de Urasandi que en el pasado contó con muelle y astilleros propios. Junto a ella la casa conocida como "cuartel", y ya en primer plano la conocida como "casa del puente" o de "Patirki". Quedan ocultas las casas de Txokorrakua y de Murgi.

Gorputz-bide o kurutz-bide (literalmente camino del cuerpo, o camino de la cruz por la cruz que encabezaba la comitiva fúnebre), "iter ad sepulchrum" (camino a la sepultura) para los romanos,  eran palabras utilizadas para denominar el camino a través del cual se conducía el cadáver en dirección al lugar de enterramiento. El camino (gorput-zbide) a través de Bustiñaga es el que hasta hace pocas décadas utilizábamos quienes nos dirigíamos a Lasao. Desgraciadamente, según he podido comprobar en fechas recientes, ese histórico gorputz-bide ha quedado totalmente cerrado debido a las zarzas y a la falta de mantenimiento. Resaltar que los "gorputz-bides" históricamente han implicado servidumbre de paso, no pudiéndose construir en sus inmediaciones ni ser vallados ni cerrados.


Aunque la imagen no corresponde al gorputz-bide Lasao-Bustiñaga-Urasandi, sino al de un cortejo fúnebre por el goputz-bide, en Orexa (Gipuzkoa), sirve para ilustrarnos sobre el tema.  Reconstrucción para el film Gipuzkoa erremin. Fot. Iñaki Linazasoro, 1977
 
Croquis realizado y firmado por Anes Arrinda, párroco de Deba, para explicar el recorrido en 1950 desde Lasao a la iglesia de Deba a través del Gorputz-bide. El croquis muestra interesantes notas manuscritas como "aquí, en un cruce, rezar un "Padre Nuestro", “Este recorrido lo he hecho en invierno, con muy mal tiempo, siendo párroco de Deba” o “Después empezaron a pasarlos por la ría a la carretera y allí coger el automóvil de la Funeraria”.
 
José Mari Egaña Albizuri, de ochenta y tres años, nacido en la ya desparecida casa de Urasandi y hoy residente en el caserío Urasandi Berri, es el vecino de más edad de todos los nacidos en ese barrio ribereño del Deba. Al igual que su padre, sus hermanos (uno de ellos ex-párroco de Deba) y sus hijos, no así sus nietos, fue bautizado en la iglesia de Mutriku y los ya fallecidos fueron enterrados en Deba; eso sí, todos ellos han sido y son feligreses de la iglesia de Deba, al menos en la práctica.
Echando mano de su privilegiada memoria, afirmaba que el año 1939 un vecino del caserío Lasao Haundi, hermano de José Mari Ulacia, tras su fallecimiento fue enterrado en Astigarribia, un hecho poco habitual. También me informaba que él mismo había participado hace años en el traslado del cadáver de Francisco Urquiri, del caserío Lasao Txiki, a la iglesia de Deba, a través del gorputz-bide. Asimismo afirmaba que lo habitual era que el cortejo fúnebre desde la casa del fallecido hasta el puente  fuese presidido por un cura de Mutriku acompañado de un monaguillo que portaba la cruz, y que llegados al limite entre los dos municipios, en el puente, donde se encontraba la mesa mortuoria y donde se rezaba un responso, tomase el relevo un cura de Deba. Recuerda también que el año 1953, tras el fallecimiento de Saturnina, viuda de Muniozguren, de la casa Goiz-alai, no se colocó la mesa en el puente debido a las torrenciales lluvias e inundaciones, siguiendo de largo la comitiva hacia la iglesia debarra.

José Mari Egaña Albizuri, nacido en la histórica casa de Urasandi, ya desaparecida, es el
vecino de más edad de los nacidos en el barrio de Urasandi.
Mari Conchi Urquiri, setenta y cinco años, propietaria del caserío Bustiñaga, narraba otro hecho acaecido también hacia la década de los cincuenta pero con la particularidad de que en aquella ocasión y por fuerza mayor, no fue utilizado el gorputz-bide. Años antes lo había escuchado también de boca de Anes Arrinda.
Había fallecido un morroi (criado) del caserío Lasao Haundi llamado Ramón Galdós "Txartxa", pero al estar cerrado el gorputz-bide debido a un desprendimiento de tierras y al barro producido por unas torrenciales lluvias, hubo que pasar el féretro con el cadáver a la orilla opuesta a bordo de la gabarra y a través del barrio de Artzabal conducirlo a la iglesia de Deba.

Esta bella fotografía, probablemente de los años cuarenta del siglo XX, nos muestra el paso de gente desde Lasao (Mutriku) a la orilla debarra. Al timón José Mari Ulacia Urquiri. Además del paso de personas y en contadas ocasiones el de los fallecidos, la gabarra también era utilizada, yo mismo fui testigo de ello, para el paso de una pareja de bueyes con su correspondiente carro. Hay que tener en cuenta que el caserío Lasao tenía y sigue teniendo tierras de cultivo en ambas márgenes de la ría.     

Preguntada Mari Conchi  sobre dónde habían sido bautizados y enterrados sus padres, comentaba que habían sido bautizados en Mutriku y enterrados en Deba, lo que corrobora lo que fue una práctica habitual en estos caseríos a lo largo de la historia: bautizos en Mutriku, enterramientos en Deba. Ella misma afirmaba haber sido bautizada en Mutriku, aunque es feligresa de la iglesia de Deba.   

El matrimonio formado por José Mari Ansorregui  y Mari Conchi Urquiri junto a su nieto Haritz,
 curiosamente bautizado en la iglesia de Santa María de Deba.
 
Cuando, tras la construcción del puente en 1866, la comitiva fúnebre llegaba a éste a través del gorputz-bide, el féretro era depositado sobre una mesa, a la altura de donde se encontraban la argolla y cadena que indicaban la divisoria entre los dos municipios. Dicho límite lo marcaba y creo que aún hoy sigue marcándolo el cauce madre del río, es decir, la parte más profunda del cauce. El enganche de aquella argolla podemos verlo todavía.


Jesús Mari Albisu "Murgui" señala el gancho que marca el límite entre los municipios de Mutrikuy Deba. En este punto era donde la tradición mandaba que se colocase la mesa mortuoria para el rezo de un breve responso y el posterior traslado del cadáver a la iglesia y al cementerio de Deba.
 
Jesús Mari Albisu "Murgi" , de ochenta y dos años, aunque nacido circunstancialmente en Zumárraga, se crió desde niño en la casa conocida como de "Murgui", la misma donde nació su padre, Simón Albisu. Siguiendo la vieja costumbre, tras su fallecimiento, Simón fue enterrado en Deba, al igual que todos los fallecidos en esa casa.
Jesús Mari recuerda cómo hasta los años cincuenta del pasado siglo XX en el desván de su casa, situada al otro lado de la ría, a la salida del actual túnel, se guardaban la mesa sobre la que era depositado el féretro, el paño negro que la cubría, una cruz y el acetre con el hisopo utilizado para bendecir al cadáver.
Para remarcar la importancia del lugar exacto en el que debía colocarse la mesa con el féretro, Jesús Mari nos narra un hecho acontecido hacia los años cuarenta del pasado siglo y del que él mismo fue testigo siendo un chaval:

Había fallecido un vecino de alguna de estas casas situadas en la orilla mutrikuarra de la ría  y como de costumbre el féretro fue colocado en el lugar que obligaba la tradición, es decir, junto a la argolla. Había llegado a Deba un sacerdote nuevo llamado don Paulino Goitia que desconocía la vieja costumbre, y al ver que la mesa con el cuerpo del finado se encontraba más cerca de la orilla de Mutriku que de la de Deba, ordenó que los acercasen a la parte debarra. 
Ante la negativa y las protestas de los familiares del fallecido alegando que el lugar donde se encontraban mesa y difunto era el que marcaba la tradición, el sacerdote decidió pedir consejo a uno de los hombres con más crédito en el pueblo y cuya palabra debía ser el mejor aval para el clérigo. La persona seleccionada fue Tomás Lazcano, padre de Paco Lazcano a quien los debarras maduros aún recordamos. Tras la confirmación del señor Lazcano de que, efectivamente, el lugar donde se encontraba el cadáver era el correcto por marcarlo así la tradición, el sacerdote dio su brazo a torcer y se acercó hasta el lugar señalado para  recoger el cuerpo y trasladarlo a la iglesia de Deba.


La ya desaparecida casa de Murgui estaba situada junto a la boca del actual túnel.
Derribada el tres de noviembre de 2003, en su ganbara se guardaban la mesa
 mortuoria con el paño negro, así como la cruz y el hisopo con su acetre. 
 

Otro interesante dato, también aportado por Jesús Mari Albisu "Murgi", hace referencia a un hecho ocurrido hacia el año 1947. Sucedió que en la parte de Mutriku, junto a la ya desaparecida casa Txokorrakua, había acampado una familia gitana que tuvo la desgracia de perder a un niño de muy corta edad. Condolido el barrio por la irreparable pérdida, se realizó una colecta para pagar el féretro en el que sería enterrada la criatura. 
Recuerda Jesús Mari que el pequeño féretro fue colocado sobre la mesa en el puente, siguiendo la vieja costumbre, y cómo  el cadáver de la criatura fue portado hasta la iglesia de Deba por cuatro muchachos del barrio: Joseba Alkorta (Goiz-alai), Mikel Egaña (Urasandi), Xabier Rodríguez Urquiri (Bustiñaga), y él mismo (Murgi).

Durante los últimos tiempos, tras la construcción en el barrio de Urasandi de nuevos edificios, habitados prácticamente todos ellos por gentes de Deba, han ido desapareciendo las seculares costumbres. Prácticamente todos los niños del barrio bautizados lo son en la iglesia de Santa María de Deba y todas las honras fúnebres de sus vecinos también tienen lugar en el mismo templo. Cambian los tiempos y cambian las costumbres.
Es por ello por lo que antes de que el tiempo borre de nuestras memorias los viejos rituales funerarios en estas dos riberas del Deba, la mutrikuarra y la debarra, como borrado ha quedado ya el viejo gorputz-bide, me he decidido a describirlos en estas líneas. 

  

     

        

miércoles, 13 de marzo de 2013

ANTXOA FRESKUE

¡ CÓMO HAN CAMBIADO LOS TIEMPOS !

Hace unos días, mientras esperaba el turno en la pescadería, observé con discreción las obligadas etiquetas que clavadas en el  hielo, informaban sobre la procedencia de los pescados expuestos al público:
anchoa del Mediterraneo, verdel  y merluza de anzuelo del Cantábrico, merluza del Atlántico Sur, bacalao del Atlántico Norte..., y así, un sinfín de especies y  procedencias.
¡ Cómo han cambiado los tiempos !  pensé.

Todavía recuerdo, cuando siendo niño, oía desde casa el reclamo publicitario de aquellas pescateras de Mutriku que, tras su arribada a Deba a bordo de un autobús de la legendaria compañía "La Esperanza", recorrían las calles con su fresca mercancia al grito de "antxoa freskueeeee", un "freskue" con muchas "es" y con un tono ascendente hasta lo que diesen de sí la garganta y los pulmones.
Las recuerdo con las cajas de anchoa o lo que se terciase, sobre sus cabezas, y con una voz que para sí la quisiera más de una soprano.

En Deba teníamos pescaderías, claro está, pero las que recorrían las calles, al menos en aquella época, eran mutrikuarras. Creo recordar que una de ellas era conocida como María "Beltza".

La ilustración de J.Ignacio Treku, recrea el puerto de Deba a mediados del siglo XIX. 




Hace casi un siglo que en Deba no hay embarcaciónes ni gentes dedicadas profesionalmente a la pesca - la última fue el vaporcito pesquero de Pío Esnaola - y en Mutriku, a pesar de su indudable sabor marinero, quedan muy pocas.
¡Dónde han quedado aquellas seculares peleas a muerte y aquellos efímeros acuerdos entre los dos municipios gipuzkoanos, sobre los derechos de venta del pescado de unos y otros!

La foto de Ricardo Martín corresponde al año 1917.  En la imagen, los arrantzales del vapor lekeitiarra "Clotilde" en el
puerto de Donostia. El vapor de los hermanos Esnaola al que se hace referencia en el artículo debió ser muy parecido a éste. Todavía hoy se conserva en el primer machón del puente de Deba, la escalera de madera por la que accedian a la embarcación sus tripulantes. Foto: Guregipuzkoa. Kutxa-Fototeka. Fondo FOTO CAR. Autor Ricardo Martín .


Hace unos años, en mi época de marino mercante, navegué con un lekeitiarra a punto de la jubilación: Manu Goitia. El gran Manu, hace años fallecido, me contaba una anécdota referente al cambio de gustos y preferencias en cuanto al consumo de pescado. Manu sabía mucho de esto pues había sido arrantzale prácticamente durante toda su vida.
La anécdota se la había contado su madre siendo un niño, y a mí, como debarra, me gustó mucho pues hacía referencia a mi pueblo.

Según la madre de Manu, esposa, madre, hermana, hija, nieta y descendiente de mil y una generaciones de arrantzales, la primera población donde se pescó, vendió y consumió el sapo (rape), fue en Deba. Según el testimonio de la lekeitiarra, por aquellos tiempos todos los arrantzales de los puertos vascos se mofaban de los arrantzales debarras pues además de pescar el hoy tan apreciado y codiciado bicho marino, este llegaba a las casas de los pobres gracias a la venta pedestre y ambulante de una señora de Deba. Del precio mejor no hablar: casi de regalo.
¡Qué deshonra para un marinero vasco pescar aquel horrible e infernal animal!

¡Qué pescados tan frescos aquellos! y además en tiempos en los que solo se veían los frigoríficos - entonces los llamábamos neveras - en las películas americanas o en los anuncios de la revista Selecciones de Reader´s Digest.

Y hablando de pescados frescos, contaré algo que me sucedió hace unos años.
Había invitado a cenar en mi casa a dos amigos de Bilbao, veraneantes en Deba durante toda la vida. Hacía poco que a tres pasos de mi portal se había abierto una tienda de congelados.
Pensando en la cena y en los comensales, compré unos buenos lomos de merluza congelada que llegada la hora los preparé en salsa verde. Eran tiempos en los que la merluza fresca tenía un precio prohibitivo.

Mientras los dos bilbaínos invitados y mi esposa daban cuenta de los entrantes, yo me afanaba en la preparación de una hermosa cazuela de merluza.
Llegado el momento serví a los invitados, que con una voracidad fuera de lo normal comenzaron a engullir lo que hacía unas horas, había sido un bloque de hielo elaborado a bordo de un buque factoría en aguas del Atlántico Sur.

No hay nada más agradecido para un cocinero, que los comensales dejen bien limpio el plato y pregunten si se puede repetir.
Y eso me sucedió a mí. Solo que uno de ellos interrumpió por unos segundos la ingesta de la argentina merluza, para con un tono serio y con cara de experto gourmet decirme:
"La verdad, Alex... ¡cómo se nota que es merluza de anzuelo!, ¡Vaya diferencia! ".
Y se quedó tan tranquilo y tan a gusto, pensando que se estaba comiendo una merluza pescada en Mutriku.



                                                                              Dedicatoria:
Con todo el cariño, a mi gran amigo, experto gourmet y pelotari de pro, Joserra Castillo Arrese; el único que fue capaz de cerrar el Fontón Madrid y el bilbaíno con más "txispa" y gracia de todo el Señorío.

martes, 23 de octubre de 2012

LA CENTENARIA VIDA DE CONSERVAS YURRITA

                                             UN EJEMPLO PARA LA HISTORIA


Según los datos que dispongo, la empresa Yurrita e Hijos, ubicada en Mutriku, se encuentra entre las cuatro empresas agro-alimentarias más antiguas del País Vasco. Junto a ella se situan las también centenarias "Destilerías Manuel Acha" (Amurrio, 1831), "Chocolates Saint-Gerons" (Mendaro,1850), y la vinícola "Herederos del Marqués de Riscal" (Elciego, 1858).

 

Curiosa y paradójicamente, la antiguedad de Conservas Yurrita, fundada en 1867, contrasta con la modernidad de sus instalaciones, de sus sistemas de producción y de su política de ventas.

Pero nada de esto hubiese sido posible sin el esfuerzo de dos hombres singulares: José Miguel Mauleón y Agapito Yurrita, éste último hijo de uno de los personajes más interesantes y desconocidos de la historia empresarial guipuzcoana: Antonio Yurrita. Esta es una historia agridulce con un final feliz, un ejemplo que nos demuestra que, a pesar de las caídas, con esfuerzo y constancia, siempre queda un hueco para la esperanza y el éxito.


Antigua fotografía del "Hotel Mauleón". A través de las puertas laterales se accedía a la fábrica de escabeches situada tras este edificio


LOS ORÍGENES

Corría el año 1867 cuando José Miguel Mauleón, un navarro de Etxarri Aranaz, se asentó en esta villa guipuzcoana. Por lo que sabemos, fue el pionero, o al menos uno de los pioneros entre las gentes llegadas desde fuera de la actual Comunidad Autónoma Vasca, en dedicarse a la elaboración y comercio de pescado.

Por aquel entonces, la todavía primitiva industria transformadora de pescado vasca se centraba, al igual que hace siglos, en el escabeche. Eran tiempos en los que aún se desconocía la elaboración de la anchoa en semiconserva, una técnica que en pocos años llegaría a Euskal Herria de la mano de algunos conserveros italianos.

 

No le debían ir mal los negocios al señor Mauleón, pues al poco de instalarse en Mutriku, ya contaba con una docena de carretas y sus correspondientes caballos de tiro, dedicados éstos al transporte de la mercancía por él elaborada. Además, instaló un hotel y anexo a éste, una casa preparada para albergar a dieciséis carreteros.



Puerto de Mutriku. La fotografía corresponde a los primeros años del s.XX


El intrépido navarro tuvo cuatro hijas. Con toda seguridad echó en falta el no haber tenido un hijo varón, para que como era habitual entonces, le relevase en la dirección de los negocios. Una de ellas contrajo matrimonio con un joven de Ordizia llamado Agapito Yurrita. Con él comenzaría una nueva etapa en la empresa de Mauleón, y con el tiempo, el cambio de la razón social de ésta.

 

Agapito Yurrita había heredado en sus genes unas dotes comerciales fuera de lo común.

Su padre, Antonio Yurrita, nacido en Ormaiztegi, además de alcalde de Ordizia, había sido uno de los hombres más acaudalados del país. Por aquellos tiempos, era frecuente escuchar que sólo existía una firma con la que se pudiese adquirir todo Gipuzkoa: la de Antonio Yurrita.

La biografía de este hombre, digna del mejor relato de Pío Baroja, cuenta con capítulos que merecen ser incluídos en los anales de la historia agro-alimentaria de Euskal Herria.

 

Creo oportuno hacer referencia a alguno de éstos, aunque sea de forma resumida. Los datos los conseguí en un interesante trabajo titulado "Alcaldes de Villafranca", firmado por Leonardo Urteaga.

Antonio Yurrita estaba considerado como uno de los más importantes provisionistas de productos alimentarios. Hombre de gran talento práctico, buen organizador y con visión exacta de los negocios, consiguió imponerse, hasta ser imprescindible, en todo asunto de aprovisionamientos a gran escala. Ferviente seguidor de la causa carlista, fue proveedor oficial de las tropas de Carlos VII, sin más fianza que el valor y el arrojo de sus correligionarios, que para él era sinónimo de victoria.

 

Como nos cuenta Leonardo Urteaga, le era fácil dar con elementos para el aprovisionamiento de las tropas, a las que nunca faltó ni el pan, ni la carne, ni el vino. Sólo en tabaco, suministró al ejército carlista 150.000 pesetas de las de entonces.

Estaba relacionado con las principales casas de vinos y aceites de Navarra, La Mancha y Córdoba, lugares a los que acudía para controlar personalmente sus compras.

Abrió sucursales en Hernani y Andoain, plazas en las que puso al frente a sus hijos José Miguel y Agapito, mientras él dirigía todas las operaciones de abastecimiento desde la central de Ordizia.

 

La personalidad de Antonio Yurrita queda magistralmente reflejada en el trabajo publicado por Leonardo Urteaga en 1963 y del que debido a su interés transcribo literalmente un fragmento. La narración se sitúa en el año 1876, cuando Yurrita era alcalde de Ordizia, población entonces denominada Villafranca.


" Había terminado la guerra con el Convenio de Vergara. El grueso del ejército de Don Carlos entró en su retirada a Francia por Roncesvalles y Valcarlos. Un día de febrero de 1876, llegó a Villafranca Alfonso XII con el general Quesada, que mandaba el ejército del Norte.
Llamó al alcalde y le dio órdenes de alojamiento para el rey.
" ¿Habrá, señor alcalde, alojamiento para su majestad? "

" Mi general, donde ha dormido Don Carlos, hace dos días, pueden dormir tres hombres como éste "

Don Carlos VII, con su Estado Mayor, se alojaba en la casa de los Abaria, que entonces llamaban "Botica" y hoy es el Círculo de la FET y de las JONS.

"Señor alcalde -dijo el general-, para mañana, a las ocho de la mañana, necesito 48.000 raciones para la tropa. "

"Está bien, mi general."

" Pero ¿usted sabe lo que son 48.000 raciones? "

" Sí, general. Estoy acostumbrado a reunir más cantidad. Pero le voy a pedir una cosa: que me dejen descansar cuatro horas. "

El general llamó al jefe de Estado Mayor y le ordenó que pusiese guardia al alcalde con los números que hiciesen falta, para que nadie le molestase.
A las ocho de la mañana del día siguiente estaban ya dispuestas, en la plaza Mayor, las raciones pedidas, con gran asombro de don Alfonso y del general. Además de estos víveres, obsequió con fiambres para el viaje a los del Estado Mayor.

Salió la comitiva para Vitoria. Unas horas después telegrafiaban desde Alsasua que, por no haber encontrado allí las provisiones que necesitaban, mandase otras 30.000 raciones.
Las envió inmediatamente. Antes, al despedirse de Villafranca, le llamó el rey.
No habían conocido alcalde de tales iniciativas, ni de mejores dotes de previsión.
Le instaron con sinceridad a que acudiese sin mediación alguna tanto al Palacio Real como al Ministerio de la Guerra, en cualquier necesidad."

A pesar de sus grandes dotes como hombre de negocios, la derrota carlista supuso la ruina total de Antonio Yurrita y su familia, quienes no pudieron hacer frente a los acreedores.

En su fervor carlista había repetido una y mil veces que prefería morir de hambre antes que pedir un favor a un liberal. Lo cierto es que fue consecuente con sus promesas.

Retrato de José Miguel Mauleón, fundador de la empresa. Una de sus hijas contrajo matrimonio con Agapito Yurrita.

 

Pasados unos años, se recibió un comunicado en el ayuntamiento de Ormaiztegi. En éste se decía que un hombre, natural de aquella población, había fallecido en el hospital de Quintanar de la Orden, provincia de Toledo. Había sido encontrado casi exánime en la carretera, por inanición. Tan sólo portaba un carné de identidad y un escapulario de la Virgen del Carmen.

Se trataba de Antonio Yurrita.

Paradojas de la vida: el poderoso hombre que en otros tiempos alimentó a tanta gente, había muerto de hambre.

 

Pero a pesar de su muerte, no se había perdido todo: quedaban sus hijos. Uno de ellos, Agapito, tras desposarse con una de las hijas de José Miguel Mauleón, el navarro afincado en Mutriku, había tomado las riendas de su empresa.

Tenía dotes y experiencia en el sector, lo que representaba la continuidad de la saga de los Yurrita en el sector alimentario.

 

Han transcurrido un siglo y varias décadas desde entonces. Una pena que José Miguel Mauleón, el de Etxarri, y Antonio Yurrita, el de Ormaiztegi, no puedan verlo. Se sentirían orgullosos.

 

En la actualidad, la empresa Yurrita s Hijos, S.A. exporta sus productos a más de cuarenta países de los cinco continentes. Cuenta con varias plantas y hace unos años amplió y diversificó su producción elaborando, en la actualidad, conservas de anchoa y de bonito, así como una amplísima gama de productos y platos preparados artesanalmente. Todo un ejemplo para la historia.



Este artículo fue originalmente publicado en octubre de 2006 en la revista Amalur.